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El Cantar de los Cantares y poesías, de fray Luis de León

Como buen humanista del Renacimiento, los intereses de fray Luis abarcaron lo celestial, lo espiritual y lo terrenal. Fue teólogo, filósofo, traductor, docente y, sobre todo, poeta.

“Poesía no es sino una comunicación del aliento celestial y divino…”

De alma inquieta y reflexiva, ávida de conocimiento y con una excelsa calidad poética, fray Luis de León es una figura destacada en ese periodo de esplendor de las letras españolas conocido como el Siglo de Oro, al lado de escritores como Cervantes, Lope de Vega, Quevedo y San Juan de la Cruz.

Para el hispanista británico Aubrey F. G. Bell, “Fray Luis de León es el humanista que mejor representa la España del Renacimiento. Todas las corrientes se juntan y se funden en él. El deslumbrante genio poético da extraordinaria vida a sus producciones intelectuales. Fue platónico a la vez que escolástico, estoico y cristiano, humanista y amante de su propio idioma; verdadero ecléctico que recorrió libando miel en todas las escuelas”.

Fray Luis nació en Cuenca, en 1526 o 1527. A los 14 años dejó a su familia y se trasladó a Salamanca. Dos años más tarde ingresó a la orden de los Agustinos. En 1560, se graduó en la universidad de Salamanca, con los grados de licenciado y de maestro en Teología. En 1561 ganó la cátedra de Santo Tomás. Por entonces tradujo el Cantar de los cantares para su prima, la monja Isabel Osorio, que no sabía latín. Una década después, León de Castro y el dominico fray Bartolomé Medina acusarían a fray Luis ante el tribunal de la Inquisición, por haber realizado dicha traducción (lo cual exigía un permiso especial) y por no conceder la autoridad debida a la Vulgata (versión oficial de la Biblia).

Era cierto que a fray Luis y a sus amigos hebraístas les gustaba acudir a la fuente original de los textos bíblicos, escritos en hebreo, pero también era un hecho que la erudición, la amenidad, el fino sentido del humor y el talento poético de fray Luis le confirieron una popularidad que trascendió el claustro y la universidad. Escritores y poetas lo elogiaban; eso suscitó celos y rencores.

No es casual que Miguel de Cervantes Saavedra se refiriera a Fray Luis como “un ingenio que al mundo pone espanto”.

Las acusaciones en contra de fray Luis prosperaron. El 27 de marzo de 1572 la Inquisición decidió encarcelarlo. Cuatro años después, el 7 de diciembre de 1576 lo liberó tras declararlo sin culpa y con la orden de restituirle su honra y su cátedra en la universidad de Salamanca.

Aunque escribía para él mismo y sus más cercanos, los textos de fray Luis rápidamente fueron copiados (no siempre con fidelidad) e imitados. Sus escritos influyeron en su tiempo y en los siglos siguientes, siempre elogiados por su sobriedad expresiva, elegante claridad, elocuencia y brillantez. Se han identificado múltiples corrientes poéticas que revivieron el estilo de fray Luis, incluso en el siglo XX (con Unamuno); estas corrientes generaron oleadas que llegaron a Latinoamérica y fueron retomadas por escritores mexicanos (como Manuel José Othón).

En 1952, Julio Torri escribió: “En sus poemas fray Luis supera lo personal. Es un espíritu filosófico y religioso de la más alta calidad, y nutrido en las humanas letras y en las sagradas. Conduce al lector a una posición filosófica, la conciencia de su propio ser, su situación en el universo; y le comunica el desdén por la pequeñez de nuestras preocupaciones ordinarias, el arrobo ante la belleza de la creación y la aspiración a escuchar la música sideral… Hay también un anhelo por entenderlo todo en una superación, post mortem, de nuestros exiguos medios actuales de conocimiento. En su poesía elevada y serena, la preocupación suprema es encaminar el alma a Dios y fundirse en él”.

CANTAR DE LOS CANTARES

En el prólogo al Cantar de los cantares, Fray Luis lo describió con emoción: “Canción suavísima que compuso Salomón, rey y profeta, en la cual debajo de un enamorado razonamiento entre dos, pastor y pastora, más que en alguna otra Escritura, se muestra Dios herido de nuestros amores”.

