«Dentro del fuego están los espíritus, cada uno revestido de la llama que le abrasa»: Dante Alighieri (29 mayo 1265 – 14 septiembre 1321).
La Divina Comedia es una obra asombrosa en términos de contenido, extensión, lenguaje, unidad temática, coherencia narrativa y largo aliento en el análisis de la historia de la cultura occidental. En ella, Dante analiza con agudo sentido crítico su presente y -sin pretenderlo- crea un vasto mosaico de toda la época medieval.
Aguza bien aquí la vista, ¡oh lector!, para descubrir la verdad; porque el velo es ahora tan sutil, que te será en efecto sumamente fácil atravesarlo…
Al relatar su travesía por el infierno, el purgatorio y el paraíso, el escritor florentino desarrolla una obra ambiciosa, de grandes alcances, que a un mismo tiempo es poesía, narrativa, análisis político, crítica al ejercicio del poder y balance histórico.
«En su libro no hay palabra injustificada», comenta Jorge Luis Borges, que se inclinaba ante la obra de Dante. «Cada incidente de la Divina Comedia ha sido imaginado con probidad y plenitud. Lo mismo cabe declarar de los rasgos de índole psicológica, tan admirables y a la vez tan modestos (la novelística de nuestro tiempo sigue con ostentosa prolijidad los procesos mentales; Dante los deja vislumbrar en una intención o en un gesto)».
Viaje al más allá
Infierno. Dante ofrece un repertorio de imágenes delirantes, atmósferas densas, asfixiantes, y descripciones terribles, que aún hoy siguen sorprendiendo. En los distintos niveles (círculos), el poeta se topa con almas furiosas, coléricas sombras, espíritus infelices. Son los habitantes del reino del llanto, la mansión del dolor, la lobreguez eterna, y viven bajo una tortura infinita y cruel. En este entorno, no todo es fuego; también hay zonas congeladas. Todo es dominado por criaturas terroríficas que imponen castigos espeluznantes a las almas por los pecados cometidos en vida.
Mira cómo me desgarro: mira cuán estropeado está Mahoma. Allí va delante de mí llorando, con la cabeza abierta desde el cráneo hasta la barba, y todos los que aquí ves, vivieron; mas por haber diseminado el escándalo y el cisma en la tierra, están hendidos del mismo modo. En pos de nosotros viene un diablo que nos hiere cruelmente, dando tajos con su afilada espada a cuantos alcanza entre esta multitud de pecadores, luego que hemos dado una vuelta por esta lamentable fosa; porque nuestras heridas se cierran antes de volvernos a encontrar con aquel demonio…
Purgatorio. El relato de Dante adquiere ligereza, incluso destellos de humor, aunque no deja de ser crudo. Las almas que habitan este espacio también realizan penitencias a fin de purificarse de las vanidades del mundo. Durante el día ascienden una montaña, en la medida en que logran desprenderse de sus pecados (cuyas siglas llevan impresas en el rostro y sólo se borran por medio de lágrimas). El esfuerzo diurno cede el paso a la serenidad y la reflexión nocturnas. Quien pretenda seguir ascendiendo durante la noche no avanzará, incluso retrocederá o perderá el camino.
Así estaba yo en medio de aquella compacta muchedumbre de almas […] todas aquellas sombras rogaban para que otros rogacen por ellas, a fin de abreviar el tiempo de su purificación […] Así como, para sostener un piso o un techo, se ve a veces por ménsula una figura cuyas rodillas se doblan hasta el pecho, la cual, con ser fingido su esfuerzo, produce verdadera aflicción en quien la mira, del mismo modo vi yo aquellas almas. Es cierto que estaban más o menos contraídas, según era mayor o menor el peso que soportaban; pero aun la que más paciente y aliviada se mostraba en sus movimientos parecía decir llorando: No puedo más…
Paraíso. Espacio «donde la dicha se eterniza», habitado por almas que se han transfigurado en luces gozosas y placenteras, sempiternas llamas, claridades, resplandores, fulgores. A diferencia del Infierno y el Purgatorio, donde Dante ofrece una visión estremecida y abrumada, en el Paraíso ve superadas sus capacidades de percepción. Su interpretación de lo que ahí sucede es frecuentemente descalificada por sus interlocutores pues, al ser él una persona aún viva, sus sentidos lo engañan o no le permiten descifrar los misterios celestiales. Aquí, las referencias ligadas a la vida terrenal y a la razón se desvanecen para dar paso a las explicaciones teológicas. Esto tiene fundamento en una tesis ampliamente difundida en el Medievo: la fe es el único y sólido fundamento del conocimiento de Dios, «el Padre Supremo», el «mayor ministro de la naturaleza», el «Eterno Espíritu», el «inefable poder primero», la «Luz eterna».
