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J. Arthur Rimbaud, a las Iluminaciones después de Una temporada en el infierno

El «enfant terrible» (que todos deseábamos ser) nació el 20 de octubre de 1854 y murió, con sólo 37 años, el 10 de noviembre de 1891. Aún adolescente, se fugó varias veces de su casa. A los 17 años escribió Cartas del vidente; a los 19, Una temporada en el infierno (la búsqueda de un nuevo universo poético), y a los 20, Iluminaciones (una inédita alquimia verbal).

«Lo oculto, lo ridículo;
lo oscuro, subterráneo;
lo enfermo, seco y alucinante;
nos es develado por el POETA VIDENTE…»

Marzo de 1968, antes del movimiento estudiantil. Tenía yo 21 años. Caminaba frecuentemente con Silvia, mi chica, sobre Paseo de la Reforma rumbo al café “El Acuario“ de estilo que llamábamos “existencialista“. Era un lugar no costoso, lo suficientemente oscuro y con excelente equipo de sonido; pedíamos a Luis una malteada, una cerveza oscura, unas papas a la francesa (no alcanzaba para más), y que pusiera el LP de The Doors Strange Days.

William Blake: «Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo aparecería ante el hombre tal cual es: ……infinito…”

Aún sonaba el estruendo y se vislumbraba la sombra oscura de los hongos nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki.

Traíamos encima, además de unos cuantos pesos, las lecturas de Sartre (El muro), Herman Hesse (El lobo estepario), Baudelaire (Las flores del mal) y de Jack Kerouac (uno que otro poema de Mexico City Blues).

La oscuridad del sitio, la voz grave, tierna, oscura también de Morrison y algunas frases que podía entender me hacían asociar aquellas letras a Charles Baudelaire, pero poco después me enteraría que su verdadero modelo era el poeta rebelde… Arthur Rimbaud.

Ayer, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde corrían todos los vinos.
Una noche, senté a la belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Hui. Oh miseria, oh hechiceras, oh odio, a ustedes mi tesoro les confié.
Logré desvanecer de mi espíritu toda la esperanza humana. A toda alegría, para estrangularla, di el salto sordo de la bestia feroz […] «Serás siempre hiena, etcétera…», exclama el demonio que me coronó de dulces adormideras. «Gana la muerte con todos tus apetitos y tu egoísmo y los pecados capitales»… (Una temporada en el infierno)

Un revuelo de pichones escarlatas truena alrededor de mi pensamiento […] ¿Qué es mi nada, junto al estupor que os espera? […] No deploro mi vieja parte de alegría divina: el aire sobrio de esta agria campiña alimenta muy activamente mi atroz escepticismo […] estoy consagrado a un desorden nuevo, -espero convertirme en un malvado loco… (Vidas)

Brillante escolar de inquietante personalidad rebelde, considerado desde su infancia por la comunidad literaria de la época como un genio. El propio Víctor Hugo (a quien este muy joven poeta había leído con avidez) llegó a llamarlo “Shakespeare niño“.

Tengo de mis ancestros galos los ojos blancos y azules, la mentalidad mezquina y la torpeza en la lucha […] ¿Conozco al menos la naturaleza? ¿Me conozco yo? No más palabras. Amortajo los muertos en mi vientre. ¡Gritos, tambor, danza, danza, danza, danza! No veo aún la hora en que desembarcando los blancos me despeñaré en la nada.
¡Hambre, sed, gritos, danza, danza, danza, danza!
. . .
Ahora, a someterse al bautizo, vestirse, trabajar.
Me dieron en el corazón el tiro de gracia. ¡Ah, y no haberlo previsto! […] Adiós quimeras, ideales, errores […] El hastío ya no es mi amor. Las rabias, los desenfrenos, la locura, de la que conozco todos los impulsos y desastres: mi fardo entero está depuesto. Apreciemos sin vértigo la vastedad de mi inocencia.
No me siento capaz de pedir una paliza como bálsamo. No me creo embarcado para una boda con Jesucristo como suegro.
No soy prisionero de mi razón. Yo digo: Dios. Quiero la libertad en la salvación: ¿cómo lograrlo? Los gustos frívolos me han abandonado. No es necesario el sacrificio ni el amor divino. No lamento el siglo de los corazones sensibles. Cada uno tiene su razón, caridad y desprecio: conservo mi lugar en la cima de esta escala angélica del buen sentido.
En cuanto a la felicidad establecida, doméstica o no… no, no puedo. Soy demasiado disipado, demasiado débil […] La vida es la farsa que todos debemos representar.
¡Basta! Llegó el castigo. ¡Marchemos!
¡Ah, los pulmones arden, las sienes retumban! ¡La noche rueda en mis ojos, con este sol! El corazón… los miembros…
¿A dónde vamos? ¿Al combate? ¡Soy débil! Los otros avanzan. Las herramientas, las armas… ¡el tiempo!…
¡Fuego, fuego sobre mí! ¡Allá! O me rindo, ¡cobardes! ¡Me mato! ¡Me arrojo a las patas de los caballos!
¡Ah!…
Me acostumbraré… (Mala sangre)