I
(ESPOSA) Béseme de besos de su boca; porque buenos (son) tus amores más que el vino.
Al olor de tus ungüentos buenos: (Que es) ungüento derramado tu nombre; por eso las doncellas te amaron.
Llévame en pos de ti: correremos. Metióme el rey en sus retretes: regocijarnos hemos y alegrarnos hemos en ti; membrársenos han tus amores más que el vino. Las dulzuras te aman […] Enséñame, ¡oh Amado de mi alma!, dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía; porque seré como descarriada entre los ganados de tus compañeros […] Cuando estaba el rey en su reposo el mi nardo dio su olor.
Manojuelo de mirra el mi Amado a mí; morará entre mis pechos […]

“Este Libro en su primer origen es todo él una égloga pastoril, donde con lenguaje de pastores hablan Salomón y su esposa, y algunas veces sus compañeros, como si todos fuesen gente de aldea”, añadió fray Luis.

II
(ESPOSA) Yo rosa del campo y azucena de los valles.
(ESPOSO) Cual la azucena entre las espinas, así mi Amiga entre las hijas.
(ESPOSA) Cual el manzano entre los árboles silvestres, así mi Amado entre los hijos; en su sombra deseé, sentéme, y su fruta dulce a mi garganta.
Metióme en la cámara del vino; la bandera suya en mí (es) amor.
Forzadme con vasos de vino; cercadme de manzanas, que enferma estoy de amor.
La izquierda suya debajo de mi cabeza, y su derecha me abrace.
(ESPOSO) Conjúroos, hijas de Jerusalén, por las cabras, o por las ciervas montesas, si despertáredes y si velar hiciéredes el amor hasta que quiera.
(ESPOSA.) Voz de mi Amado (se oye). Helo, viene atravancando por los montes, saltando por los collados […] El Amado mío es mío, y yo soy suya (del que) apacienta entre lirios.
Hasta que sople el día, y las sombras huyan; tórnate, sei semejante, Amado mío, a la cabra, o al corzo sobre los montes de Bather.

“Ninguna cosa es más propia a Dios que el amor, ni al amor hay cosa más natural que volver al que ama en las condiciones e ingenio del que es amado”.

III
(ESPOSA) En el mi lecho en las noches busqué al que ama mi alma, busquéle y no le hallé.
Levantarme he agora, y cercaré por la ciudad, por los barrios y por los lugares anchos, buscaré al que ama mi alma; busquéle, y no le hallé.
Encontráronme las rondas que guardan la ciudad. (Preguntéles): ¿Vísteis, por ventura, al que ama mi alma?
A poco que me aparte de ellas (anduve) hasta hallar al Amado de mi alma. Asíle, y no le dejaré hasta que le meta en casa de la mi madre, y en la cámara de la que me parió.
Ruégoos, hijas de Jerusalén, por las cabras y por los ciervos del campo, que no despertéis, ni velar hagáis al Amor hasta que quiera […]

“Aquí se ven pintados al vivo los amorosos fuegos de los divinos amantes, los encendidos deseos, los perpetuos cuidados, las recias congojas que la ausencia y el temor en ellos causan, juntamente con los celos y sospechas que entre ellos se mueven. Aquí se oye el sonido de los ardientes suspiros, mensajeros del corazón, y de las amorosas quejas y dulces razonamientos, que van unas veces vestidos de esperanza y otras de temor. Y, en breve, todos aquellos sentimientos que los apasionados amantes probar suelen, aquí se ven tanto más agudos y delicados, cuanto más vivo y acendrado es el divino amor que el mundano”, escribió fray Luis.

IV
(ESPOSO) ¡Ay, qué hermosa tú eres, Amiga mía, ay, qué hermosa! Tus ojos de paloma entre tus cabellos; tu cabello, como un rebaño de cabras que miran del monte Galaad.
Tus dientes, como hato de ovejas trasquiladas que vienen de bañarse, las cuales todas paren de dos en dos, y ninguna entre ellas hay vacía.
Como un hilo de carmesí tus labios, y el tu hablar polido: como el casco de granada tus sienes entre tus copetes.
Como torre de David el tu cuello, fundada en los collados; mil escudos que cuelgan de ella, todos ellos escudos de poderosos.
Tus dos pechos como dos cabritos mellizos, que pacen entre violetas.
Hasta que sople el día y las sombras huyan, voyme al monte de la mirra y al collado del incienso.
Toda tú hermosa, Amiga mía, y falta no hay en ti […] Robaste mi corazón, hermana mía, Esposa, robaste mi corazón con uno de los tus ojos, con un sartal de tu cuello.
¡Cuán lindos son tus amores, hermana mía, Esposa, cuán buenos son tus amores! Más que el vino; y el olor de tus olores sobre todas las cosas olorosas.
Panal destilan tus labios, Esposa; miel y leche está en tu lengua, y el olor de tus arreos, como el olor del Líbano.
Huerto cercado, hermana mía, Esposa, huerto cercado, fuente sellada.
Tus plantas (son) como jardín de granados con fruta de dulzuras; juncia de olor y nardo.
Nardo y azafrán, canela y cinamomo, con los demás árboles del incienso; mirra, áloe con todos los principales olores.
Fuente de huertos, pozos de aguas vivas que manan del monte Líbano` […]

“En ninguna Escritura se explica la pasión del amor con más fuerza y sentido que en esta”.

