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Felipe Ángeles, de Elena Garro

“En 1956 le leí esta obra a varios escritores y me dijeron que era impublicable e imposible de poner en escena, porque estaba en contra de la Revolución… Es la obra que más quiero, porque creo que rescaté a un gran mexicano que estaba olvidado”: Elena Garro.

Un caso que por décadas fue ocultado, desaparecido de la historia oficial, por evidenciar la manera como los caudillos de la Revolución Mexicana se olvidaron de los principios de justicia por los que habían luchado y se entregaron a una despiadada y cruenta lucha por el poder.

“Yo soy el culpable de que, desoyendo los despóticos mandatos de Carranza, hayamos ido a dar el último golpe de muerte a los huertistas en Zacatecas; yo soy el culpable de haberle dicho a Carranza su miseria moral, su envidia, su falta de patriotismo, su ambición, su despotismo… Sepan carrancistas y huertistas que estoy con Villa, y con Zapata y con Genovevo de la O., y con todos los pobres que no se someten a la injusticia y que no presentan las espaldas al látigo de los dictadores”, escribió en una carta el general Felipe Ángeles, desde su destierro, en El paso, Texas, antes de regresar a México y ser arrestado.

El juicio al general Felipe Ángeles, ocurrido el 26 de noviembre de 1919, puso en evidencia que los líderes sobrevivientes del levantamiento armado contra Porfirio Díaz muy pronto habían dejado de representar los sueños de una nación para encarnar sólo sus ambiciones personales.

El pueblo ya no se ve en nosotros, es como si hubiéramos caído detrás del espejo… La traición nos ronda, nos aguarda a cualquier hora y en cualquier esquina. Y todos hemos ido terminando así y ninguno de nosotros tendrá un final distinto… (General Diéguez)

Lo de Felipe Ángeles fue un asesinato, que los medios y las autoridades disfrazaron de juicio sumario. De inmediato se tendió un manto de silencio, al grado que 35 años después casi nadie sabía de ese episodio oscuro. Fue por ello que la siempre “incómoda” escritora Elena Garro, la “partícula revoltosa” como ella se autonombraba, decidió rastrear los detalles del caso, con los cuales creó una obra de teatro que perturbó a la intelectualidad mexicana y molestó a la clase política.

EL PORVENIR Y LOS RECUERDOS

Existen varias líneas que enlazan su novela Los recuerdos del porvenir con su obra de teatro Felipe Ángeles. En principio están las referencias a la Revolución Mexicana con ásperas críticas a los altos mandos militares, que por más de 30 años dominaron la vida política ocupando los principales puestos de gobierno a través de sangrientas pugnas por el poder; está, asimismo, la denuncia de cómo esos mandos abandonaron los principios revolucionarios, en particular la búsqueda de una auténtica democracia y la justicia social, con el establecimiento de condiciones para mejorar la vida de las clases populares.

Nosotros ganamos la partida. Los vencidos nunca tienen razón. La historia está con nosotros… (general Gavira)

Si en Los recuerdos del porvenir Elena Garro expresó lo anterior como una evocación sombría al paso de algunas décadas, con la obra Felipe Ángeles decidió ir al momento del quiebre, a 1919, al día del juicio e inmediato fusilamiento de un general altamente apreciado por los soldados, popular entre la población, pero sumamente incómodo para la élite carrancista. Para Garro, fue un instante decisivo que definió el derrotero posrevolucionario.

Si lo matamos a él, asesinamos a la Revolución… (general Escobar)

CONTROVERSIA REVOLUCIONARIA

¡Confieso que no hicimos la Revolución para esto! ¡Este es un juego con un final de sangre, y hay que jugarlo aunque sepamos que la muerte es el único premio de esta lotería!… (general Escobar)

La obra escenifica un debate necesario que nunca se llevó a cabo, porque no lo permitió la facción que, del amplio espectro revolucionario, terminó instalándose en el poder.

