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El hijo de Saúl, una mirada implacable al presente

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9 junio 2016.- El hijo de Saúl (2015) es una película estremecedora, implacable, que no ofrece descanso al espectador y lo sacude hasta lo más hondo.

Saúl, integrante de los equipos de limpieza de la cámara de gas y los hornos crematorios de un campo de concentración nazi, es un individuo que parece haber perdido todo vestigio de humanidad y sólo vive concentrado en realizar las tareas asignadas. Hasta que, dentro de su enajenación, cree que debe oficiar el sepelio de un chico, lo cual está prohibido en el campo.

Con un trepidante manejo de cámara, el público acompañará a Saúl en sus esfuerzos por cumplir su nueva meta. Si bien la cámara se concentra en Saúl (para prácticamente no soltarlo), fuera de foco alcanzamos a apreciar el horror en que se desenvuelve, como si nuestro equilibrio emocional dependiera de no mirar fijamente esa realidad, aunque la percibimos y la desciframos, con el respaldo de una estrujante pista sonora.

Mediante largas escenas-secuencia, recorremos las distintas áreas del campo de concentración, su frenética actividad productiva (donde el exterminio es sólo un componente del saqueo a gran escala), los juegos de poder, las corruptelas, las negociaciones entre diversas áreas y jerarquías, la participación de los presos en las tareas más crueles. Como engranes de esa compleja maquinaria, miles de personas experimentan la desesperación, la resignación, la rebeldía o deciden sacar provecho de las circunstancias buscando un beneficio individual. El trayecto de Saúl equivale a recorrer los círculos del infierno.

En esta sorprendente ópera prima del director húngaro Nemes László destaca la compleja construcción escénica y la rigurosa planeación en los movimientos al interior del cuadro, fluyendo constantemente en relación al personaje central. La actuación de Géza Röhrig es apabullante y el manejo de cámara es tan intimista que parece retratar el alma del personaje.

Quizá lo más atroz de la película es que evidencia lo poco que hemos avanzado desde la Segunda Guerra Mundial, pues muchos de los aspectos mostrados siguen ocurriendo en el presente, en el contexto de las migraciones forzadas, los campos de refugiados, las guerras de exterminio por motivos de raza, credo u origen étnico, la dominación de regiones por grupos criminales organizados como empresas, el control criminal al interior de penales gubernamentales…

El hijo de Saúl se refiere a un periodo tan ominoso como el actual. No sólo es acerca del pasado, es acerca del presente.

Premios que ha recibido.

[Gerardo Moncada]

 

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Un comentario

  1. Enmedio del horror la pincelada de humanidad. Me recordó una parte de A sangre fría, en donde uno de los asesinos, antes de cometer el acto, se compadece de una de sus víctimas, tirada ya en el piso, atada, pero a quien le pone una almohada o algo que funciona como almohada (no recuerdo bien) para descansar la cabeza. Y tienes toda la razón, la historia que reseñas es acerca del presente: no deja una de imaginar, de pensar y desear incluso que los sicarios de los cárteles tengan aunque sea pequeños actos de piedad. Imagino que, tarde o temprano, las compañeras, hijas o amigas de los verdugos revelen lo que saben. Es como una pequeña esperanza de que no todo está perdido, de que aún enmedio del infierno algo queda de bueno, de que no estamos perdidos. Es un deseo, a lo mejor nunca sucede, como quizá nunca pasó la historia de la película, que tan maravillosamente reseñas.

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