V
(ESPOSA) Venga el mi Amado a su huerto, y coma la fruta de sus manzanas delicadas.
(ESPOSO) Vine a mi huerto, hermana mía, Esposa; cogí mi mirra y mis olores: comí mi panal con la miel mía; bebí mi vino y la mi leche: comed, compañeros, bebed y embriagad vos, amigos.
(ESPOSA) Yo duermo, y mi corazón vela. Ya voz de mi querido llama: Ábreme, hermana mía, compañera mía, paloma mía, perfecta mía, porque mi cabeza está llena de rocío, y mi cabello de las gotas de la noche.
Desnudéme mi vestidura; ¿cómo me la vestiré? Lavé mis pies; ¿cómo los ensuciaré?
Mi Amado metió la mano por el resquicio de las puertas, y mis entrañas se estremecieron en mí.
Levantéme a abrir a mi Amado, y mis manos gotearon mirra, y mis dedos mirra que corre, sobre los goznes de la aldaba.
Yo abrí a mi Amado, y mi Amado se había ido, y se había pasado, y mi alma se me salió en el hablar de él.  Busquéle, y no le hallé; llaméle, y no me respondió […] Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, que si halláredes a mi querido: ¿Mas qué le contaréis? Que soy enferma de amor.
(COMPAÑERAS) ¿Qué tiene el tu Amado más que otro amado, oh hermosa entre las mujeres? ¿Qué tiene el tu Amado sobre otro amado, porque así nos conjuraste?
(ESPOSA) El mi Amado, blanco y colorado; trae bandera entre los millares.
Su cabeza, como oro de Tibar; sus cabellos, crespos, negros como cuervo.
Sus ojos, como los de la paloma junto a los arroyos de las aguas, bañadas en leche junto a la llanura.
Sus mejillas, como eras de plantas olorosas de los olores de confección. Sus labios, violetas que estilan mirra que corre.
Sus manos, rollos de oro llenos de tarsis; su vientre, blanco diente cercado de zafiros.
Sus piernas, columnas de mármol, fundadas sobre basa de oro fino. El su semblante, como el del Líbano, erguido como los cedros.
Su paladar, dulzuras; y todo él, deseos. Tal es el mi Amado, y tal es el mi querido, hijas de Jerusalén […]

En el tiempo de fray Luis, la gente culta escribía en latín, en especial si se trataba de textos religiosos. Él eligió escribir en castellano, incluso al traducir pasajes de la Biblia. “Yo me incliné sólo por mostrar que nuestra lengua recibe bien todo lo que se le encomienda, y que no es dura ni pobre, como algunos dicen, sino de cera y abundante para los que la saben tratar”.

VI
(ESPOSA) El mi Amado descendió al su huerto, a las eras de los aromates, a apacentar entre los huertos y coger las flores.
Yo al mi Amado, y el mi Amado a mí, que apasta entre las azucenas.
(ESPOSO) Hermosa eres, Amiga mía, como Thirsá; bella como Jerusalén, terrible como los escuadrones, sus banderas tendidas.
Vuelve los ojos tuyos, que me hacen fuerza; el tu cabello como las manadas de cabras, que se parescen en el Gilgad […] Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas, y las doncellas sin cuento.
Una es la mi paloma, la mi perfecta, única es a su madre: ella escogida es a la que la parió. Vieronla las hijas, y llamaronla bienaventurada, y las reinas y concubinas la loaron […] Al huerto del nogal descendí por ver los frutos de los valles, y ver si está en ciernes la vid, y ver si florescen los granados […]

Al referirse a sus traducciones de textos sagrados, fray Luis aclaraba: “procuré cuanto pude imitar la sencillez de su fuente y un sabor de antigüedad que en sí tienen, lleno, a mi parecer, de dulzura y de majestad”.