A veces no entiendo en qué hemos convertido la Revolución… (general Peraldo)

¿Llama usted la Revolución a una camarilla de ambiciosos que están sacrificando a todos los que se oponen a sus intereses personales?… (Señora Revilla)

Carranza cree que la Revolución es un medio para alcanzar el poder absoluto y yo creí que era un medio para exterminarlo… (general Ángeles)

No podemos aceptar que la Revolución se haya convertido en la voluntad homicida de un ambicioso… (abogado López Hermosa)

Soy enemigo de la violencia, y si volví a mi país después de dos años de destierro, como consecuencia de la división entre los jefes revolucionarios, fue para conciliar a los mexicanos y terminar con esta guerra fratricida entre los generales que traicionaron a la Convención [de Aguascalientes] y los revolucionarios que fueron fieles a la Convención y a los principios por los cuales luchamos todos antes de que entraran en juego las ambiciones personales… Yo, señores, no hice la Revolución para que tuviera este final de asesinatos, sino la concordia y la igualdad de los mexicanos… La gente, general Escobar, está con los que estamos con ella… (general Ángeles)

Yo no entré a la Revolución para fusilarlo a usted, un revolucionario, con balas expansivas. Esta Revolución es una víbora que empezó a silbar muy de mañana y que a estas horas ya se enroscó y se muerde la cola para asfixiarnos a todos… (coronel Bautista)

LA FARSA JURÍDICA

Hay que matar pronto a Ángeles… El juicio es ilegal, ha sido suspendido por un juez y el Primer Jefe insiste en matar con el código en la mano. ¿No se dará cuenta de que no engaña a nadie? Hubiera sido mejor matarlo en el campo… Pero quiso darse el gusto de matarlo en el nombre de la ley y de la Revolución, como si quisiera matarlo totalmente… (general Diéguez)

Elena Garro deja en claro que desde la captura del general Felipe Ángeles ya estaba dictada la sentencia en su contra, por lo que el juicio fue una simulación que pretendía darle un cariz “legal” al asesinato del revolucionario. La improcedencia del litigio, las contradicciones de los testigos, las dificultades de los integrantes del Consejo de Guerra para llegar a un veredicto, sólo exhibieron la impostura.

-Señores, he aquí un amparo del juez del segundo ramo penal en favor del acusado Felipe Ángeles. El juicio queda suspendido por ilegal, ya que este Consejo de Guerra no tiene jurisdicción sobre el reo, pues éste no pertenece al ejército (abogado Gómez Luna).
-¿Qué burla sangrienta es ésta? (fiscal).
-¡Felipe Ángeles fue dado de baja del Ejército Constitucionalista en 1917 por el propio gobierno que ahora pretende juzgarlo como militar! (abogado).
-¡Esa es una formalidad sin importancia! (presidente del tribunal).
-El señor agente del Ministerio Público debe considerar que este amparo tiene la facultad de suspender este juicio (abogado)
-El juicio sumario continúa, ya que el amparo ha sido concedido por autoridades extrañas al fuero militar (agente del Ministerio Público)…

LOS ABUSOS DEL PODER

Ángeles quiso eludir el poder, lo niega, por eso muere. El poder es implacable: o lo tomamos o nos aniquila… (general Diéguez)

Para la década de 1950, cuando Elena Garro comenzó a escribir esta obra teatral, ya resultaban evidentes las consecuencias del abuso de poder en el gobierno mediante la eliminación de opositores y silenciando a las voces discordantes; mediante la manipulación de los procesos electorales; mediante el abandono despótico de los ideales revolucionarios acompañado de la represión como respuesta a las demandas populares.

