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El libro de los desastres, de Fernando Benítez

Fernando Benítez (16 enero 1912 – 21 febrero 2000) fue una figura clave en la difusión cultural durante la segunda mitad del siglo XX en México.

El libro de los desastres es una oda a la cultura mexicana y sus múltiples y variadas expresiones, pero también una elegía por la pérdida continua de esas manifestaciones.

Con intensidad afectiva, con erudición y amenidad, Fernando Benítez se detiene en agitadas etapas de la historia mexicana para revisar un aspecto crucial: la devastación cultural. A lo largo de este ensayo aflora el gran amor que don Fernando le profesaba a la historia de México, a su cultura, a sus “indios” como cariñosamente les llamaba, y a los sectores populares que no duda en considerar los pilares de este país.

A Benítez le maravillaba la cultura indígena y el hecho de que los indígenas, para sobrevivir, practicaran la no violencia:

“La imagen del indio dormido a la sombra de un nopal no es tan arbitraria: piensa en sus dioses, en sus muertos, analiza la vida, recuerda mitos, trata de dar un sentido profundo a su vida espiritual, ahorra su energía sin malgastarla en quehaceres o en acciones para él no son importantes, mientras nosotros, para ganarnos la vida, nos desgastamos haciendo trabajos rutinarios, detestables e inútiles… Ellos le dan a nuestro país el resto de magia que nos empeñamos en extinguir”.

Ese mismo empeño de aniquilación cultural lo identifica Benítez en la indiferencia por la conservación -o el furibundo destrozo- de los códices indígenas; en la destrucción de los conventos y el arte colonial, en especial lo más distintivo: el barroco mexicano; en el saqueo de los tesoros bibliográficos que hoy son motivo de orgullo de bibliotecas extranjeras; en las luchas internas por un “poder irrisorio” que no cambian la desigualdad social y que derivan en la pérdida de la mitad del territorio mexicano; en la demolición del patrimonio arquitectónico de la ciudad de México y otras urbes mexicanas.

Se trata de indolencia, de menosprecio por la cultura y de pésimas decisiones del poder:

“Nunca se sabe. Hay un momento en que corren los segundos, se cruza una línea y se precipita la desdicha”.

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Don Fernando aborda también episodios de salvación temporal, como cuando en la segunda mitad del siglo XIX José María de Ágreda y Sánchez, en pleno saqueo de las bilbiotecas conventuales, canjeó su fina capa por unos pesados volúmenes empastados en pergamino que una anciana planeaba quemar para calentar su casa. Se trataba de la primera edición de Torquemada. En esa misma época, Ágreda y Sánchez había encontrado el Túmulo Imperial de Carlos V en el cesto de basura de la Biblioteca Palafoxiana. Este bibliófilo murió en 1916 y su sobrino vendió los tesoros que, en su mayor parte, terminaron en colecciones y bibliotecas estadounidenses. Como este caso hay varios más.

Es la tragedia cultural de México, que se repite una y otra vez sin que la sociedad -ni mucho menos sus gobernantes- le ponga fin.

«Justo Sierra hablaba de que debíamos subirnos al tren de la civilización, y nos subimos; pero no a los coches dormitorio sino al cabús o en los carros para ganado. Por su parte, Alfonso Reyes, al regresar de su exilio diplomático, se lamentaba de que siempre hemos llegado tarde al banquete de la civilización. Así es. Hoy en día pretendemos imitar a los Estados Unidos o al Japón, sin entender que estas superpotencias para avanzar en la técnica se basan en estructuras económicas y sociales muy sólidas y sobre un fondo de riqueza -monetaria, educativa- acumulado durante muchos años. Imitar no es modernizar».

Un aire de indignación recorre las páginas de El libro de los desastres, un recuento para el indispensable ejercicio de la memoria colectiva, para dejar de ser azotados por la repetición fatal, para recordar que “las venganzas de la historia son crueles y sarcásticas”.

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De perfil
Fernando Benítez (Ciudad de México, 16 enero 1912 – 21 febrero 2000), fue escritor, editor, periodista, antropólogo, etnólogo e historiador. Creó el primer suplemento cultural en el periodismo mexicano cuando en 1949 transformó el suplemento dominical del diario Novedades en el emblemático México en la Cultura, donde congregó como colaboradores a grandes figuras del arte y la cultura.

Obtuvo diversos premios como el Nacional de Lingüística y Literatura (1978), el Nacional de Antropología y el Nacional de Periodismo (1986).

En 1986, destacadas figuras de la cultura, el arte, la antropología y el periodismo le rindieron homenaje durante el ciclo de conferencias «La ruta de Fernando Benítez», organizado por la generación 1983-1988 de la carrera de Comunicación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Gerardo Moncada ]

 

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