VII
(CORO) ¡Cuán lindos son tus pasos en el tu calzado, hija del príncipe! Los cercos de tus muslos como ajorcas, obra de mano de oficial.
Tu ombligo, como taza de luna, que no está vacía; tu vientre, un montón de trigo cercado de violetas […] El tu cuello, como torre de marfil; tus ojos, como estanques de Hesebón junto a la puerta de Bathrabbim; tu nariz, como la torre del Líbano, que mira frontero de Damasco […] Esta tu disposición semejante es a la palma, y tus pechos a los racimos de la vid. Dije: Yo subiré a la palma, y asiré sus racimos; y serán tus pechos como los racimos de la vid, y el aliento de tu boca, como el olor de las manzanas.
Y el tu olor, como vino bueno, que va mi Amado a las derechas, que hace hablar labios de dormientes.
(ESPOSA) Yo soy de mi Amado, y su deseo a mí.
Ven, Amado mío, salgamos al campo, moremos en las granjas.
Levantémonos de mañana a las viñas; veamos si florece la vid, si se descubre la menuda uva, si brotaron los granados. Allí te daré mis amores.
Las mandrágoras si dan olor; que todos los dulces frutos, así los nuevos como los viejos, Amado mío, los guardé en mis puertas para ti.

VIII
(ESPOSO) Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo, porque el amor es fuerte como la muerte, duros como el infierno los celos, las sus brasas son brasas del fuego de Dios […]

Aunque la Inquisición liberó en 1576 a fray Luis y le restituyó su honra, esta versión de los Cantares de Salomón fue incluida entre los libros prohibidos en Portugal (1581) y España (1583).

POETA INÉDITO

Se estima que la producción literaria de fray Luis de León se desarrolló entre 1550 y 1591, con las limitaciones que implicaban sus deberes con la orden de los agustinos, las cátedras que impartía en la Universidad de Salamanca, los conflictos e intrigas en esa institución, así como otras tareas que se le asignaban o que él asumía voluntariamente, como fue la traducción del Cantar de los cantares.

Hacia 1580 se le planteó la posibilidad de publicar sus escritos. Esa fue la oportunidad para que hiciera un compendio en tres partes: 1) poesía propia, 2) traducciones de poetas clásicos griegos (Píndaro) y latinos (Virgilio, Horacio y Tíbulo), y 3) traducciones de textos religiosos (salmos, proverbios y fragmentos del Libro de Job). Se dedicó varios años a completar y dar forma a cada apartado, y aprovechó para dejar en claro el carácter original de sus escritos, al eliminar alteraciones que terceras personas habían realizado y poemas que falsamente se le atribuían. Esto último era relevante por algunas acusaciones que surgieron en su contra. No obstante, el libro ya depurado permaneció inédito.

La poesía de Fray Luis de León apareció publicada por primera vez hasta 1631, cuarenta años después de su muerte, por iniciativa del escritor Francisco de Quevedo. Desafortunadamente, pronto surgió la polémica pues Quevedo no se basó en los textos corregidos por el propio fray Luis, de manera que la publicación incluyó piezas de dudosa autenticidad. Cinco siglos después y tras numerosas ediciones, prevalece el debate entre los especialistas acerca de la originalidad de algunas piezas que se han atribuido a fray Luis.

POESÍAS

“En mi mocedad se me cayeron como de entre las manos estas obrecillas, a las cuales me apliqué más por inclinación de mi estrella que por juicio o voluntad. No porque la Poesía no sea digna de cualquier persona, sino porque conocía los juicios errados de nuestras gentes, y su poca inclinación a todo lo que tiene alguna luz de ingenio o de valor… Nunca hice caso de esto que compuse ni gasté en ello más tiempo del que tomaba para aliviarme de otros trabajos, ni puse en ello más estudio del que merecía lo que nacía para nunca salir a la luz… [Sin embargo, fueron conocidos y alterados] y han andado muchos días en los ojos y en las manos de muchas gentes… Recogiendo a éste mi hijo perdido, y apartándole de mil malas compañías que se le habían juntado, y enmendándole de otros malos siniestros, que había cobrado con el andar vagueando, le vuelvo a mi casa y recibo por mío”, escribió fray Luis al compilar su obra literaria.