Tiene usted razón. Si hubiera usted seguido las órdenes de Carranza, cuando le ordenó que dividiera a la División del Norte y que no tomara Zacatecas, todavía estaría Victoriano Huerta en el poder, pero usted desobedeció, tomó la plaza y ganó la Revolución. Usted, general Ángeles, se dio cuenta desde entonces, de que Carranza estaba dispuesto a sacrificarlo todo, hasta el triunfo, si no era él la primera figura… (general Escobar)

Usted es el único que no debe morir, general. Nos dejaría solos con ellos, que no son sino la fachada de un hombre y por dentro un abismo insaciable de poder… (señora Seijas)

LITERATURA Y TESTIMONIOS

En una carta a Emmanuel Carballo, fechada el 29 de marzo de 1980, Elena Garro refiere: “En México, en 1954, empecé a investigar sobre Felipe Ángeles. Era un caso difícil. Pasé muchos días en la Hemeroteca Nacional, busqué la ayuda del general Zapata Vela para ver los archivos militares, busqué al profesor Azuela… Me costó Dios y ayuda reconstruir un caso ignorado de casi todos los mexicanos y del cual no había nada escrito. ¡Nada! Los datos me los dio mi tío Benito Navarro, que combatió a las órdenes de Felipe Ángeles, y la mamá de Jorge Castañeda, hermana de Clara, la mujer de Felipe… Al final de 1956 terminé la obra en tres actos. Muy mala. La corregí en París en 1961 y así quedó” (Protagonistas de la literatura mexicana, SEP, 1986).

En 1982, agrega: «Y ahora me entero, gracias al prólogo de Hugo Gutiérrez Vega para la edición de la UNAM, que la obra es una calca del proceso de Felipe”.

Esta última apreciación es cuando menos desproporcionada, toda vez que los alegatos y testimonios presentados durante el juicio ocupan en esta obra teatral una parte menor.

Asimismo, es tangible el trabajo literario en la recreación de escenas y diálogos fuera del juicio, en la exploración de los sentimientos y las motivaciones de los personajes, en los debates entre los generales que han recibido la orden de declarar “legalmente” culpable al acusado y condenarlo a muerte.

A lo anterior se suma la indignación de Elena Garro ante tales acontecimientos y su decisión de lanzar un “yo acuso” contra quienes tempranamente torcieron los propósitos de la Revolución. Su implacable crítica abarca varios niveles: desde el más elevado, el referente al abandono de los principios revolucionarios, para abundar en la traición a la Convención de Aguascalientes y la persecución de sus líderes, hasta llegar al reconocimiento entre los generales sobrevivientes de que se había perdido el rumbo. Lo anterior es corroborado por la manipulación del Ministerio Público como instrumento para el asesinato “legal” de Felipe Ángeles y la indiferencia ante la indignación popular.

Elena Garro sintetiza en la figura de Ángeles la paradoja ética en que cayó la Revolución Mexicana, circunstancia que derivó en un desenlace triste, similar al de la Revolución Francesa y otros levantamientos similares.

En ese sentido, esta obra teatral retoma el enfoque de la tragedia griega, que buscaba exponer los problemas de la sociedad para suscitar la reflexión pública.

Luis de Tavira, destacado director de teatro, asevera: “La obra Felipe Ángeles es un texto fundamental de la dramaturgia mexicana del siglo XX que dejó un legado; el teatro mexicano no pudo ser igual después de esta obra y dejó abierta la discusión sobre la figura de este mártir y de sus convicciones. La obra tiene una poderosísima vigencia, pues aborda la incapacidad de diálogo entre los mexicanos para articular el proyecto de una nueva nación, de una nación como aspiración de los pobres… Con esta obra, Garro plantea uno de los primeros textos de teatro documental, al retomar las actas del juicio y escalar a la dimensión poética para realizar una introspección lírica en la mente y el corazón del personaje” (El Universal, 4 nov 2019).

EL GENERAL EN SU LABERINTO

En sus últimas horas, contemplando el rostro de la muerte, Felipe Ángeles se siente contrariado y con dudas acerca del sentido de su vida. Se pregunta si valió la pena lo que hizo.