(Imagen: J.A.A.G.)

Rimbaud fue un crítico feroz de la moral sumisa de la sociedad burguesa, maloliente e hipócrita, controlada por la iglesia católica con su eficaz manejo de la culpa.

Debería tener mi infierno para la cólera, mi infierno para el orgullo -y el infierno de la caricia: concierto de infiernos.
Muero de cansancio. Es la tumba: voy a que me devoren los gusanos, ¡horror del horror! Satanás, farsante, quieres disolverme con tus encantos. ¡Protesto!, ¡protesto! Un jalón en la horca, una gota de fuego… (Noche del infierno)

El lobo aullaba bajo el follaje
escupiendo las bellas plumas
de su festín de aves:
como él, así me consumo […] Oh felicidad, oh razón, separé el azul del cielo, que es negro, y viví, centella de oro de la luz naturaleza: de pura alegría, adopté una expresión bufonesca y extraviada de lo posible […] Me convertí en una ópera fabulosa: me di cuenta que todos los seres tienen una fatalidad de felicidad: la acción no es la vida, pero es una forma de empeorar una fuerza, un enervamiento. La moral es la debilidad del cerebro… (Hambre)

Rimbaud escandalizó a la élite literaria parisina, indignada en particular por su comportamiento público, auténtico arquetipo del “enfant terrible“. Adolescente de 16 años escapa del hogar familiar y de su severísima madre para ir a un París que encuentra sumamente convulso, tanto por la guerra contra Prusia como por la instalación temporal de uno de los experimentos sociales más interesantes: la Comuna de París, a la cual admira y refiere en algunos de sus textos.

Que venga, que venga,
el tiempo que amaremos.
Tuve tal paciencia
que ya nunca olvido;
sufrimientos y temores
al cielo han partido
y la sed enferma
mis venas ha oscurecido.
Que venga, que venga,
el tiempo que amaremos.
Como una pradera
al olvido librada,
crecida, floreciente
de incienso y cizaña,
con zumbido atroz
de moscas marranas.
Que venga, que venga,
el tiempo en que amaremos… (Canción de la torre más alta)


(Imagen: J.A.A.G.)

Precoz, luminoso y sensible escritor, así como agudo y reflexivo filósofo. Pionero del movimiento cultural francés del Modernismo; rechaza al “Realismo“ y al “Naturalismo“, entonces en boga. Esta vanguardia desprecia la cultura racional cientificista, hipócrita y pragmática, reivindicando la visión franca y subjetiva del individuo («Los primeros románticos han sido videntes sin haberse percatado muy bien… locomotoras abandonadas, pero humeantes, que estuvieron algún tiempo en los rieles», escribe Rimbaud).
Es considerado uno de los “poetas malditos“, junto a Stephan Mallarmé y otros.

