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Fernando Pessoa: una «monstruosa» personalidad literaria

Fernando António Nogueira Pessoa nació en Lisboa el 13 de junio de 1888 y murió en la misma ciudad el 30 de noviembre de 1935. Es considerado el mayor poeta portugués del siglo XX.

Con un profundo desencanto existencial, a pesar de la euforia del nuevo siglo, Pessoa creó cuatro personalidades poéticas: Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro Campos y la suya propia.

Sólo tenía 47 años al fallecer y dejó 25 mil 426 páginas con escritos en «un baúl lleno de gente”.

Yo no me sé entristecer
ni ser alegre de veras.
Crean: yo no sé ser.
¿Serán las almas sinceras
también así, sin saber?
[Fernando Pessoa, 1931]

Así lo describió Octavio Paz:
“Anglómano, miope, cortés, huidizo, vestido de oscuro, reticente y familiar, cosmopolita que predica el nacionalismo, investigador solemne de cosas fútiles, humorista que nunca sonríe y nos hiela la sangre, inventor de otros poetas y destructor de sí mismo, autor de paradojas claras como el agua y, como ella, vertiginosas: fingir es conocerse (…) taciturno fantasma del mediodía portugués, ¿quién es Pessoa? Pierre Hourcade, que lo conoció al final de su vida, escribe: ‘Nunca, al despedirme, me atreví a volver la cara; tenía miedo de verlo desvanecerse, disuelto en el aire’ (…) Su vida pública, de alguna manera hay que llamarla, transcurre en la penumbra”.

Tengo tanto sentimiento
que me ocurre persuadirme
de que soy sentimental,
mas reconozco, al medirme,
que son todos pensamientos
que no sentí de verdad.
Tenemos los que vivimos,
una vida que es vivida
y otra que es pensada.
Y la única que tenemos
es la vida dividida
entre la verdadera y la errada (…)
[Fernando Pessoa, 1933]

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En 1912 hacía crítica literaria para la revista A Águia. “El tema de la enajenación y la búsqueda de sí es algo más que un tema: es la sustancia de su obra. En esos años se busca; no tardará en inventarse”, dice Paz.

Saramago imaginó que en esa época, «…al pasar Fernando ante un espejo, viera en él, de refilón, a otra persona. Pensó que había sido una ilusión óptica más, de las que siempre van sucediendo sin que les prestemos atención, o que la última copa de aguardiente le sentó mal en el hígado y en la cabeza, pero, con cautela, dio un paso atrás para confirmar si, como dice la voz popular, los espejos no se equivocan cuando muestran. Por lo menos este se había equivocado: un hombre le miraba desde dentro del espejo, y ese hombre no era Fernando Pessoa”.

En una carta a Adolfo Casais Monteiro, Pessoa le cuenta que el 8 de marzo de 1914 escribió de pie, en un éxtasis creativo, treinta y seis poemas bucólicos que atribuyó a un tal Alberto Caeiro, un poeta que no cree en nada, que simplemente existe.

De EL CUIDADOR DE REBAÑOS
Hay suficiente metafísica en no pensar en nada (…)
Pensar en el sentido íntimo de las cosas
es añadido, como pensar en la salud
o llevar un vaso de agua a la fuente.
El único sentido íntimo de las cosas
es que no tienen sentido íntimo alguno (…)
Belleza es el nombre de algo que no existe
que le doy yo a las cosas a cambio del placer que me dan.
No significa nada.
Entonces, ¿por qué digo de las cosas: son bellas?
Si, aun a mí, que vivo sólo de vivir,
invisibles, vienen a metérseme las mentiras de los hombres delante de las cosas,
delante de las cosas que simplemente existen.
¡Qué difícil ser uno mismo y ver sólo lo visible!
[Alberto Caeiro]

Con Caeiro había surgido el maestro, al que siguieron dos discípulos. Uno de ellos fue Ricardo Reis, “un decadentista neoclásico” obsesionado con la forma, con una poesía precisa y simple. El propio Pessoa dijo: “Reis escribe mejor que yo, pero con un purismo que considero exagerado”.

…En todo cuanto miré he quedado en parte.
Con todo cuanto vi, si pasa, paso.
No distingue la memoria
lo que vi de lo que fui.
[Ricardo Reis, 1928]

Sí, sé bien
que nunca seré alguien.
Sé de sobra
que nunca tendré una obra.
Sé, en fin,
que nunca sabré de mí.
Sí, mas ahora,
en tanto dura esta hora,
esta luna, estos ramos,
esta paz en que estamos,
dejadme que crea ver
lo que nunca podré ser.
[Ricardo Reis, 1931]

El otro discípulo de Caeiro fue Álvaro de Campos, un “vanguardista nervioso, mórbido y melancólico”, que se une a los futuristas pero no con optimismo sino con rabia.