Vi muchos espíritus vivos y triunfantes, más gratos aún por su voz que relucientes a la vista, los cuales, tomándonos por centro, nos formaron una corona de sí mismos […] En la corte del cielo, de donde vuelvo, se encuentran muchas joyas, tan raras y bellas, que no es posible hallarlas fuera de aquel reino; y una de estas joyas era el encanto de aquellos fulgores: el que no se provea de alas para llegar hasta allí, espere tener noticias de aquel canto como si las preguntase a un mudo…
En la época de Dante ya se había llegado al dictamen salomónico que estableció que nada de lo demostrado por la razón incluía lo revelado por Dios, y nada de lo revelado por Dios podía ser demostrado por la razón. Hoy parece un juego de palabras, pero fue un acuerdo fundamental que permitió separar y delimitar los territorios de la teología y la filosofía.
El mundo de ultratumba
¿Quién es ese que gira en torno de nuestro monte, antes de que la muerte le haya hecho emprender su vuelo, y abre y cierra los ojos según su voluntad?
-¡Oh alma que, encerrada aún en tu cuerpo, te encaminas hacia el cielo! Consuélanos por caridad, y dinos de dónde vienes y quién eres; pues la gracia que de Dios has recibido nos causa el asombro que produce una cosa que no ha existido jamás.
-Deciros quién soy yo, sería hablar en vano, porque mi nombre aún no es muy conocido…
El universo de Dante, basado en la astronomía de Ptolomeo y la teología cristiana, es brillantemente resumido por Jorge Luis Borges: «La Tierra es una esfera inmóvil; en el centro del hemisferio boreal (que es el permitido a los hombres) está la montaña de Sión; a noventa grados de la montaña, al oriente, un río muere, el Ganges; a noventa grados de la montaña, al poniente, un río nace, el Ebro. El hemisferio austral es de agua y ha sido vedado a los hombres; en el centro hay una montaña antípoda de Sión, la montaña del Purgatorio. Los dos ríos y las dos montañas equidistantes inscriben en la esfera una cruz. Bajo la montaña de Sión, pero harto más ancho, se abre hasta el centro de la Tierra un cono invertido, el Infierno, dividido en círculos decrecientes, que son como las gradas de un anfiteatro. Los círculos son nueve y es ruinosa y atroz su topografía; los cinco primeros forman el Alto Infierno, los cuatro últimos, el Infierno Inferior, que es una ciudad con mezquitas rojas, cercada de murallas de hierro. Adentro hay sepulturas, pozos, despeñaderos, pantanos y arenales; en el ápice del cono está Lucifer, ‘el gusano que horada el mundo’. Una grieta que abrieron en la roca las aguas del Leteo comunica el fondo del Infierno con la base del Purgatorio. Esta montaña es una isla y tiene una puerta; en su ladera se escalonan terrazas que significan los pecados mortales; el jardín del Edén florece en la cumbre» (Estudio preliminar de la Divina Comedia, para la colección Biblioteca Universal, Océano–Educal).
Cuando llegamos al fondo del oscuro pozo, mucho más abajo de donde tenía los pies el gigante, como yo estuviese aún mirando el alto muro, oí que me decían: «Cuidado cómo andas: procura no pisar las cabezas de nuestros infelices y torturados hermanos»…
Borges destaca la simetría decimal seguida por Dante: el Infierno, con un vestíbulo y nueve círculos; el Purgatorio con dos vestíbulos, siete círculos y el Edén en la cumbre; y el Paraíso con siete cielos planetarios, más el cielo de las estrellas fijas, el cielo cristalino y el cielo empíreo.