VIDA RETIRADA
¡Qué descansada vida / la del que huye del mundanal ruido, / y sigue la escondida / senda, por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho / de los soberbios grandes en estado, / ni del dorado techo / se admira, fabricado / del sabio moro, en jaspes sustentado.
No cura si la fama / canta con voz su nombre pregonera, / ni cura si encarama / la lengua lisonjera / lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento / si soy del vano dedo señalado? / ¿Si en busca deste viento /ando desalentado / con ansias vivas, con mortal cuidado?
¡Oh monte! ¡Oh fuente! ¡Oh río! / ¡Oh secreto seguro, deleitoso! / Roto casi el navío, / a vuestro almo reposo / huyo de aqueste mar tempestuoso.
[…] Vivir quiero conmigo, / gozar quiero del bien que debo al cielo, / a solas, sin testigo, / libre de amor, de celo, / de odio, de esperanzas, de recelo.
[…] El aire el huerto orea, / y ofrece mil olores al sentido, / los árboles menea / con un manso ruido, / que del oro y del cetro pone olvido.
[…] A mí una pobrecilla / mesa, de amable paz bien abastada, / me baste; y la vajilla, / de fino oro labrada, / sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable- / mente se están los otros abrasando / con sed insaciable / del no durable mando, / tendido yo a la sombra esté cantando…

También en otros poemas, fray Luis se refiere a la vida moderada, frugal, sosegada. A Felipe Ruiz le dice: “Dichoso el que se mide, / Felipe, y de la vida el gozo bueno / a sí solo lo pide, / y mira como ajeno / aquello que no está dentro en su seno. / Si resplandece el día, / si Eolo su reino turba, ensaña, / el rostro no varía; / y si la alta montaña / encima le viniere, no le daña… Exento a todo cuanto / presume la fortuna, sosegado / está y libre de espanto / ante el tirano airado, / de hierro, de crueza [crueldad] y fuego armado”.

La obra poética de fray Luis es reducida: va de 23 a 26 poemas. Aunque a lo largo de los siglos se le han atribuido muchas más, no han logrado convencer a los expertos.

LA VIDA ENGAÑOSA

Fray Luis manifestó abiertamente su rechazo a la banalidad, la ambición material, la falsedad, la envidia, la injusticia, el odio, la mentira. “Virtud, hija del cielo, / la más ilustre empresa de la vida, / en el escuro suelo / luz tarde conocida, / senda que guía al bien, poco seguida”. Así dice en uno de los varios poemas que dedicó al rector de la universidad de Salamanca, su amigo Pedro Portocarrero.

A DON PEDRO PORTOCARRERO
No siempre es poderosa, / Carrero, la maldad, ni siempre atina / la envidia ponzoñosa, / y la fuerza sin ley que más se empina, / que al fin la frente inclina; / que quien se opone al cielo, / cuando más alto sube viene al suelo.
[…] Si ya la niebla fría / al rayo que amanece odiosa ofende, / y contra el claro día / las alas escurísimas extiende, / no alcanza lo que emprende, / al fin, y desparece, / y el sol puro en el cielo resplandece.
No pudo ser vencida, / ni lo será jamás, ni la llaneza, / ni la inocente vida, / ni la fe sin error, ni la pureza, / por más que la fiereza / del tigre ciña un lado, / y el otro el basilisco emponzoñado.
Por más que se conjuren / el odio y el poder y el falso engaño, / y ciegos de ira apuren / lo propio y lo diverso, ajeno, extraño, / jamás le harán daño; / antes, cual fino oro, / recobra del crisol nuevo tesoro.
El ánimo constante, / armado de verdad, mil aceradas, / mil puntas de diamante / embota y enflaquece, y desplegadas / las fuerzas encerradas, / sobre el opuesto bando / con poderoso pie se ensalza hollando.
Y con cien voces suena / la Fama, que a la sierpe, al tigre fiero, / vencidos, los condena / a daño no jamás perecedero; / y, con vuelo ligero, / veniendo la Victoria, / corona al vencedor de gozo y gloria.

Se estima que esta oda fue escrita cuando Portocarrero fue denunciado y calumniado por su gestión como regente de Galicia, ataques de los que salió triunfante.

ASCENSO SUBLIME

Fray Luis fue un poeta místico que en sus versos manifestó la esperanza de fundirse con lo divino como una manera de alcanzar la iluminación total y la paz eterna. En la vida terrenal, una aproximación a ese estado sublime la encontraba en las diversas formas del arte. La poesía, por ejemplo, “la inspiró Dios en las ánimas de los hombres para, con el movimiento y espíritu de ella, levantarlas al cielo, de donde ella procede”. La música también le parecía una expresión artística celestial.

