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La sociedad mantiene abiertos los cauces de la información

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22 sept 2015.- Esta semana se cumple un año del ataque armado contra los normalistas de Ayotzinapa y la desaparición forzada de 43 de ellos. Un año que ha revolucionado percepciones dentro y fuera del país acerca del desempeño gubernamental y su cercanía con la corrupción y el crimen organizado.

Un año que vio una embestida en contra del griterío que lanzaba un estruendoso “Ya basta”, un ataque escenificado en las calles por granaderos contra manifestantes y en las redes sociales por regimientos de bots bloqueando los célebres hashtags: #YaMeCanse, #TodosSomosAyotzinapa, #FueElEstado, #FueElEjercito, #AccionGlobalPorAyotzinapa, #VivosLosQueremos, #EPNnotWelcome y un largo etcétera.

La agitación social de este año demostró la relatividad del planteamiento del sociólogo Scott Lash, al afirmar que en la actual sociedad de la información el tiempo y el espacio están comprimidos y descontextualizados; que los medios de comunicación han copado el tiempo que antes era de reflexión como forma de pensamiento; que el análisis crítico es difícil en el imperio de lo efímero, inmediato y superficial de la información; que lo trascendente se disipa; que las pretensiones universalistas del conocimiento discursivo ya no tienen cabida.

Todo eso es cierto, pero no como ley universal. Ya en los últimos años habían proliferado medios online de carácter crítico, analítico, que promueven la reflexión, que oponen resistencia al imperio de lo efímero y la superficialidad.

Como estos medios, una porción relevante de los usuarios de las redes sociales ha opuesto resistencia a caer en lo banal y frívolo, y construye amplias avenidas de crítica política y social, de protesta, de exigencia colectiva, de solidaridad.

El caso de Ayotzinapa fue un parteaguas y por varios meses radicalizó medios y redes, aglutinó a personas de muy diversas capacidades económicas, formaciones académicas, oficios e intereses. Los congregó la indignación de un caso arquetípico en que confluyeron la violencia, la corrupción y la impunidad a todos los niveles de gobierno, articulados con el crimen organizado. Ayotzinapa fue la gota que derramó el vaso.

Las redes sociales estallaron de indignación. El cantante Alejandro Sanz escribió: “#Ayotzinapa. Mi corazòn está con ustedes. Siento un gran dolor y una gran rabia”. Millones de personas compartían estos sentimientos y los expresaban sin cortapisas.

Con los meses, la presencia pública en calles y redes disminuyó por razones naturales de agotamiento, no por conformismo o aceptación de la raquítica “verdad histórica” del gobierno o por acatar la instrucción de “superarlo”. Eso quedó de manifiesto el 5 de septiembre pasado con la presentación del “Informe Ayotzinapa” elaborado por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes. Rápidamente, el hashtag #Ayotzinapa sumó más de 323 mil menciones en Twitter.

Los resquicios que la sociedad mexicana ha abierto (para la información, la crítica y la protesta) son lo más saludable que le ha ocurrido. Así vemos que medios como Forbes hayan documentado:

«Cada año, los alumnos y maestros de las Escuelas Normales Rurales salen de las aulas para asegurar su supervivencia. Exigen a las Secretarías de Educación estatales que se abra la convocatoria para el nuevo ingreso de alumnos, y una vez conseguido este objetivo, el siguiente paso es pedir más recursos y material didáctico para seguir dando clases”. (Ver reportaje completo.)

Algunos medios rompieron cercos informativos al publicar investigaciones como la de Anabel Hernández y Steve Fisher que reveló desde diciembre de 2014, a partir de registros oficiales, la participación de diversos cuerpos armados en el ataque a los estudiantes de Ayotzinapa, incluidos policías federales y militares.

El anticipo de que era imposible la incineración de los estudiantes en el basurero de Cocula fue documentado y ampliamente difundido desde diciembre de 2014.

La sociedad necesita mantener viva la esperanza de que tarde o temprano se sabrá la verdad y habrá justicia. Por eso una de sus luchas es para mantener abiertos los cauces para la información, la crítica y la protesta. Su futuro inmediato depende de ello.

[ Gerardo Moncada ]

 

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Los temas clave del Informe Ayotzinapa del GIEI.

 

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