[La Revolución] parece otra vida y hace sólo unos años…

Si repaso mi vida me veo como una sucesión de fantasmas. Para vivir he matado a muchos Felipe Ángeles… hasta llegar a éste, que presencia este juicio, y todos, hasta este último han fracasado…

Es terrible descubrir todo en el último momento… ¿Qué hice en tantos años como tuve? ¿Por qué no fui el que debía haber sido?… Se hubieran evitado tantas lágrimas…

Este silencio no se va a romper nunca. Para romperlo sacrifiqué tantas cosas… Dentro de un rato va a morir un hombre que fracasó, y ese hombre soy yo… Me cuesta trabajo no llorar sobre mí mismo…

No tengo esperanzas… Si al menos mi muerte sirviera de algo… Con un hombre que se viera en mi sangre mi muerte no sería inútil…

¡Llora Felipe Ángeles! ¡Llora por ti, antes de que tus lágrimas desaparezcan de esta tierra regada por las lágrimas! ¡Llora igual que Madero lloró antes de que lo sacaran para su asesinato! Para que luego digan: Madero era un tonto, Ángeles era un tonto. De las lágrimas tontas de los tontos nacen manantiales de los que surge la frescura de la patria…

¡Qué cansado estoy! ¿No va a terminar nunca esta terrible noche?…

CERTEZA DE ÁNGELES

En medio del desaliento, Elena Garro recupera elementos del ideario de Felipe Ángeles a manera de legado político y humanista:

No abrigo odio contra nadie: amo entrañablemente a todos los mexicanos de cualquier creencia, religión o credo político que sean… No me mezclé en la política por odio, sino porque la vista de los pobres me dolía. Dominado por la fraternidad conviví con los revolucionarios y cuando la Revolución se dividió en dos bandos, uno el ganancioso y otro el que renunció al poder personal en el nombre de las ideas por las cuales habíamos peleado todos, yo me uní a estos últimos, ya que no creo en la ambición personal. La rebelión que hoy se me imputa, si acaso fue cometida por mí, sucedió en el instante en que me puse del lado de los convencionistas. Más tarde al darme cuenta de que la violencia desemboca en la violencia, tuve horror del soldado que fui, y maté al militar. Quise entonces suavizar la guerra, hacer que la luz entrara en los corazones rencorosos, pero fui incapaz de lograr lo que deseaba y opté por el destierro para no participar en los crímenes que no podía impedir… Se dice que soy motivo de discordia y que sólo me gusta la rebelión, y no es así. Amo la democracia… Estamos en el tiempo de matar: se empieza matando en el nombre de una idea y se termina asesinando en el nombre de un jefe… Volví a México a decirles que habíamos hecho de la Revolución un fin en sí mismo, y que por eso endiosamos a sus jefes y perpetuamos con distintos nombres la esclavitud y el horror. La política no es un fin: la Revolución no es un fin: son medios para hacer hombres a los hombres. Nada es sagrado excepto el hombre. Hay algo frágil, débil, pero infinitamente precioso que todos debemos defender: la vida…

Lo sé, y no me arrepiento. Son mis palabras y no mi espada, rota por mí hace mucho tiempo, las que me matan…

Fui revolucionario y muero siéndolo, porque quise y quiero que en este país haya un remedo de justicia…

DÉCADAS DE SILENCIO Y MIEDO

Elena Garro concluyó la primera versión de esta obra en 1956 y la puso a consideración de amigos escritores que con inquietud la consideraron impublicable. En 1961 le hizo ajustes dramáticos, pero fue hasta 1978, casi 60 años después del fusilamiento de Felipe Ángeles, que la UNAM puso en escena la obra y la publicó por primera vez.

Uno de los espectadores fue el escritor y dramaturgo Rafael Solana, quien afirmó: “Felipe Ángeles es una gran obra. Elena es una escritora magnífica, vigorosa, fresca, discreta, capaz de manejar el diálogo con inteligencia y con brillo; sus puntos de vista políticos podrían discutirse, pero nos parece pujantísima su forma de exponerlos y defenderlos. Es inevitable admirar y aplaudir una obra teatral estupendamente escrita… Ojalá fuese a ver esta obra estupenda muchísima más gente de la que la ha visto en sus 100 primeras representaciones” (Siempre!, 4 abril 1979).

