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La metamorfosis y otros relatos, de Franz Kafka

Franz Kafka nació en Praga (3 julio 1883) y murió en Austria a los 40 años (3 junio 1924), víctima de tuberculosis. Su novela corta La metamorfosis fue publicada en 1916, pero el reconocimiento pleno a su obra sería póstumo, conforme sus múltiples escritos inéditos (la mayoría) fueron siendo publicados.

Gregorio Samsa, al despertarse esa mañana después de un sobresaltado sueño, se halló sobre su cama convertido en un repugnante bicho…

Esta primera línea es un disparo que define uno de los más célebres relatos de la literatura contemporánea. La realidad se confunde y mezcla con la pesadilla. Lo absurdo, lo insólito, lo espeluznante se instala en la cotidianidad.

-¿Qué me estará ocurriendo?, se pregunta casi con naturalidad Gregorio.

La metamorfosis recrea la capacidad trágica de los seres humanos de adaptarse a todo, aun a las condiciones más aberrantes o degradantes; es una metáfora acerca de lo inalcanzable de los anhelos individuales en una sociedad rígida y despótica.

Estoy asombrado; yo tenía de usted un concepto de hombre responsable y correcto, y parece que ahora, de súbito, quiere hacer usted alarde de extravagancias inexplicables…

La conflictiva vida familiar de Franz Kafka siempre fue un elemento que nutrió sus relatos, y La metamorfosis no es la excepción. Aquí refiere los cambios de conducta que ocurren en una familia supeditada al esfuerzo laboral de uno de sus miembros, y lo que sucede cuando éste se convierte, a los ojos de sus parientes, en un fardo.

Durante los primeros quince días no pudieron sus padres decidirse a entrar en su cuarto. Él, a menudo, les oía elogiar los trabajos de la hermana, cuando hasta esa fecha más bien solían regañarla, pues pensaban que era algo así como una hija inútil…

…¡Qué apacible vida parece vivir mi familia!, se dijo Gregorio. Y mientras sus miradas se dirigían a la penumbra se sintió orgulloso de haber logrado proporcionar a sus padres y hermana tan tranquila existencia, en un apartamento tan bonito. Pero, ¿y si aquella tranquilidad, aquél bienestar y aquella alegría hallaban su fin en el horror?…

La resistencia inicial al cambio drástico, la creencia de que todo volverá a ser como antes, cede poco a poco ante la dura realidad. Incluso el propio Gregorio tiende por momentos a aceptar su nueva condición entomológica.

No podía explicarse por qué él prefería ver su habitación vacía de muebles. ¿Es que realmente quería que su cálida habitación, confortable y arreglada con antiguos muebles de familia, se transformara en un desierto en el cual hubiera podido, sin duda, trepar en todas las direcciones sin ningún impedimento, pero a riesgo de caer en el olvido de su pasada condición humana?

Esta será la circunstancia que definirá el destino de los personajes: adaptarse a las nuevas circunstancias, aunque conduzcan a un envilecimiento, o aferrarse a su condición anterior aunque esto entrañe un riesgo para su supervivencia.

La metamorfosis es un relato genial, pesimista, oscuro, que logra despertar en el lector empatía hacia lo insólito y -en apariencia- repulsivo.

OTROS RELATOS

Informe para una Academia es una aguda ironía acerca de la libertad, un espléndido monólogo en el que un simio explica la transformación que, consciente y voluntariamente, emprendió para librarse del cautiverio a que fue sometido por cazadores, y cómo descubrió que en las reglas sociales humanas estaba la salida de la jaula hacia la «libertad» civilizada. En su relato hay crudas, incluso crueles, metáforas.

Si los seres humanos me hubieran soltado pronto, yo habría podido retornar a la libertad por una puerta tan grande como la que forma el cielo sobre la tierra. Pero a medida que iba evolucionando, la puerta se estrechaba más… Y en medio de todo, una certeza: no hay salida… Así que había que dejar de ser mono. Era un razonamiento claro y sencillo, que debo haber gestado en el vientre, pues los monos piensan con el vientre. Acaso no se entienda bien lo que quiero decir con la palabra ‘salida’. Uso la palabra en el sentido más vulgar y estricto. Intencionadamente, no digo ‘libertad’; no aludo a aquella gran libertad en todas direcciones… aceptaba cualquier salida, aunque no fuera más que un engaño… ¡Salir adelante!… Había barruntado que, si quería vivir, tenía que encontrar una salida, pero que esa salida no consistía en una fuga… Nadie me prometió que se abriría la reja si me volvía como ellos. No se hacen promesas a cuenta de lo imposible. Pero si lo imposible se hace realidad, entonces aparecen las promesas justamente allí donde uno las había buscado en vano…

Kafka también elaboró minificciones cargadas de paradojas y misterio.