De ODA TRIUNFAL
¡Oh artículos inútiles que todo el mundo quiere comprar!
¡Hola grandes almacenes con varias secciones!
¡Hola anuncios luminosos que venís, estáis y desaparecéis!
¡Hola todo con lo que hoy se construye, lo que nos hace diferentes de ayer!
[…] ¡Os amo carnívoramente,
pervertidamente y enroscando la vista
en vosotras, oh cosas grandes, banales, útiles, inútiles,
oh cosas del todo modernas,
oh mis contemporáneas, forma actual y próxima
del sistema inmediato del Universo!
¡Nueva Revelación metálica y dinámica de Dios!
[…] en mi mente arremolinada e incandescente
os poseo como a una mujer hermosa
[…] ¡Ea! ¡Ea! ¡Ea!
¡Ea la electricidad, nervio enfermo de la Materia!
¡Ea telégrafo, simpatía metálica del inconsciente!
¡Ea todo el pasado en el presente!
¡Ea todo el futuro ya en nosotros! ¡Ea!
¡Ea! ¡Ea! ¡Ea!
Ya ni sé que existo por dentro. Giro, ruedo, me instrumento.
[…] ¡Ea! ¡Soy el calor mecánico de la electricidad!
[…] [Álvaro Campos, 1914]

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Caeiro, Reis y Campos son creaciones poéticas; no son seudónimos sino heterónimos. Pessoa “no es inventor de personajes-poeta sino un creador de obras-de-poetas. La diferencia es capital. Como dice Casais Monteiro: ‘inventó las biografías para las obras y no las obras para las biografías’… Reis y Campos dijeron lo que quizá Pessoa nunca habría dicho. Al contradecirlo, lo expresaron; al expresarlo, lo obligaron a inventarse. Escribimos para ser lo que somos o para ser aquello que no somos. En uno o en otro caso, nos buscamos a nosotros mismos… La destrucción del yo, pues eso es lo que son los heterónimos, provoca una fertilidad secreta” (Octavio Paz).

AUTOPSICOGRAFÍA
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que llega a fingir que es dolor
el dolor que en verdad siente.
Y los que leen lo que escribe
del dolor leído sienten,
no los dos dolores que él tuvo
sino el que ellos no tienen.
Y así en los raíles gira
divirtiendo a la razón
ese trenecito de cuerda
que se llama corazón.
[Fernando Pessoa, 1930]

“Los poemas de los distintos poetas que fue Pessoa transmiten al mundo la fertilidad de una dispersión armónica. Por el hecho de ser tan nítidos como para conmovernos de distintas maneras en cada lectura demuestran que no necesariamente estamos condenados a ser siempre los mismos”, estimó Marcelo Cohen, uno de sus traductores.

DE TABAQUERÍA
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Fuera de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
(…)
Hoy estoy vencido, como si supiese la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si fuese a morir.
(…)
Hoy estoy perplejo, como quien ha pensado y creído y olvidado.
[Álvaro Campos, 1928]

Dijo Paz:
“En el Libro del desasosiego, Pessoa describe su paisaje moral: pertenezco a una generación que nació sin fe en el cristianismo y que dejó de tenerla en todas las otras creencias; no fuimos entusiastas de la igualdad social, de la belleza o del progreso; no buscamos en orientes y occidentes otras formas religiosas; algunos, entre nosotros, se dedicaron a la conquista de lo cotidiano; otros, de mejor estirpe, nos abstuvimos de la cosa pública, nada queriendo y nada deseando; otros se entregaron al culto de la confusión y el ruido: creían vivir cuando se oían, creían amar cuando chocaban contra las exterioridades del amor; y otros ‘Raza del Fin, límite espiritual de la Hora Muerta’, vivimos en negación, descontento y desconsuelo”.

Toda la obra de Pessoa, afirmó Paz, es búsqueda de la identidad perdida.

De REALIDAD
Intento reconstruir imaginariamente
quién era yo cuando pasaba por aquí
hace veinte años…
No me acuerdo, no puedo acordarme.
Quizá el otro que pasaba entonces,
si existiese hoy, se acordaría…
¡Hay tantos personajes de novela que conozco mejor por dentro
que a ese yo mismo que pasaba por aquí hace veinte años!
(…)
De lo que nada sabemos lo podemos imaginar todo.
Estoy física y moralmente paralizado; no quiero imaginar nada…
Hubo un día en que subí esta calle pensando alegremente en el futuro,
pues Dios permite que lo que no existe sea intensamente iluminado.
Hoy, bajando esta calle, ni en el pasado pienso alegremente.
A lo sumo, ni pienso…
[Álvaro Campos, 1932]

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Antonio Tabucchi, profundo admirador del poeta portugués, llevó las personalidades múltiples al extremo: “Se tiene la sospecha de que Pessoa no existió nunca, que es la invención de un cierto Fernando Pessoa, un homónimo suyo, alter ego de ese torbellino sin aliento de personajes que con Fernando compartió las modestas pensiones lisboetas donde él, durante treinta años, llevó la rutina de la más banal, de la más anónima, de la ejemplar vida de empleado oficinista”.