Un presente que se esfuma
¡Ah Italia esclava, albergue de dolor, nave sin timonel en medio de una gran tempestad, no ya señora de provincias, sino de burdeles!…
Florencia, dentro del antiguo recinto donde se oye sonar aún tercia y nona, estaba en paz, sobria y púdica. No tenía gargantillas ni coronas, ni mujeres ostentosamente calzadas, ni cinturones más llamativos a la vista que la persona que los lleva…
Para el historiador Johannes Bühler, «con la Divina Comedia surge la obra poética que ocupa sin disputa el primer lugar entre las de la Edad Media. Es una de esas raras obras que desde el momento mismo en que nacen hasta la hora actual cautivan a un número de personas no siempre elevado, ciertamente, pero perteneciente a los círculos de la alta cultura. Algunos han querido ver en Dante un hombre moderno, pero la fidelidad a la idea del imperio medieval le situaba más de lleno dentro del pasado que a la mayoría de sus contemporáneos. Y su obra, la Divina Comedia, sigue siendo completamente medieval: los viajes al infierno y al cielo eran desde hacía varios siglos el tema predilecto de la literatura visionaria, y también otros autores anteriores a Dante gustaban de erigirse en jueces, situando a los grandes del mundo y de la iglesia en el cielo, en el infierno o en el purgatorio según su antojo personal y soberano. Asimismo responde por entero al gusto de la época el matiz fuertemente científico que tiñe esta obra» (Vida y cultura en la Edad Media, FCE).
Los que allá abajo os dedicáis a filosofar, no vais por un mismo sendero; tanto es lo que os arrastra el afán de parecer sabios e ingeniosos: y aun esto se tolera aquí con menor rigor que el desprecio a la Sagrada Escritura o su torcida interpretación. No pensáis en la sangre que cuesta sembrarla por el mundo, y lo grato que es a Dios el que uniforma humildemente sus ideas a las de aquélla. Sólo por parecer docto, cada cual se ingenia y se esfuerza en invenciones, que sirven de texto a los predicadores, mientras que el Evangelio se calla…
José Luis Romero, también historiador, refiere obras que imaginaron el mundo del más allá, con su infierno, su purgatorio y su cielo, antes de que Dante le proporcionara los rigurosos perfiles con que aparece en la Comedia. Y cita: la Visión de San Pablo y el Viaje de San Brandán en el siglo XI, la Visión de Túndalo, el Purgatorio de San Patricio y la Visión de Alberico en el XII, así como el Viaje al Paraíso de Baudoin de Condé y el Sueño del Infierno de Raoul de Houdenc (La Edad Media, FCE).
¡Oh luz suprema que te elevas tanto sobre los pensamientos de los mortales! Presta a mi mente algo de lo que parecías, y haz que mi lengua sea tan potente que pueda dejar a lo menos un destello de tu gloria a las generaciones venideras…
No obstante estos antecedentes, Romero reconoce: «La Divina Comedia, tan grande por su valor poético, es grande también como documento de la disolución del orden medieval, que Dante amaba. Su visión de la comuna italiana, de los reinos vecinos, del papado y del imperio, así como también del orden moral que suponía el mundo que contemplaba, entraña una dolorosa experiencia que el poeta trasunta con acusada hondura: la de una mutación histórica profunda tras la cual sobrevendría una época nueva, incomprensible para él y condenable a sus ojos por el abandono que supone de los ideales que le eran queridos. Pero independientemente de la calificación que Dante, sintiéndose profeta, impone a los tiempos que sobrevenían, es innegable que el poeta percibió con desusada claridad la declinación de un periodo y la aurora de otro […] Con su basta creación poética, Dante Alighieri inicia la era en que el orden medieval se quiebra, y representa el momento inaugural de la baja Edad Media».
Vinieron en otro tiempo Cefas y el Vaso de elección del Espíritu Santo [San Pedro y San Pablo], flacos y descalzos, aceptando su alimento de cualquier mano. Ahora los modernos pastores quieren que de uno y otro lado los apoyen, ¡tan pesados son!, y que les lleven en litera, y que vaya detrás quien les sostenga la cola. Cubren con sus mantos sus cabalgaduras, de suerte que van dos bestias bajo una sola piel. ¡Oh paciencia de Dios, que tanto soportas!
Al sonido de estas palabras, vi muchas llamas que bajaban girando de escalón en escalón…
Dante reprueba la activa participación del papado en las luchas políticas por considerarla uno de los principales errores de la Iglesia, ya que impidió el establecimiento de un orden espiritual universal. Por eso, es implacable con esas figuras eclesiásticas, a las que condena a los más duros castigos de ultratumba.