A FRANCISCO SALINAS
El aire se serena / y viste de hermosura y luz no usada, / Salinas, cuando suena / la música extremada / por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son divino / el alma, que en olvido está sumida, / torna a cobrar el tino / y memoria perdida / de su origen primera esclarecida.
Y como se conoce, / en suerte y pensamiento se mejora; / el oro deconoce / que el vulgo vil adora, / la belleza caduca, engañadora.
Traspasa el aire todo / hasta llegar a la más alta esfera, / y oye allí otro modo / de no perecedera / música, que es la fuente y la primera.
[…] Aquí el alma navega / por un mar de dulzura, y finalmente, / en él ansí se anega, / que ningún accidente / extraño y peregrino oye y siente.
¡Oh desmayo dichoso! / ¡Oh muerte que das vida! ¡Oh dulce olvido! / ¡Durase en tu reposo, / sin ser restituido / jamás a aqueste bajo y vil sentido!
A este bien os llamo, / gloria del apolíneo sacro coro, / amigos, a quien amo / sobre todo tesoro, / que todo lo visible es triste lloro.
¡Oh!, suene de contino, / Salinas, vuestro son en mis oídos, / por quien al bien divino / despiertan los sentidos, / quedando a lo demás adormecidos.

Los estudiosos señalan que desde 1567 fray Luis mantuvo estrecha amistad con el músico Francisco Salinas, con quien conversaba sobre música y los números concordes, según la teoría platónica y pitagórica.

A FELIPE RUIZ (De la avaricia)
En vano el mar fatiga / la vela portuguesa; que ni el seno / de Persia ni la amiga / Maluca da árbol bueno, / que pueda hacer un ánimo sereno.
No da reposo al pecho, / Felipe, ni la India, ni la rara / esmeralda provecho; / que más tuerce la cara / cuanto posee más el alma avara.
Al capitán romano / la vida, y no la sed, quitó el bebido / tesoro persiano; / y Tántalo, metido / en medio de las aguas, afligido /
De sed está; y más dura / la suerte es del mezquino, que, sin tasa, / se cansa ansí, y endura / el oro, y la mar pasa / osado, y no osa abrir la mano escasa.
¿Qué vale el no tocado / tesoro, si corrompe el dulce sueño, / si estrecha el ñudo dado, / si más enturbia el ceño, / y deja en la riqueza pobre al dueño?

Se afirma que este poema es una imitación de la oda de Horacio Nullus argento. Así ocurre con varios poemas de fray Luis, aunque los expertos refieren dos tendencias: una que se esfuerza por ser fiel al original latino y otra que busca alejarse de él.

AL LICENCIADO JUAN DE GRIAL
Recoge ya en el seno / el campo su hermosura; el cielo aoja / con luz triste el ameno / verdor, y hoja a hoja / las cimas de los árboles despoja.
Ya Febo inclina el paso / al resplandor egeo; ya del día / las horas corta escaso; / ya Eolo, al mediodía / soplando, espesas nubes nos envía.
Ya el ave vengadora / del Ibico navega los nublados, / y con voz ronca llora; / y el Yugo al cuello atados / los bueyes van rompiendo los sembrados.
El tiempo nos convida / a los estudios nobles, y la fama, / Grial, a la subida / del sacro monte llama, / do no podrá subir la postrer llama.
Alarga el bien guiado / paso, y la cuesta vence, y solo gana / la cumbre del collado: / y do más pura mana / la fuente, satisfaz tu ardiente gana.
No cures si el perdido / error admira el oro, y va sediento / en pos de un bien fingido; / que no ansí vuela el viento, / cuanto es fugaz y vano aquel contento.
Escribe lo que Febo / te dicta favorable, que lo antigo / iguala y pasa el nuevo / estilo; y, caro amigo, / no esperes que podré atener contigo.
Que yo, de un torbellino / traidor acometido y derrocado / del medio del camino / al hondo, el plectro amado / y del vuelo las alas he quebrado.

El filólogo Ramón Menéndez Pidal señaló: “Fray Luis de León nos declara que su arte era en todo reflexivo y meditado; arte de selección cuidadosa de palabras y hasta de letras; arte de cálculo y medida en la disposición de las frases; arte esmerado y primoroso, que nos ofrece la lengua castellana ataviada con todos los elementos poéticos y musicales de que es capaz y levantada a la altura de las lenguas clásicas”.

DESEO DE SABER

El de fray Luis es un misticismo pleno de curiosidad, renacentista. Le impulsa un ansia de conocimiento. El poeta se maravilla ante los misterios de la naturaleza y del universo, ante el enigma del hombre y del cosmos.

En un poema dedicado a Felipe Ruiz, se pregunta: “Por qué tiembla la tierra, / por qué las hondas mares se embravecen; / dó sale a mover guerra / el Cierzo, y por qué crecen / las aguas del Océano y descrecen; / De dó manan las fuentes; / quién ceba y quién bastece de los ríos / las perpetuas corrientes; / de los helados fríos / veré las causas, y de los estíos”.