La publicación de la obra, 18 años después de terminada, confirmó lo que solía decir Elena Garro: “Siempre me cuesta mucho encontrar editor. Y mis novelas, cuentos y obras de teatro se deshojan, envejecen y se pudren en alguna maleta. Eso no es grave sino para mí, pues escribo por [necesidad de] dinero”.

Emmanuel Carballo decía que en un principio las historias de Elena Garro oscilaban entre la desdicha y el milagro, pero en una segunda etapa ya no hay milagros y la desdicha se apodera de todo. A esa segunda etapa corresponde Felipe Ángeles.

Otra espectadora de esta obra fue la escritora y crítica teatral Malkah Rabell, quien comentó: “El drama Felipe Ángeles tal vez pueda considerarse como la aparición más importante en el teatro mexicano desde El gesticulador de Rodolfo Usigli. Personaje de la Revolución Mexicana, Ángeles es poco conocido y la mayoría de los manuales de historia ni lo mencionan. El Felipe Ángeles de Elena Garro es sobre todo una voz que se opone al poder personal de Carranza y más allá de Carranza se enfrenta a todo Poder, porque un revolucionario que llega al poder es una contradicción, y asesinar a los revolucionarios en nombre de la Revolución es una consecuencia de esa misma contradicción. Es un personaje de una gran pureza moral, más soñador que hombre de acción, que acepta la muerte sin tratar de combatir. A través del juicio, la autora trata de demostrar la falsedad del juego «legalista» y de sus triquiñuelas, en ciertos regímenes supuestamente democráticos. Con brillante inteligencia, opone las opiniones del reo a las de sus enjuiciadores sobre justicia, libertad, y poder. Y a menudo este diálogo entre dos puntos de vista parece el de la autora consigo misma. Y aunque la autora emplea elementos mucho más discursivos que dramáticos y la obra carece de acción, nunca decae el interés del espectador. El gran mérito de esta puesta en escena es haber dado a conocer esta obra digna de ser analizada en cada una de sus partes, de sus párrafos y de sus parlamentos (El Día, 21 noviembre 1978).

CULPABLE, POR DISENTIR

No es grave que esta maquinaria oficial se vuelva contra mí, lo grave es que existe, porque existe contra todos. Es un arma que no distingue amigos de enemigos, ni verdades de mentiras. Y esta muerte mía no será la última… (general Ángeles)

La última versión de esta obra (la de 1961) ofrece situaciones y diálogos que podrían ser considerados un presagio de autoficción de Elena Garro, un testimonio anticipado de lo que sería su vida en los siguientes años. En buena medida, la vida del revolucionario se empalmaría con la de la escritora, como cuando denuncia la voluntad implacable de aplastar al disidente.

-Hay que jugarle limpio. Ángeles es un militar de honor, y yo me jacto de serlo también. Un Consejo de Guerra es un consejo de honor. No podemos manchar el uniforme con mentiras. Yo me niego a dar un veredicto desfavorable al acusado mientras no se me pruebe que traicionó… (general Peraldo)
-La voluntad de Felipe Ángeles es una voluntad opuesta a la voluntad del Primer Jefe; eso basta para que Ángeles deje de ser inocente… Es un caso político. Ángeles ha cometido un error político y sabe el precio que se paga por esa clase de errores… (general Diéguez)

Por su naturaleza de “partícula revoltosa”, Elena Garro pagó un precio elevado por no someterse a las convenciones de género, de vida conyugal y de silencio ante las injusticias.

Sí, el hombre es múltiple, pero también es uno. Uno y dueño de sus actos y no puede entregar su destino en las manos de un tercero sin volverse un siervo, un cómplice o un autómata… (general Ángeles)

Por momentos, Ángeles y Garro son uno y el mismo. “Me jacto de decir lo que pienso y de firmar lo que escribo”, sostenía la escritora.