¡Ah!, esta vida de mi infancia, la enorme brecha hacia todos los tiempos, sobrenaturalmente sobrio, aun más desinteresado que el mejor de los mendigos, orgulloso de ser apátrida y carecer de amistades: qué estupidez todo aquello. ¡Y sólo hasta hoy me doy cuenta! […] Sin embargo, no pensaba de ningún modo en el placer de escapar a los sufrimientos modernos […] Espíritu mío, cuídate. Nada de medios de salvación demasiado violentos […] -Pero me doy cuenta que mi espíritu duerme.
¡Si estuviera siempre completamente despierto a partir de este instante, llegaríamos pronto a la verdad, que tal vez nos rodea con sus ángeles llorando!… ¡Si hubiera estado despierto hasta este momento, yo no habría cedido a los instintos deletéreos, en una época inmemorial!… ¡Si hubiera estado siempre despierto, bogaría en la plena sabiduría!… (Lo imposible)

Rimbaud es admirador de Charles Baudelaire («el primer vidente, rey de los poetas, un verdadero Dios», escribe). Ambos son referencia imprescindible de la lírica actual e influencias fundamentales de la poesía contemporánea.

Para Helena se conjuraron las savias ornamentales en las sombras vírgenes y las claridades impasibles en el silencio astral. El ardor del verano fue confiado a pájaros mudos y la necesaria indolencia a una barca de inapreciables lutos por ensenadas de amores muertos y perfumes desplomados… (Fairy)

Todas las monstruosidades violan los gestos atroces de Hortensia. Su soledad es la mecánica erótica; su lasitud, la dinámica amorosa. Vigilada por una infancia, ha sido, en épocas numerosas, la ardiente higiene de las razas. Su puerta está abierta a la miseria. Allí, la moralidad de los seres actuales se descorporiza en su pasión o en su acción. -Oh terrible escalofrío de los amores novicios sobre el suelo sangriento y el claror del hidrógeno! -encontrad a Hortensia… (H)

Poderoso generador de imágenes, percepciones, aromas, sonidos que por igual elevan al lector, o lo estremecen, o lo atropellan [«que sube al cielo, me golpea, me derriba, me arrastra»]. Por momentos, sus versos son una larga y furiosa imprecación.

‘Quiero volverme loco de rabia. No me muestres alhajas, reptaría, me retorcería en la alfombra. Quisiera mi riqueza manchada de sangre por todas partes. Jamás trabajaré…’ Varias noches me atrapaba su demonio, rodábamos, ¡luchaba con él! A menudo, en las noches, ebrio, se apuesta en las calles o en las casas, para espantarme mortalmente. ‘Me torcerá el cuello; ¡será repugnante!’ […] Si me contara sus tristezas, ¿las entendería mejor que sus escarnios? Me agrede, pasa las horas avergonzándome de todo lo que ha podido conmoverme en el mundo, y se indigna si lloro.
‘Ves ese elegante joven entrando a la bella y tranquila casa: se llama Duval, Dufour, Armando, Mauricio, ¿qué se yo? Una mujer se ha consagrado a amar a este malvado imbécil: está muerta. Ahora, ciertamente, es una santa en el cielo. Tú harás que muera, como él ha hecho morir a esta mujer. Es nuestro destino, el de nosotros, corazones caritativos…’ ¡Ay de mí! Hubo días en que todos los hombres que actuaban le parecían juguetes de grotescos delirios; largo rato, reía horriblemente. Después volvía a tomar sus maneras de joven madre, de amada hermana. ¡Si fuera menos salvaje, estaríamos salvados! Pero su dulzura es también mortal. Le vivo sometida. ¡Ah, estoy loca!… (Delirios I, El esposo infernal)


(Imagen: J.A.A.G.)

La única obra que publicaría él mismo fue Una temporada en el infierno, ampliamente reconocida como una de las obras pioneras del simbolismo moderno, que incluye los poemas «Virgen demente» y el «Esposo infernal», donde hace referencia a su conflictiva relación amorosa con su protector y maestro, el poeta Paul Verlaine.