La leyenda pretende descifrar lo indescifrable. Como surgida de una verdad, tiene que remontarse a lo indescifrable… («Prometeo»)

Lo insólito en lo cotidiano

Como La metamorfosis, algunos otros relatos muestran que lo extraordinario puede adquirir una condición cotidiana e incluso poseer autonomía y conciencia, como un ser llamado Odradek:

A primera vista tiene el aspecto de un carrete de hilo en forma de estrella plana. Parece cubierto de hilo, pero más bien se trata de pedazos de hilo, de los tipos y colores más diversos, anudados o apelmazados entre sí… («Preocupaciones de un padre de familia»).

Sus personajes pueden estar atrapados en un vertiginoso delirio sobrenatural, quizá en una pesadilla:

…Y ahora viene todos, la familia y los ancianos del pueblo. Me desnudan. Un coro escolar, con el maestro a la cabeza, está apostado ante la casa, entonando una melodía monótona, con estas palabras: ‘Desnúdenlo, para que cure / Y si no cura, ¡mátenlo! / Es sólo un médico, es sólo un médico’… («Un médico rural»).

Aunque la pesadilla puede ser una oscura intriga que parte de malentendidos derivados de las mejores intenciones. Debajo de las apariencias se ocultan verdades que terminarán por estallar y conducirán al encuentro de una maldición, o a eso que también llamamos destino («La condena»).

O tan simple como quedar atrapado en las propias paradojas, que absurdamente aceptamos y asumimos, creyendo que solamente nos podremos liberar por medio del sacrificio:

…ensartó el pico en mi boca, hasta el fondo. Al irme de espaldas sentí como que me liberaban; que en mi sangre, que llenaba todas las profundidades y que rebasaba todos los límites, el buitre, inexorablemente, se ahogaría… («El buitre»).

Personas sin importancia

Kafka vislumbró temas, condiciones, circunstancias que serían ampliamente explorados en la literatura y las expresiones artísticas del siglo XX.

Por ejemplo, la incomprensión del arte y la manera que sus ejecutantes son vistos con sospecha, burla o morbo. Personajes insólitos, sólo reconocidos en forma carnavalesca. La calamidad y lo sobrenatural convertidos en un espectáculo en el que sólo interesa la exhibición de la melancolía. Un artista del hambre es una metáfora de la vida del artista privado de bienes básicos y, aun así, mirado con sospecha.

No se podía luchar contra aquella incomprensión, contra ese mundo de estupidez… provocó una sonrisa entre la gente del oficio [circense], conocedores del espíritu reinante en los tiempos que corrían, detalle que, en su euforia, había olvidado el ayunador… ¡Y si tratara de explicarle a alguien el arte del ayuno? A quien no lo siente, no es posible hacérselo entender…

Uno de los grandes temas kafkianos es el ciudadano común ante las altas autoridades, difusas e inalcanzables. La relación imposible entre los altos gobernantes y un individuo común y corriente que, pese a todo, mantiene ese vínculo como una ilusión perenne. Kafka cuestiona el pensamiento vertical impuesto por una autoridad y la manipulación de las necesidades colectivas, ya sean reales o inventadas.

Hay una parábola que describe muy bien esta situación: El emperador te ha enviado a ti, al solitario, al más mísero de sus súbditos, a la minúscula sombra escondida lejos del gran sol imperial; a ti, justamente a ti, el Emperador manda un mensaje desde su lecho de muerte… Al momento el mensajero parte y va abriéndose paso entre la multitud, el camino es más fácil para él de lo que sería para cualquier otro. Pero la muchedumbre es tan inmensa que no tiene fin. Cámaras, patios, escaleras, el palacio exterior… y así durante miles de años… Nadie es capaz de abrirse paso por ahí aun llevando el mensaje de un muerto. Tú, en cambio, aguardas en tu ventana y te lo imaginas, al atardecer… («La gran muralla china»)

Ese poder aplastante, inaccesible y cruel de las inmensas burocracias, de las instituciones que imparten la Ley, cuya puerta siempre está abierta pero custodiada por un guardián que impide la entrada. Un campesino espera por años, inútilmente. Ya agonizante pregunta cómo es que en tantos años nadie ha entrado.

-Nadie más podía entrar aquí, porque esta entrada era sólo para ti. Ahora mismo la cierro… («Ante la Ley»).

La paradoja humana de las grandes ambiciones opacadas por las debilidades (envidias, disputas y escepticismo). En El escudo de la ciudad, el ideal se enfrenta a las dificultades prácticas. La gente se vuelve esclava de sus propias fantasías, pero anhela que alguien la libere.

O también ocurre que la gente queda atrapada en circunstancias adversas, insólitas, generadas por gobernantes déspotas:

¿Qué será de nosotros? -nos preguntamos-. ¿Hasta cuándo soportaremos esta desgracia y este tormento? El palacio imperial ha atraído a los nómadas y ahora no sabe cómo sacárselos de encima. El portón permanece cerrado. La guardia, que antes salía y entraba pomposamente, se guarece detrás de las ventanas enrejadas. A nosotros, artesanos y comerciantes, se nos confía la salvación de la patria; pero no nos sentimos a la altura de semejante empresa; jamás nos hemos jactado al respecto. Es un malentendido que nos destruye… («Un viejo manuscrito»).