Se encrespa en la tiniebla el viento
con gran ruido de alejar.
No hay en mi pensamiento
más que no poder parar.
Parece que el alma tiene
sombras en donde sopla el crecer
de una locura que viene
del deseo de comprender.
Rabia en mi tiniebla el viento
y no puede liberarse.
Preso estoy del pensamiento
como el viento está del aire.
[Fernando Pessoa, 1932]

El amor es lo esencial.
El sexo es sólo un accidente.
Puede ser igual
o diferente.
El hombre no es un animal:
es una carne inteligente,
bien que a veces doliente.
[Fernando Pessoa, 1935]

“Todo, o casi todo lo que escribió, está marcado por las huellas de su búsqueda. Su obra es un paso hacia lo desconocido. Una pasión” (Octavio Paz).

De APOSTILLA
¡Aprovechar el tiempo!
Ah, dejadme no aprovechar nada.
¡Ni tiempo, ni ser, ni recuerdos de tiempo o de ser!
Dejadme ser una hoja de árbol que cosquillea la brisa,
el polvo de un camino involuntario y solo,
el surco que en el camino deja una rueda mientras no viene otra,
el trompo del niño, que empieza a parar,
y se tambalea, con el mismo movimiento que el alma,
y cae, como caen los dioses, al suelo del Destino.
[Álvaro Campos, 1928]

“La poesía de Pessoa es el análisis más complejo, doliente y trágico, pero al mismo tiempo lúcido e impecable, del hombre de nuestro siglo: un hombre atormentado que ridiculiza y se ridiculiza y que, en su verdad y en su maldad, en el abuso y en la paradoja, en la capacidad de afirmar irónicamente el contrario de un axioma ya irónicamente adoptado, realiza una poesía de las más revolucionarias del siglo… Es el más sublime poeta del revés, de la ausencia y de lo negativo del siglo XX” (Antonio Tabucchi).

De POEMAS INCONJUNTOS
La sorprendente realidad de las cosas
es mi descubrimiento de cada día (…)
Basta existir para serse completo (…)
A veces me pongo a mirar una piedra (…)
Otras veces oigo pasar el viento,
y creo que sólo por oír pasar el viento vale la pena haber nacido (…)
Una vez me llamaron poeta materialista,
y yo me admiré, porque no creía
que se me pudiese llamar algo.
Yo ni siquiera soy poeta: veo.
Si lo que escribo tiene algún valor, no soy yo quien lo tiene:
el valor está allí, en mis versos.
Todo esto es absolutamente independiente de mi voluntad.

Cuando encima de mi tumba crezca la hierba,
sea esa la señal para que me olviden del todo.
La Naturaleza nunca se acuerda, y por eso es bella.
Y si tuvieran la necesidad loca de “interpretar” la hierba verde sobre mi tumba,
digan que sigo reverdeciendo y siendo natural.

Poco me importa.
Poco me importa ¿qué? No sé: poco me importa.
[Alberto Caeiro]

Pessoa-1

«En 1942, siete años después de la muerte de Fernando, cuando la casa editorial Ática decidió comenzar la publicación de la obra completa de Pessoa, bajo la atenta mirada de los amigos literatos y de los filólogos que habían accedido al arca en la cual el poeta había custodiado sus manuscritos, comenzó a delinearse una de las personalidades literarias más monstruosas del siglo XX, mucho más allá de cuanto podía hacer suponer la siempre sorprendente personalidad mostrada en vida”, escribió Tabucchi.

Soy un evadido.
Luego que nací
en mí me encerraron
pero yo me fui.
La gente se cansa
del mismo lugar,
¿de estar en mí mismo
no me he de cansar?

Lejos de mí, en mí existo,
aparte de quien soy y de la sombra
y el movimiento en que consisto.

Al despertar del sueño de la vida
sabremos lo que somos, lo que fue
la caída en el cuerpo, el desplomarse
hasta la noche que encerró nuestra alma.

[ Gerardo Moncada ]

Referencias
Octavio Paz: Fernando Pessoa, el desconocido de sí mismo, 1962.
José Saramago: Sobre Fernando Pessoa, Otros cuadernos de Saramago, 5 octubre 2008.
Antonio Tabucchi: Un baúl lleno de gente, Escritos sobre Fernando Pessoa, 1990.
Marcelo Cohen: Fernando Pessoa, Poemas, 1998.

 

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