Soñaba cruzadas, viajes de descubrimientos sin relación, repúblicas sin historia, guerras de religión sofocadas, revoluciones de costumbres, desplazamientos de razas y de continentes: creía en todos los encantamientos.
¡Inventé el color de las vocales! -A negra, E blanca, I roja, O azul, U verde-. Regulé la forma y el movimiento de cada consonante y, con ritmos instintivos, me vanaglorié de inventar un verbo poético accesible, de un día a otro, a todos los sentidos. Me reservé la traducción […] La antigualla poética tenía gran parte en mi alquimia del verbo.
Me habituaba a la alucinación simple: veía impecablemente una mezquita en el sitio de una fábrica, una escuela de tambores edificada por ángeles, calesas en las rutas de los cielos, un salón en lo profundo de un lago; los monstruos, los misterios; un título de vaudeville alzaba espantos frente a mí. ¡Después explicaba mis sofismas mágicos con la alucinación de las palabras!
Terminé por encontrar sagrado el desorden de mi espíritu. Estaba ocioso, presa de gran fiebre: envidiaba la felicidad de las bestias -¡las orugas que representaban la inocencia de los limbos; los topos, el sueño de la virginidad!
Mi carácter se agriaba. Decía adiós al mundo en especies de romanzas… (Delirios II, La alquimia del verbo)

A los 20 años, Rimbaud escribe sus controvertidas Iluminaciones, que incluyen sus dos primeros poemas en verso libre, modelos de la lírica actual.

Él es el afecto y el presente pues ha hecho la casa abierta al invierno espumoso y al rumor del estío -él que ha purificado las bebidas y los alimentos -él que es el encanto de los sitios fugaces y la delicia sobrehumana de las estaciones. -Él es el afecto y el porvenir, la fuerza y el amor que nosotros, de pie en las rabias y los hastíos, vemos pasar por el cielo tempestuoso y las banderas de éxtasis.
Él es el amor, medida perfecta y reinventada, razón maravillosa e imprevista, y la eternidad: máquina amada de cualidades fatales. Todos hemos conocido el espanto de su concesión y la nuestra: oh goce de nuestra salud, ímpetu de nuestras facultades, afecto egoísta y pasión por él -que nos ama para su vida infinita […] Él no se irá, él no volverá a descender de un cielo, él no consumará la redención de las cóleras de las mujeres y las alegrías de los hombres y de todo este pecado: porque ya esto es hecho, siendo él, y siendo amado […] Oh fecundidad del espíritu e inmensidad del universo […] Oh él y nosotros! el orgullo más benévolo que las caridades perdidas.
Oh mundo! y el canto claro de las desdichas nuevas!
Él nos ha conocido a todos y a todos nos ha amado: sepamos, esta noche de invierno, de un cabo al otro, del polo tumultuoso al castillo, de la muchedumbre a la playa, de mirada en mirada, fuerzas y sentimientos cansados, llamarlo y verlo, y despedirlo, y, bajo las mareas y en lo alto de los desiertos de nieve, seguir sus visiones, -sus soplos, -su cuerpo, -su día… (Genio)


(Imagen: J.A.A.G.)

Es claro que la situación social actual exige claridad de percepción e interpretación y parecería que la orgía de fantasmas, magia y vacío que el poeta nos propone no tuviera acomodo; sin embargo, ante el colapso civilizatorio en que vivimos sólo nos queda dudar, en unión con Rimbaud, Freud y Goya (sabiendo que el sueño de la razón produce monstruos y la pretendida visión clara y objetiva no es más que un engaño).

Iré, cuando la tarde cante, azul,
en verano,
herido por el trigo,
a pisar la pradera…
…………………………………
Elle est retrouvée!
Quoi? L’ éternité.
C est la mar mêlée
Au soleil……………

¡La hemos vuelto a encontrar!
– ¿Qué? – La eternidad.
Es la mar mezclada
Con el sol.……………


(Imagen: J.A.A.G.)

Poemas que reflejan preocupaciones metafísicas y estéticas, así como éticas, dada la pobreza social y la falta de armonía de la cultura europea de aquel momento.

Las voces instructivas desterradas… La ingenuidad física amargamente sosegada… -Adagio. -Ah! el egoísmo infinito de la adolescencia, el optimismo estudioso: ¡cómo el mundo estaba lleno de flores aquel estío! Los aires y las formas muriendo… -Un coro, para calmar la impotencia y la ausencia! Un coro de vidrios, de melodías nocturnas… En efecto, los nervios pronto van a cazar.
Estás todavía en la tentación de Antonio. El retozo del celo cercenado, los tics de orgullo pueril, la postración y el espanto.
Pero te aplicarás a este trabajo: todas las posibilidades armónicas y arquitecturales se conmoverán en torno a ti. Seres perfectos, imprevistos, se ofrecerán a tus experiencias. En tus aledaños afluirá soñadoramente la curiosidad de antiguas muchedumbres y lujos ociosos. Tu memoria y tus sentidos no serán sino el alimento de tu impulsión creadora. En cuanto al mundo, cuando tú salgas, ¿en qué se habrá convertido? En todo caso, nada de las apariencias actuales… (Veinte años)

La búsqueda última de J. Arthur Rimbaud fue descubrir
LA LUZ …………………DE LA OSCURIDAD.

Mucho después de los días y las estaciones, y los seres y los países […] Las brasas, lloviendo a ráfagas de escarcha. -Dulzuras! -los fuegos en la lluvia del viento de diamantes lanzada por el corazón terrestre eternamente carbonizado por nosotros. -Oh mundo!
Las brasas y las espumas. La música, giro de los abismos y choques de témpanos en los astros… (Bárbaro)

Sobre la pendiente del talud, los ángeles voltean sus ropas de lana, en los herbazales de acero y de esmeralda […] La dulzura florida de las estrellas, y del cielo, y de todo el resto, desciende frente al talud, como una cesta, -contra nuestro rostro, y hace el abismo tragante y azul allá abajo… (Mística)

PERFIL

A Jean Nicolas Arthur Rimbaud se le considera uno de los precursores del surrealismo.

El poeta se hace vidente por un largo, inmenso y razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; él busca por sí mismo, agota en él todos los venenos para conservar sólo las quintaesencias. Inefable tortura en la que hay necesidad de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana, en la que él llega a ser entre todos el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito -¡y el supremo Sabio! Porque él llega a lo desconocido. ¡Puesto que él ha cultivado su alma, ya rica, más que ningún otro! Llega a lo desconocido, y cuando, loco, termina por perder la inteligencia de sus visiones, ¡él las ha visto!… (Carta del vidente)

Tan precoz fue su inicio en la poesía como el abandono de la misma, a los 20 años, para dedicarse a vagar, a trabajar para empresas que lo llevaron a países lejanos, y finalmente dedicarse al tráfico de armas en África.

La creciente dolencia en una rodilla resultó ser un cáncer que lo hizo volver a Francia el 9 de mayo de 1891, donde debieron amputarle una pierna sin poder evitar que el mal continuara avanzando y lo mermara progresivamente hasta consumirlo.

En la convalecencia de seis meses, lo acompañó su hermana menor Isabelle quien refirió en cartas a su madre: «Su vida se va acabando y permanece despierto con un sueño continuo, mientras dice cosas extrañas muy dulcemente, con una voz que me hubiera encantado si no me partiera el corazón. Lo que dice son sueños… Algunas veces pregunta a los médicos si ellos ven las cosas extraordinarias que él percibe…»

Al parecer, terminó reconciliándose con la poesía como forma de ver y entender el mundo… con el poeta vidente de su juventud.

OTROS ÁNGULOS

El poeta Cintio Vitier escribió:

Rimbaud hace la experiencia absoluta del pecado original. Todos entramos insensiblemente en ese mundo en que la alegría pierde su brillo salvaje, en que la enfermedad no es una injusticia, en que las cosas, las criaturas y los días son tibios y blandos. Todos aceptamos como esclavos la costumbre de lo mediocre, de lo desustanciado, del aterrador lugar común y del inmundo tedio. Nos vamos acomodando a ese tedio y sonreímos. Profunda, horrorosamente debilitados en lo más precioso de nuestro espíritu, nos inclinamos cada vez con más inconsciente y servil atonía. Pero Rimbaud siente todo eso en una forma esencial, hiperbólica y sagrada… ¿Cómo escapar de esta nueva prisión, que pretende confundirse con su intimidad y con lo más vivo de su yo?…

Existe de hecho un desarreglo profundo, azaroso y caótico en la costumbre de la vida que aceptamos, un trastorno que extravía, oscurece y lentamente pudre nuestro ser; Rimbaud propone un desarreglo con sentido, razonado y teleológico, en beneficio del otro, del intocable, del que puede ver [el vidente que habita en nosotros]. Si tenemos que sufrir, si tenemos que pecar, que el sufrimiento y el pecado entreguen un método de conocimiento… Porque el mayor enemigo del vidente no es el pecado ni el dolor, sino el adormecimiento, la complacencia en los halagos de la mediocridad espectral…

Una temporada en el infierno, que primero se llamó Libro pagano, quiere ser un exorcismo, tiene el sentido orgiástico de la purificación, hasta el instante en que oímos la otra voz del enterrado vivo, el grito subterráneo… Esas pausas, esos guiones llenos de espacio y silencio que revelan la desértica fuerza, el vacío y la sequedad que habitan en Rimbaud…

En su periodo más radiante, Rimbaud fija vértigos cuyos lúcidos bloques de palabras y vacíos despiertan la memoria a la sensación de su desgarramiento, de su humanidad perdida; o venturosas visiones que se entreabren como en la linde, fugazmente iluminada, del bosque de lo visible y lo invisible; o inauditos privilegios, instantes paradisíacos en que las sílabas destellan como en una epifanía del idioma…
[Con Iluminaciones] llega la poesía occidental a uno de los puntos límite de su destino. En nuestro idioma, y dentro de la literatura profana, sólo tenemos un fenómeno comparable en la obra de Góngora… Pero Rimbaud, como buen ejemplar del Renacimiento fáustico, es la unidad expresiva de un mundo que se concibe como perenne explosión o incesante rapto. Lo que él busca en la sorpresa no es la alabanza ni siquiera el orgullo, sino el coeficiente del exceso, la ruptura que abre siempre otra perspectiva inalcanzable… Rimbaud sólo puede regalarnos un absoluto hecho de fragmentos, de iluminaciones y vacíos, una fiesta de imágenes naciendo de la nada…

Los polos de la expresión en Rimbaud están organizados por la sequedad de la cólera y la dureza de la imagen… Hijas de la esperanza, reinas de la muerte, las imágenes saliendo de lo oscuro, alimentadas por el deseo, la memoria o la hipérbole, significan lo incorruptible y el vislumbre único de libertad…


(Imagen: J.A.A.G.)

El poeta Marco Antonio Campos escribió:

Rimbaud pertenece a esa raza que ha mostrado la cara subterránea de la realidad: la raza de los Nerval, de los Nietzsche, de los Artaud. Son las gentes que se han valido de una materia esencial y deleznable como el lenguaje para ir más allá del lenguaje. Allí entonces sus aproximaciones fulgurantes a misterios eternos: Dios, muerte, vida, nada, infinito, ser, bien y mal. En Rimbaud, estas aproximaciones fueron dadas a través de la inspiración, los sueños, la velocidad de la droga, la locura procurada: aproximaciones que se encuentran en instantes poéticos resplandecientes que -oh desilusión, oh paradoja- desembocan irremediablemente en el vacío…

El poeta Octavio Paz escribió:

Tal vez fue Rimbaud el primer poeta que vio, en el sentido de percibir y en el de videncia, la realidad presente como la forma infernal o circular del movimiento. Su obra es una condenación de la sociedad moderna, pero su palabra final, Una temporada en el infierno, también es una condenación de la poesía. Para Rimbaud, el nuevo poeta crearía un «lenguaje universal, del alma para el alma», que en lugar de ritmar la acción la anunciaría… El poeta no se limita a descubrir el presente; despierta al futuro, conduce el presente al encuentro de lo que viene… (El arco y la lira)

Rimbaud quiere cambiar a la poesía para cambiar la vida… La «alquimia del verbo» es un método poético para cambiar a la naturaleza humana; la palabra poética se adelanta al acontecimiento histórico porque es productora o, como él dice, «multiplicadora de futuro»… (Los hijos del limo)

El poeta René Char dijo: «Si yo supiera lo que es Rimbaud, sabría lo que es la poesía y no tendría por qué escribirla».

[ Javier Alejandro Aguilar Garcés ]

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