Kafka además elaboró fábulas con fino, despiadado humor acerca de la relación entre los pueblos y sus líderes (políticos, espirituales o artísticos). En ellas plasmó agudos apuntes en torno a la idiosincrasia popular y sus paradojas, como en el caso de Josefina, la cantora o el pueblo de los ratones:

Nuestra virtud suprema es cierta viveza práctica que, por supuesto, nos hace mucha falta, y con esta virtud nos basta para sobreponernos a todo…
…Cierto aire infantil, de carácter imperecedero, impregna nuestro pueblo. A veces obramos como si fuéramos niños, en contradicción con nuestra inteligencia práctica, que es lo mejor que tenemos… Pero nuestro pueblo no es sólo pueril; también es, al menos en cierto sentido, prematuramente viejo. No tenemos juventud; en seguida somos mayores, y luego somos mayores durante demasiado tiempo; el cansancio y la desesperanza imprimen profundamente sus huellas en la naturaleza de nuestro pueblo, aunque seamos tan resistentes y optimistas…
…Josefina cree -ni más ni menos- que nos salva del caos político y económico con su canto y que éste, aunque no ahuyenta las desgracias, al menos nos da fuerzas para soportarlas… Ese canto se eleva como un mensaje del pueblo mismo a cada uno de nosotros; en medio de las decisiones graves, el débil silbidito de Josefina parece expresar la mísera existencia de nuestro pueblo en este mundo hostil…
…Es fácil ejercer el papel de salvador en un pueblo habituado al sufrimiento, en un pueblo temerario, decidido, que conoce bien la muerte, que sólo es miedoso en apariencia y que, al mismo tiempo, es fértil y valeroso; es fácil, digo yo, hacer de salvador cuando la tormenta ha pasado, salvar a un pueblo que siempre se ha salvado a sí mismo al precio de sacrificios que harían palidecer al historiador más curtido. Y sin embargo es verdad: en tiempos difíciles escuchamos mejor la voz de Josefina que en los fáciles. Entonces las amenazas que penden sobre nuestras cabezas nos tornan más silenciosas, más humildes, más dóciles al despotismo de Josefina…

Otras voces

Jorge Luis Borges escribió:

Si bien la biografía de Max Brod refiere la desavenencia de Franz Kafka con su padre, la soledad, los estudios jurídicos, los horarios de una oficina, la profusión de manuscritos, la tuberculosis… El destino de Kafka fue transmutar las circunstancias y las agonías en fábulas. Redactó sórdidas pesadillas en un estilo límpido. No en vano era lector de las Escrituras y devoto de Flaubert, de Goethe y de Swift. Era judío, pero la palabra judío no figura, que yo recuerde, en su obra, que es intemporal y tal vez eterna. Kafka es el gran escritor clásico de nuestro atormentado y extraño siglo XX.

Gabriel García Márquez dijo en varias ocasiones que el primer relato que lo inspiró para transitar del periodismo hacia la literatura fue La metamorfosis de Kafka, donde descubrió que todo era posible.

Max Brod, amigo íntimo y biógrafo de Kafka, escribió:

La sombría imagen de un Franz Kafka angustiado y triste pertenece más a la leyenda que a la verdad. En la conversación íntima se le soltaba asombrosamente la lengua, llegando a entusiasmarse, a ser encantador. Las bromas y las risas no tenían fin; reía a gusto y cordialmente y sabía hacer reír a sus amigos… Alto, esbelto, de cabellos renegridos, ojos azul grisáceos, Kafka amaba la vida al aire libre, era un deportista infatigable, nadador excelente y remero experto… Se olvida fácilmente su pliegue de alegría de la vida. Su humorismo se hacía particularmente claro cuando era él mismo quien leía sus obras… Aún las escenas más crudas de la obra de Kafka se ubican bajo una rara media luz entre el interés analítico y la moderna ironía. Ese humor, ingrediente esencial de la creación (y de la vida) kafkiana, señala precisamente, a través de la malla de la realidad, una realidad más alta… Lo que él decía lo decía de una manera que con el correr de los años iría haciéndose más y más espontánea: era una valiosa expresión de su idiosincrasia, paciente, vitalista, irónicamente indulgente con las estupideces del mundo y, de allí, humorística, aunque sin descuidar jamás el meollo, lo ‘indestructible’ de un asunto, y por tanto, apartado siempre de lo fatuo o cínico. Así era él.

Rodolfo Enrique Modern escribió:

El tema de su novelística es fundamentalmente el conflicto -aparentemente insoluble- de la adecuación de la existencia humana a un mundo gobernado por propósitos desconocidos.

[ Gerardo Moncada ]

Ver también:
Carta al padre, de Franz Kafka.

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