La batalla interminable
¡Oh insensatos afanes de los mortales!, ¡cuán débiles son las razones que os inducen a bajar el vuelo y a rozar la tierra con vuestras alas! Mientras unos se dedicaban al foro, y otros se entregaban a los aforismos de la medicina; y éstos seguían el sacerdocio, y aquéllos se esforzaban en reinar por la fuerza de las armas, haciendo creer en su derecho por medio de sofismas; y algunos rodaban, y otros se consagraban a los negocios civiles; y muchos se enervaban en los placeres de la carne, y bastantes por fin se daban a la ociosidad, yo, libre de todas esas cosas, había subido con Beatriz hasta el cielo, donde tan gloriosamente fui acogido…
La Divina Comedia es uno de los libros que más polémicas ha generado a lo largo de siete siglos. Escritores, filólogos, teólogos, académicos han generado diversas hipótesis acerca del sentido de sus versos o de su simbolismo oculto. Y como esta obra ofrece múltiples posibilidades de interpretación, ha sido analizada canto por canto, verso por verso, figura por figura.
Para muestra, Borges refiere tan solo la escena de la entrada de Dante al jardín del Edén: «Los veinticuatro ancianos preliminares son los 24 libros del Viejo Testamento, según el Prologus Galeatus de San Jerónimo. Los animales con seis alas son los evangelistas (según Tommasseo) o los Evangelios (Lombardi). Las seis alas son las leyes (Pietro di Dante) o la difusión de la doctrina en las seis direcciones del espacio (Francesco da Buti). El carro es la iglesia universal; las dos ruedas son los dos Testamentos (Buti) o la vida activa y la contemplativa (Benvenuto da Imola) o Santo Domingo y San Francisco o la Justicia y la Piedad (Luigi Pietrobono)…» Y podría haber más interpretaciones, pues Borges aclara que su revisión no es exhaustiva.
El alma que más brilla en el cielo, el serafín que tiene más fijos los ojos en Dios no podrá satisfacer tus preguntas; porque lo que deseas saber penetra tan profundamente en el abismo del decreto eterno, que está muy apartado de toda vista creada; y cuando vuelvas al mundo mortal, refiere lo que te digo, a fin de que nadie presuma llegar al fondo de tal arcano. La mente, que aquí es luz, en la Tierra es humo; considera, pues, cómo podrá comprender allá abajo lo que aquí no comprende, por más que el cielo la enaltezca…
Incluso se han hecho interpretaciones acerca de la duración del viaje de Dante por el mundo después de la muerte, o de la fecha en que comenzó.
¿Quién podría jamás, ni aún con palabras sin medida, por más que lo intentase muchas veces, describir toda la sangre y las heridas que vi entonces? No existe ciertamente lengua alguna que pueda expresar, ni entendimiento que retenga, lo que apenas cabe en la imaginación…
Los debates surgieron debido a la verosimilitud de su relato; pocos aceptaban que la obra es ficción y que los personajes son prototipos de determinados vicios o virtudes, aunque tengan nombres reales y narren hechos que registra la historia.
El avance de las ciencias físicas le restó veracidad a algunas descripciones, lo cual provocó una reacción diametralmente opuesta, con descalificaciones a la obra, como si el poeta fuera geógrafo o astrónomo. No obstante, las polémicas continuaron en muchos otros aspectos. Dante debió aclarar en vida que el sujeto de su Comedia es, literalmente, el estado de las almas después de la muerte y, alegóricamente, el ser humano en cuanto se hace acreedor a los castigos o las recompensas divinas.
Iacopo di Dante, hijo del poeta, no sólo heredó la fama sino también las discusiones. Él afirmó: «la Comedia quiere mostrar los tres modos de ser de la humanidad: el vicio (Infierno), el pasaje del vicio a la virtud (Purgatorio) y la condición de los seres perfectos (Paraíso), para mostrar la altura de sus virtudes y su felicidad, ambas necesarias al hombre para discernir el sumo bien».
Los condenados y los elegidos
Allá arriba la alegría produce un vivo esplendor, como entre nosotros produce la risa; pero en el Infierno la sombra de los condenados se oscurece cada vez más, a medida que entristece su espíritu…
Tras siglos de especulación, finalmente se llegó al acuerdo de que distintas referencias del texto son de tipo ideal o alegórico. No obstante, los comentadores de la obra insistieron acerca de lo justo o injusto de los castigos asignados a ciertos personajes. A finales del siglo XIX, Friedrich Nietzsche acusó de crueldad a Dante, «la hiena que versifica en las sepulturas» (El crepúsculo de los dioses). Y es que Dante no sólo es el viajero, también es el juez y el verdugo que decide dónde colocar a cada personaje, aunque le provoque compasión o comprenda por qué actuó en vida de cierta manera.