No sé si alguien me haya oído pero lo que sé es que hay que hablar en este cementerio en el que ustedes han convertido al país, en donde sólo se oyen gritos y disparos. Ya sé que hablar aquí es el mayor de los delitos; aquí en donde el terror ha reducido al hombre al balbuceo. Pero yo, general Escobar, no renuncio a mi calidad de hombre. Y el hombre es lenguaje. Y óigame bien, general, lo único que deseo es que hablen todos, que se oiga la voz del hombre, en lugar de que el hombre se ahogue en crímenes. Hay que hablar, general, aunque nos cueste la vida…

Hacia el final de su vida, exhausta de haber confirmado en carne propia el autoritarismo del presidencialismo mexicano, Elena Garro lamentaba haberse involucrado en la vida política: “Yo me equivoqué en todo”, decía.

¡Cómo quisiera vivir otra vez! Entre todos quizás podríamos inventar la historia que nos falta. La historia, como las matemáticas, es un acto de la imaginación. Y la imaginación es el poder del hombre para proyectar la verdad y salir de este mundo de sombras y de actos incompletos… (general Ángeles)

RENOVACIÓN DE LA DRAMATURGIA

Emmanuel Carballo escribió: “Felipe Ángeles se estrenó en la ciudad de México el 13 de octubre de 1978 y fue publicada al año siguiente. Con esta obra, Elena Garro pasa de un teatro intimista y al margen de la historia al teatro de carácter público comprometido con el acontecer político de la nación. Ángeles, personaje desdichado, aparece aquí en los últimos días de su vida, durante el juicio sumario que lo condena a muerte… Tras enfrentar malentendidos y calumnias, su imagen aparece como una visión operante capaz de recuperar los ideales de la Revolución, establecer condiciones de concordia política y transformar la vida de México y los mexicanos, como lo anhelaba el levantamiento armado y la Convención de Aguascalientes. Ángeles muere porque se opone a las pugnas por el poder, porque se opone a la dictadura, porque ama la libertad y desea para su pueblo la justicia. Al fusilar a Ángeles en Chihuahua, dice entre líneas Elena Garro, la revolución se fusila a sí misma, se convierte en todo aquello contra lo que luchó en las primeras jornadas. Pese a la evidente simpatía de la autora por Ángeles, éste es un ser humano y no un espíritu puro, una criatura atada a la vida por pasiones e intereses y no un ente colmado de buenos propósitos” (Protagonistas de la literatura mexicana).

La obra surge en los años en que el teatro en América Latina estaba en proceso de transformación. En ese entonces, advierte Enrique Anderson Imbert, frente a las convenciones del teatro “profesional”, grupos universitarios o vinculados a los círculos intelectuales trataron de renovar las técnicas del espectáculo; el diálogo buscaba un lenguaje a la vez realista y poético. Y añade respecto a esa época: “En México, uno de los autores más originales es Elena Garro” (Historia de la literatura hispanoamericana, FCE, 1977).

Carballo concuerda: “Hija de padre español y madre mexicana, Elena Garro se sitúa en la literatura mexicana como una escritora original e independiente”.

Durante la escritura de la primera versión de Felipe Ángeles, la escritora pidió a su esposo, Octavio Paz, que le ayudara con algunos diálogos en tanto ella avanzaba en otra escena. La hija de ambos, Elena Paz Garro, refirió en sus diarios que su padre aceptó hacerlo sin convicción, y que al final afirmaba que la pieza teatral era “bastante mediocre”; pero ignoraba que años después su esposa había reelaborado la obra, incluido lo escrito por su exmarido.

En 1982, tras once años de exilio, Elena Garro se lamentaba:

“Yo quería ser bailarina o general. Yo no pensaba ser escritora. La idea de sentarme a escribir en vez de leer me parecía absurda. Abrir un libro era empezar una aventura inesperada… Mi vocación era el teatro. Y mi profesión, lectora”.

[ Gerardo Moncada ]

Otra obra de Elena Garro:
Los recuerdos del porvenir.

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