Su erudición en teología no le impedía admirarse por los alcances del entendimiento humano en el saber terrenal, de ahí que se aproximó a la geografía, la física, la astronomía, la meteorología, la metafísica. “Con la vista en el suelo, suspiraba contemplar la verdad pura y la ciencia humana”, decía Miguel de Unamuno.

Muy variadas generaciones han redescubierto cualidades en la obra de fray Luis. Azorín escribió: “¿Habrá algún poeta, antiguo o moderno, más henchido de los grandes problemas del espíritu? Fray Luis inquieto, nervioso, ardiente, se nos muestra hondamente preocupado por el problema del tiempo, del conocimiento, de la constitución del mundo. Quisiera saber lo que es y lo que ha sido, y su principio propio y escondido; lo que será, lo que ha pasado; y desearía remontarse al cielo y ver qué secreta y maravillosa sustentación tienen los orbes y las cosas. ¿Ha habido en España poeta más completo, que a la visión vigorosa y delicada de las cosas haya unido un concepto más profundo y filosófico de la vida y del mundo?”

NOCHE SERENA
Cuando contemplo el cielo / de innumerables luces adornado, / y miro hacia el suelo / de noche rodeado, / en sueño y en olvido sepultado,
El amor y la pena / despiertan en mi pecho un ansia ardiente; / despiden larga vena / los ojos, hechos fuente, / Olarte, y digo al fin con voz doliente:
Morada de grandeza, / templo de claridad y hermosura, / el alma que a tu alteza / nació, ¿qué desventura / la tiene en esta cárcel baja, escura?
¿Qué mortal desatino / la verdad aleja ansí el sentido, / que de tu bien divino / olvidado, perdido, / sigue la vana sombra, el bien fingido?
El hombre está entregado / al sueño, de su suerte no cuidando, / y con paso callado / el cielo vueltas dando, / las horas del vivir le va hurtando.
¡Oh!, despertad, mortales; / mirad con atención en vuestro daño. / Las almas inmortales, / hechas a bien tamaño, / ¿podrán vivir de sombras y de engaño?
¡Ay!, levantad los ojos / a aquesta celestial eterna esfera; / burlaréis los antojos / de aquesa lisonjera / vida, con cuanto teme y cuanto espera.
¿Es más que un breve punto / el bajo y torpe suelo, comparado / con este gran trasunto, / do vive mejorado / lo que es, lο que será, lo que ha pasado?
Quien mira el gran concierto / de aquestos resplandores eternales, / su movimiento cierto, / sus pasos desiguales, / y en proporción concorde tan iguales;
La luna cómo mueve / la plateada rueda, y va en pos della / la luz do el saber llueve, / y la graciosa estrella / de Amor le sigue reluciente y bella;
Y cómo otro camino / prosigue el sanguinoso Marte airado, / y el Júpiter benino, / de bienes mil cercado, / serena el cielo con su rayo amado;
Rodéase en la cumbre / Saturno, padre de los siglos de oro; / tras él la muchedumbre / del reluciente coro / su luz va repartiendo y su tesoro:
¿Quién es el que esto mira, / y precia la bajeza de la tierra, / y no gime y suspira / y rompe lo que encierra / el alma, y destos bienes la destierra?
Aquí vive el contento, / aquí reina la paz; aquí asentado / en rico y alto asiento / está el Amor sagrado / de glorias y deleites rodeado.
Inmensa hermosura / aquí se muestra toda, y resplandece / clarísima luz pura, / que jamás anochece; / eterna primavera aquí florece.
¡Oh campos verdaderos! / ¡Oh prados con verdad frescos y amenos! / ¡Riquísimos mineros! / ¡Oh deleitosos senos! / ¡Repuestos valles, de mil bienes llenos!

Para Ángel Custodio, Noche serena es una oda magnífica de una serenidad y belleza sin igual, que parece transportarnos a un mundo sin ruidos ni enemigos. Sigue muy de cerca el Sueño de Escipión comentado por Bartolomé Barrientos, texto del que incluso toma algunas expresiones.

SUMA HUMANÍSTICA

Fray Luis de León fue principalmente teólogo y devoto cristiano, pero como hombre de su tiempo sintetizó su fe con el humanismo y la cultura universal. Unamuno lo describió así: “Alma llena de la ardiente sed de justicia del profetismo hebraico, templada en la serena templanza del ideal helénico. Platónico, horaciano, virgiliano, alma en que se fundían lo epicúreo y lo estoico en lo cristiano”.