«Dante, como teólogo, como creyente, como hombre ético, condena a los pecadores; pero sentimentalmente no condena y no absuelve», escribió Benedetto Croce (La poesia di Dante).
Sólo una conciencia manchada por su propia vergüenza o por la ajena encontrará aspereza en tus palabras: no obstante esto, aparta de ti toda mentira, manifiesta por completo tu visión, y deja que se rasque el que tenga sarna; pues si tu voz es desagradable al gustarla por primera vez, dejará un alimento vivificante cuando sea digerida. Tu grito hará lo que el viento, que azota más las más elevadas cumbres, lo cual no será una pequeña prueba de honor…
A lo largo de su viaje, Dante efectúa una severa y vasta revisión de los principales personajes de su tiempo y del pasado, figuras de la cultura, la monarquía, la nobleza y el clero. A todos ellos, Dante los caracteriza con maestría mediante unos cuantos trazos.
Tan solo se te han mostrado en estas esferas, en el monte y en el doloroso valle las almas que han gozado de cierto renombre; porque el ánimo del que escucha no fija su atención ni presta fe a ejemplos sacados de una raíz oculta y desconocida…
El autor exhibe un vasto conocimiento de la mitología, de las religiones, de la teología cristiana (especialmente de la escolástica); de la historia en general y de la historia de la cultura; de la vida y obra de los personajes célebres (tanto de su fama pública como de detalles íntimos); de los conflictos al interior de la iglesia; de las pugnas entre artistas; del desarrollo de la filosofía.
Pilar de la literatura
Así como el fuego de la nube, dilatándose de modo que ésta no puede contenerlo, se escapa de ella, y, contra su naturaleza, se precipita hacia abajo, de igual suerte mi mente, engrandeciéndose más entre aquellas delicias, salió de sí misma, y no sabe recordar lo que fue de ella…
Me confieso vencido por este pasaje de mi poema más de lo que con respecto a otro punto lo fue jamás autor trágico o cómico…
La retórica medieval dio un sentido amplísimo a los términos tragedia y comedia. La comedia se caracterizaba por el lenguaje suelto y común, y por el desenlace feliz. Quizá por ello, Dante dio a su libro la definición de «comedia». Giovanni Boccaccio recibió de la Señoría de Florencia el encargo de comentar el poema, al que dio la calificación de «divina» y esa palabra, a partir de una impresión veneciana del siglo XVI, fue incorporada al título.
La Divina Comedia es mucho más que un excelso ejercicio de imaginación literaria, es una obra de altos vuelos en cuanto a concepción y estructura, en una época en que aún dominaba el cantar de gesta, la novela de caballerías y las obras cortesanas. Escrita en el año 1307, ofrece un vasto panorama del estado de la cultura occidental hasta ese entonces.
Para ese tiempo, el Medievo había entrado a su última etapa. Dante percibió que las cosas estaban cambiando drásticamente y a través de su obra lanzó una voz de alerta, que terminaría como una elegía dolorida ante un régimen y una época que comenzaban a languidecer.
Allá abajo, en el mundo eternamente amargo, y en el monte desde cuya hermosa cumbre me elevaron los ojos de mi Dama, y después en el cielo, de luz en luz, he oído cosas, que si las repitiera, serían para muchos de un sabor desagradable; y si soy cobarde amigo de la verdad, temo perder la fama entre los que llamarán a este tiempo el tiempo antiguo…
La Divina Comedia es una obra de gran belleza y asombrosa calidad literaria, cuya personalidad poliédrica la hace inagotable, inabarcable. Es, sin duda, una de las cimas de la literatura de todos los tiempos.
[ Gerardo Moncada ]Ahora, lector, permanece tranquilo en tu asiento, meditando acerca de estas cosas que aquí sólo se bosquejan, si quieres que te causen mayor deleite antes que tedio. Te he puesto delante el alimento; tómalo ya por ti mismo, porque el asunto del que escribo reclama para sí todos mis cuidados…
Otras obras del Medievo: