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Cartas a Lucilio, de Séneca: Consejos de estoicismo desde Roma antigua

«Vivere, Lucili, militare est.»
«Vivir, Lucilio, es luchar.»
(Epístola LXX, 6)

La lista de los libros más vendidos de cualquier tienda, sin importar que sea un restaurante o una librería especializada, suele estar plagada de textos de nueva publicación o de fama recientemente retomada por las más variadas razones. Comencé a notar que el nombre de Lucio Anneo Séneca (filósofo romano de la época imperial infamemente conocido por haber sido tutor del sangriento emperador Nerón, quien condenaría a muerte a su maestro), aparecía en la parte más alta de los títulos que más se vendían en muchas tiendas comerciales.

«Non scholae sed vitae discimus.»
«No aprendemos para la escuela, sino para la vida.» (Ep. CI, 10)

El estoicismo está de moda, lo hemos visto publicitado a través de nombres como el del emperador Marco Aurelio que se ha convertido en un estandarte de la masculinidad y del control de las emociones en una sociedad cada vez más descontrolada. A él se suma Séneca, un caso paradigmático pues muchas de sus obras son leídas y seguidas actualmente; entre sus libros destacan las Cartas a Lucilio, uno de los que cobran mayor importancia desde muchas ópticas.

«Non est beatus esse qui se non putat.»
«No es feliz quien no cree serlo.» (Ep. XIII, 1)

Normalmente relacionamos la filosofía en la antigüedad con Grecia y no con Roma. Parece ser que, en el imaginario común, los romanos son una especie de imitadores de segundo plano de algunas de las disciplinas más importantes creadas por los griegos como la tragedia, la comedia o, por supuesto, la filosofía.

«Philosophiae servias oportet, ut tibi contingat vera libertas.»
«Debes ser esclavo de la filosofía para alcanzar la verdadera libertad.» (Ep. V, 7)

Lucio Anneo Séneca, a pesar de esto, es probablemente el filósofo antiguo que más se lee en la actualidad. El cordobés, nombrado así porque nació en Córdoba (cuando ésta aún se llamaba Corduba y era parte de uno de tantos asentamientos romanos dentro de Hispania), es visto como un modelo de vida y sus enseñanzas pueden llegar a ser tomadas como guías casi religiosas para vivir a plenitud y con moderación. Un filósofo romano nacido en Hispania justo un año antes del nacimiento de Jesús.

«Tamquam mortem cotidie ante oculos habeas.»
«Ten la muerte ante tus ojos cada día.» (Ep. XXVI, 10)

Séneca aparece a inicios del imperio y en el momento en el que se gestaban los cambios que vendrían en el mundo occidental después de la llegada de Cristo. El cordobés contaba con una carrera política mediana y una muy exitosa y difundida faceta como tragediógrafo en Roma, no es exagerado llamarlo el autor de mayor influencia para el drama isabelino del que Shakespeare es su rostro más conocido.

Durante siglos, Séneca fue prácticamente el único rostro conocido de la dramaturgia antigua para el gran público, por encima de los mucho tiempo olvidados Esquilo, Sófocles y Eurípides. Aunque esta faceta ya no es tan reconocida por el lector general, para el mundo contemporáneo, Séneca es en estos años el rostro más relevante de la filosofía grecolatina. Ni Heráclito, Parménides y Jenófanes juntos son ni la mitad de leídos y conocidos que Séneca cuya fama en la actualidad sólo es comparable con el siempre mencionado y pensado nombre del ateniense Platón. Vemos que el nombre de Séneca parece estar ligado por siglos a un lugar de fama y preponderancia por una u otra razón y, naturalmente, esto trae consecuencias en la interpretación de su pensamiento.

TRÁGICO Y ESTOICO

Gran parte de la obra de Séneca ha sido vista en clave biográfica pero las noticias fiables que tenemos de su vida a través de distintos comentaristas antiguos nos invitan a alejarnos de esta postura. El cordobés inventó una persona literaria mostrada en sus obras filosóficas y ésta muchas veces contrasta con lo que sus personajes nos insinúan en su faceta de creador de obras trágicas.

«Partem vitae non degimus, sed avocamus; non implemus, sed exinanimus. Quemadmodum in annalibus scribitur: ‘Consules in provincias exierunt’, ita nobis: ‘Illi in luxuriam, illi in ambitionem, illi in avaritiam exierunt.’ Nemo se suo vivit.»
«No vivimos una parte de nuestra vida, sino que la malgastamos; no la aprovechamos, sino que la despilfarramos. Como se escribe en los anales: ‘Los cónsules partieron a sus provincias’, así podríamos decir de nosotros: ‘Fulano partió hacia el lujo, mengano hacia la ambición, zutano hacia la avaricia’. Nadie vive para sí mismo.» (Ep. I, 3–4)

La ideología central en Séneca es el estoicismo y probablemente Cartas a Lucilio es uno de los textos que encierran de forma más ejemplificativa su aproximación a la escuela filosófica de la Stoa. Como lectores, nos encontramos frente a una colección de textos que parecen un listado largo de consejos o advertencias para vivir la vida “de forma plena”. Lucilio, el destinatario de su conjunto de cartas, era aparentemente un filósofo amigo de Séneca que en ese tiempo se desempeñaba como procurador en Sicilia, isla multicultural donde, desde antiguo, la tradición de distintos pueblos se mezcló con absoluta naturalidad.

La obra consta de 124 epístolas, todas dirigidas al mismo Lucilio, y se subdividen en 3 libros cuya separación es obra posterior, específicamente de época medieval. El libro I contiene 65 cartas, el II incluye 27 y el III concluye con las últimas 32. Los temas son diversos aunque tratados con la misma óptica: el tiempo, la vida, la muerte, el bien, la naturaleza y reflexiones sobre su propia escritura.

«Homo sacra res homini.»
«El hombre es algo sagrado para el hombre.» (Ep. XLVII, 11)

Séneca escribe sus cartas como un texto terapeútico. Redactadas en el retiro de su tardía vejez, el filósofo observa la naturaleza a través del énfasis en el propio ser y sus acciones, y constantemente advierte sobre los impulsos y reflexiona sobre la voluntad humana, en una introspección que a veces deja sus reflexiones sorprendentemente cerca del concepto cristiano de alma. Por esta razón, probablemente se convirtió en uno de los autores más influyentes para pensadores esenciales de la iglesia como San Agustín o Santo Tomás de Aquino.

La idea central de sus Cartas es reflexionar sobre la capacidad del individuo para aprender de sus actos y fallas a fin de convertirlos en un mejoramiento personal sorteando las constantes adversidades de la vida. La visión ética de esos actos conduce al fin último que debe buscarse: la virtud. Decíamos anteriormente que las cartas senecanas son terapeúticas porque se alejan de la impotencia ante la divinidad, actitud que percibimos en muchos otros filósofos. En lugar de estar a expensas de lo que la vida ponga sobre nosotros, o buscando controlar los acontecimientos que vienen, lo único que cada uno tiene en sus manos es su actitud para enfrentar cada situación que llegará a lo largo de la vida.

«Quomodo mihi tecum vivere debeam, sic debeo cum amicis; quos mihi non utilitas aliqua, sed ipsa virtus conciliat. […] Amicum parare certum est, nisi prius amicus fueris.»
«Así como debo vivir contigo, así debo vivir con mis amigos; a quienes no me une el interés, sino la virtud misma. […] Es seguro que no ganarás un amigo si no te has hecho amigo primero.» (Ep. III, 2–3)

En contraste con el pensamiento de Marco Aurelio, la felicidad no ocupa el lugar central en el pensamiento de Séneca sino la virtud, algo más trascendente que se refleja directamente en el mejoramiento del ser interior y del ser colectivo. El ser interior no debe ser visto de forma ermitaña, aislada del mundo, pues para Séneca el estoicismo (como en Marco Aurelio) debe participar de la comunidad y contribuir a su mejoramiento a través de las acciones individuales. Por ello nos plantea que la relación con la sociedad nos ayuda y libera cuando en ésta logramos mejorar a los que están más cerca de nosotros. Si no lo hacemos, les fallamos a ellos, pero también a nosotros mismos. Los seres vivos estamos conectados y esa conexión llega a su punto más alto a través de la virtud.

ESTOICISMO ACTIVO, ACTUANTE

Comenzamos a ver en estas ideas el germen de muchos de los postulados más importantes del cristianismo acuñados por sus Padres de la Iglesia: el mejoramiento en comunidad, específicamente en la familia, como una forma de alcanzar la virtud teologal. Ayudar a los otros para mejorar nuestra alma y alcanzar la vida eterna. La primacía del hombre por encima de los demás animales, porque Dios nos dio razón para disponer y mejorar de lo que nos rodea. La necesidad de la mujer de ejercer la pudicitia (el pudor) como medio para ser respetada por la sociedad. Todas son ideas que podemos encontrar en Séneca y que posteriormente se han reproducido una y otra vez en el pensamiento católico. ¿Podemos por ello pensar que Séneca es un pensador pre-cristiano?

«Deus ad te venit, immo quod est propius, in te venit.»
«Dios viene a ti, o mejor, lo que es más cercano, entra en ti.» (Ep. XLI, 9)

La respuesta inmediata es no. Además de lo anacrónico de esta visión, el punto clave para entender el contraste con el pensamiento de Séneca está en su concepción del alma. Como para el resto de los pensadores estoicos, Séneca piensa que el alma es corpórea y racional. El alma es un cuerpo porque actúa tal como vemos que el cuerpo actúa. Se mueve y causa efectos y, también, puede sufrir cambios. El alma es completamente racional, pero necesita acciones para alcanzar la virtud. Pensar sin actuar no produce nada virtuoso y Séneca insiste en este punto al decirle a Lucilio que es esencial poner en práctica los conceptos estoicos en cada acción para convertirlos en su modelo de vida.

«Fac ergo, mi Lucili, quod facere te scribis: omnis horas complectere. Sic fiet ut minus ex crastino pendeas, si hodierno manum inieceris. Dum differtur, vita transcurrit.»
«Haz, pues, mi querido Lucilio, lo que dices que haces: abraza cada hora. Así dependerás menos del mañana si te apoderas del hoy. Mientras posponemos, la vida se escapa.» (Ep. XVIII, 11–12)

Para Séneca, la virtud se alcanza en un punto medio entre la acción y lo que se busca con dicha acción. No es suficiente actuar éticamente si tu intención no era ética. El contraste con el cristianismo brilla en este punto: No importa para un estoico ayudar a los pobres o a los enfermos si lo que buscas es ser apreciado o aplaudido por los demás, así como tampoco importa querer ayudar al pobre o al enfermo sin realizar ninguna acción. Aquí surge el concepto básico que ya hemos mencionado y que no se encuentra en el estoicismo previo a Séneca: la voluntas (voluntad).

La voluntad es lo que mueve acciones voluntarias que alcanzan la virtud. El mejoramiento del ser se alcanza únicamente con la voluntad de mejorar constantemente y que ese deseo promueva acciones que lleven hacia la virtud. Éstas, cuando siguen al ser que es todo razón, nunca serán acciones involuntarias mediadas por las emociones, la voluntad en cada acción es la que da poder al hombre. Las acciones virtuosas necesariamente deben pasar por la razón ya que deben venir de la acción del cuerpo del ser.

En este sentido, Séneca se acerca al pensamiento socrático para hacernos ver que la voluntad y la racionalidad de cada acción sólo puede provenir del conocimiento propio. Conócete a ti mismo, decía Sócrates unos siglos atrás, y Séneca parece añadir a esta frase sentenciosa un para alcanzar la virtud.

EL RECURSO LITERARIO

No sólo en esto Séneca se acerca a Sócrates, y, en realidad, a Platón. Tal como el filósofo ateniense, Séneca utiliza un medio de comunicación no directo para comunicar sus ideas filosóficas. En lugar de hacer un largo tratado enunciativo lleno de conceptos, como lo haría Aristóteles, Platón utilizó el diálogo como un medio de transmisión de sus ideas filosóficas. No es casualidad que los filósofos anteriores a él escribieron, algunos, poemas hexamétricos o juegos de palabras, para comunicar sus ideas. Platón usa el diálogo porque este medio literario hace que el lector entienda a través de la deducción y no por indicaciones del filósofo. Esto hace el conocimiento más eficiente y redondo.

«Homines dum docent discunt.»
«Los hombres aprenden mientras enseñan.» (Ep. VII, 10)

Séneca, por la misma razón, utiliza un género eminentemente romano: la epístola. Retomado posteriormente por los autores cristianos, el género epistolar funcionaba, por un lado, como lo conocemos hasta ahora: comunicación a través de cartas que queda como testimonio para que lectores posteriormente se aproximen a él, pero, por otro lado, como un ejercicio un tanto artificial donde, al tener a un destinatario al que constantemente se le refiere en segunda persona del singular, el lector podrá identificarse con éste, tomar su lugar, y recibir las ideas que el autor menciona de forma más directa y apelativa.

LAS PASIONES OSCURAS

Dijimos anteriormente que las cartas de Séneca son consejos, pero seguramente nos surge una duda común: ¿Cómo podemos hacer de cada acción algo voluntario-racional y no ceder a la visceralidad y a las emociones en nuestro día a día? Para ello, Séneca plantea un camino de “terapia de las emociones”.

«Philosophia non est popularis artificium nec ostentationi paratum; non in verbis, sed in rebus est. […] Non quaerit quem dicat, sed quem sanet.»
«La filosofía no es un arte para ganar aplausos ni está hecha para la ostentación; no está en las palabras, sino en los hechos. […] No busca a quién elogiar, sino a quién curar.» (Ep. XVI, 5–6)

El cordobés mostró especial interés en describir la ira. Para él, es una de las emociones que más apartan al hombre de la virtud y normalmente llega después de dos estados de ánimo: el miedo o el luto. La falta de control hace que los seres humanos se dejen dominar por sus pasiones y esto normalmente termina en acciones no deseadas que son impulsivas y poco racionales. Podemos pensar que los consejos de Yoda de Star Wars sobre cómo evitar el lado oscuro son parecidos a los preceptos senecanos sobre alejarse de la ira: el miedo lleva al enojo, el enojo lleva al odio y el odio al sufrimiento.

«Nemo altero fragilior est, nemo in crastinum sui certior.»
«Nadie es más frágil que otro, nadie está más seguro de su mañana.» (Ep. XVI, 7)

El aparente maestro Jedi Séneca hizo todo un tratado acerca de esta cuestión que lleva precisamente ese nombre: Sobre la ira, y posteriormente mostró la solución a dichos problemas en otro tratado: Sobre la paz de la mente, donde concluye que la mejor forma de evitar la ira es eliminando sus causas: el deseo, el miedo y el duelo. Éstos normalmente son causados por juzgar y entender mal el presente, el aquí y el ahora, y no razonar la verdadera razón de la existencia humana. Séneca plantea que cuando nos damos cuenta de que la muerte sólo tiene dos posibilidades: una vida eterna futura o el final de todo, en cualquiera de los dos casos, el panorama es positivo porque existe una eliminación del sufrimiento. Por eso, los hombres deben buscar la virtud en vida porque la fuente del sufrimiento está en las emociones morales negativas, como le llaman los estoicos en general.

«Non qui parum habet, sed qui plus cupit, pauper est. […] Quid enim refert, quantis iacens area sportis contegat corpus, quantis pretiosis vestibus? Nihil his tegitur, sed obruitur.»
«No es pobre el que tiene poco, sino el que desea más. […] ¿Qué importa cuántas mantas cubren tu cuerpo o cuán costosos son tus vestidos? Con ellos no te cubres, sino que te entierras.» (Ep. VIII, 3–5)

En resumen, las Cartas de Séneca son un lugar ideal para adentrarse a los verdaderos preceptos del estoicismo antiguo. Lo que encontramos en ellas no es una descripción del carácter del filósofo ni buscan serlo. La separación entre la obra y el autor es un punto que desde hace décadas se ha destacado en la teoría literaria y Séneca muestra distintas facetas de su carácter entre su obra filosófica y sus tragedias. Naturalmente, las ideas que se encuentran aquí se ven amplificadas en el resto de su obra y podemos darnos una idea de cómo era el estoicismo de siglo I en Roma en contraste también con las ideas del otro autor ampliamente leído sobre el tema, Marco Aurelio. Pero más que esto, lo que tenemos son cartas que nos ayudan a cambiar nuestras ideas, a pensar que el bien del otro es tan importante como mi bien, que la virtud debe seguirse diariamente y que, en resumen, mejorar como seres humanos es algo que nunca pasará de moda.

«Quod hodie non est, cras erit.»
«Lo que hoy no está, mañana estará.» (Ep. I, 2)

[ Néstor Manríquez Lozano ] Néstor Manríquez es maestro en Letras Clásicas y académico en la UNAM.

Otras obras acerca de Roma:
La Eneida, de Virgilio.
Metamorfosis, de Ovidio.
Arte de amar, de Ovidio.
Las Odas, de Horacio.
De la naturaleza de las cosas, de Lucrecio.
Meditaciones de Marco Aurelio: estoicismos de ayer y hoy.
Elegías, de Sexto Propercio.
Catulo, el poeta transgresor que enlazó Grecia, Alejandría y Roma.
Epigramas de Marcial, el maestro de la brevedad punzante.
El Satiricón, de Cayo Petronio.
El asno de oro, de Apuleyo.
El Imperio Romano, de Isaac Asimov.

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