Los estudiosos de la obra de fray Luis consideran que de Horacio tomó la forma, la brevedad de las composiciones, las imágenes rápidas y fulgurantes, lo ceñido y sencillo de la frase, las transiciones temáticas; de Virgilio tomó la inspiración y los temas. Sin embargo, todos estos elementos fueron perfeccionados y sublimados por la pluma de fray Luis. Más aún, el filólogo Marcelino Menéndez Pelayo consideró que nadie ha infundido el espíritu moderno en las formas clásicas como logró hacerlo fray Luis.

LAS SERENAS [O SIRENAS] No te engañe el dorado / vaso ni, de la puesta al bebedero / sabrosa miel cebado, / dentro al pecho ligero, / Querinto, no traspases el postrero
Asensio; ten dudosa / la mano liberal, que esa azucena, / esa purpúrea rosa / que el sentido enajena, / tocada, pasa al alma y la envenena.
Retira el pie, que asconde / sierpe mortal el prado, aunque florido; / los ojos roba; adonde / aplace más, metido / el engañoso lazo está y tendido.
Pasó tu primavera; / ya la madura edad te pide el fruto / de gloria verdadera. / ¡Ay! Pon el cieno bruto / los pasos en lugar firme y enjuto,
Antes que la engañosa / Circe, del corazón apoderada, / con copa ponzoñosa / el alma transformada, / te junte, nueva fiera, a su manada.
No es dado al que allí asienta, / si ya el cielo dichoso no le mira, / huir la torpe afrenta; / o arde, oso, en ira, / o, hecho jabalí, gime y suspira.
No fíes en viveza, / atiende al sabio rey Solimitano; / no vale fortaleza; / que al vencedor gazano / condujo a triste fin femenil mano.
Imita al alto griego, / que sabio no aplicó la noble antena / al enemigo ruego / de la blanda Serena; / por do por siglos mil su fama suena.
Decía conmoviendo / el aire en dulce son: “La vela inclina / que del viento huyendo / por los mares camina, / Ulises, de los griegos luz divina.
“Allega y da reposo / al inmortal cuidadoso, y entre tanto / conocerás curioso / mil historias que canto; / que todo navegante hace otro tanto.
[…] Ansí falsa cantaba / ardiendo en crueldad; mas él, prudente, / a la voz atajaba / el camino en su gente / con la aplicada cera suavemente.
Si a ti se presentare, / los ojos sabio cierra; firme tapa / la oreja, si llamare; / si prendiere la capa, / huye; que sólo aquel que huye escapa.

DE LA AGITADA VIDA

Las intrigas en el claustro de la Universidad de Salamanca, por diferencias doctrinales y oscuras rivalidades, condujeron a fray Luis a la cárcel de la Inquisición.

Pese a todo, siempre expresó su anhelo de vivir en armonía. El poeta Pedro Salinas escribió: “Las poesías de Fray Luis son paces; luminoso descansadero en la historia accidentada y borrascosa del alma española”.

AL SALIR DE LA CÁRCEL
Aquí la envidia y mentira / me tuvieron encerrado. / Dichoso el humilde estado / del sabio que se retira / de aqueste mundo malvado, / y con pobre mesa y casa, / en el campo deleitoso, / con sólo Dios se compasa, / y a solas su vida pasa / ni envidiado ni envidioso.

Esta décima quedó escrita con carbón en la pared de la celda que ocupó fray Luis. Poco tiempo después sería infructuosamente comentada en tono burlón y despectivo por fray Domingo de Guzmán, al contender con fray Luis en la oposición por la cátedra de Biblia en la universidad de Salamanca.

Y es que resultaba casi imposible de entender la compleja personalidad de fray Luis de León en el siglo XVI español. Por un lado, era visto como un ardiente propagador de la observancia y rigor de la vida religiosa; por otro lado, cultivaba la poesía, una ocupación considerada frívola y poco digna de un prestigioso profesor de Biblia en la Universidad de Salamanca. Por si fuera poco, en sus traducciones había piezas de un erotismo que escandalizaba.

Fray Luis de León murió en 1591. Al paso del tiempo su legado literario fue revalorado hasta ser colocado entre los más altos sitios de la literatura española.

Actualmente, filólogos como Martín Alonso Pedraz no dudan al afirmar: “Fray Luis de León se encuentra acaso en el equilibrio clásico y renaciente de nuestro idioma. Maestro del bien decir y bien pensar. Palabra ungida y piedra trabajada con mano lenta y gozosa de orífice, concordancia musical de ideas y de formas, cláusula larga de hipérbaton latinizante, rica en matices descriptivos; toda una estética del lenguaje está difundida y derramada por las venas de su obra”.

[ Gerardo Moncada ]

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