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Dafnis y Cloe, de Longo

Delicioso relato griego del siglo II de nuestra era. Uno de los escasos ejemplos de novela antigua; el mejor, según varios expertos.

Estando cazando en la isla de Lesbos, en un bosque consagrado a las Ninfas, me fue dado contemplar el más hermoso espectáculo que jamás antes viera: una imagen pintada, una historia de amor…

En la bucólica isla griega de Lesbos, dos bebés son abandonados cerca del santuario de las Ninfas. En forma milagrosa, son rescatados respectivamente por una cabra y una oveja, que los amamantan. Dos matrimonios de pastores, conmovidos por este hecho, adoptan al niño (que llamarán Dafnis) y a la niña (que recibirá el nombre de Cloe). Ambos crecerán en la modesta pero armónica vida del campo y se convertirán en pastores en las colinas de Mitilene. Con los años, su fraternal camaradería infantil dará paso a una poderosa atracción que les generará una inesperada y desconocida ansiedad.

Era el comienzo de la primavera y despuntaban las flores en los prados, bosques y montes. Zumbaban ya las abejas, gorjeaban los pájaros y balaban los recentales, retozaban los cabritos en la montaña, en las umbrías cantaban las aves y las mariposas, flores aladas, libaban la miel de las flores sin alas. Todo en la naturaleza se alegraba en la estación bendita, y Dafnis y Cloe, tiernos y felices, imitaron lo que oían y veían…

Dafnis y Cloe es la primera novela pastoril de la que se tiene noticia. Delicada y hermosa historia en la que sus candorosos personajes experimentan el despertar amoroso con una inocente sensualidad. Llama la atención que algunos estudiosos hayan catalogado esta obra entre las “novelas eróticas griegas”, lo cual resulta a todas luces excesivo pues el drama de estos amantes se centra en no entender sus propios sentimientos, en ignorar las cosas del amor.

Cloe, que miraba a Dafnis lavarse el cabello y todo el cuerpo, lo encontró bello, y como hasta entonces no había reparado en su belleza, la atribuyó al baño reciente. Al lavarle encontró la piel tan fina que a hurtadillas se tocó muchas veces la suya, para saber cuál de los dos la tenía más suave. Como ya se hacía tarde, llevaron las ovejas al aprisco y Cloe quedó con ganas de ver de nuevo bañarse a Dafnis…

El escritor decimonónico Juan Valera afirmó: “Hay en Dafnis y Cloe mérito bastante para colocarla entre las novelas excepcionales, de belleza absoluta. Otra razón para que la novela guste es el primor de su estilo y la gracia de su argumento. Por su permanente belleza, vive y gusta en todo tiempo”.

No podía decir ella misma lo que sentía porque, inocente y pura, criada en el campo, ni de oídas conocía el Amor. Experimentaba inquietud en el alma, y a menudo los ojos se le arrasaban en lágrimas…

La educación sentimental

Sentían alegría al verse, pesar al separarse, estaban inquietos, querían algo y no sabían qué. Lo que sabían bien era que a él le provino el mal de un beso y a ella de un baño…

En la novela se sugiere una relación entre las etapas de la vida y el amor: en la juventud, vivir la pasión del enamoramiento; en la madurez, compartir la experiencia y el conocimiento con los jóvenes; en la vejez, crear condiciones propicias para el goce de los enamorados. Quien así lo hace es querido por el dios Amor.

Lo anterior se infiere del bello pasaje en el que Filetas se aproxima a conversar con Dafnis y Cloe, y les dice:

Poseo un huerto que cultivo por mí mismo desde que dejé de conducir ganado, a causa de la vejez. Hay en ese huerto cuanto bueno y bello producen las diferentes estaciones. En la primavera rosas, azucenas, violetas sencillas y dobles; en verano amapolas, claveles, peras y toda clase de manzanas; ahora uvas, granadas, higo y mirto verde. Acuden a él toda suerte de pájaros, muchos de ellos para cantar, otros para picar, porque hay sombra, tres manantiales y comida en abundancia. Crecen en él tantos y tan frondosos árboles, que si le viésemos sin la tapia creeríamos que es un bosque…

Les comenta haber descubierto que ahí también se regocija el dios Amor y que éste le reveló que sus protegidos son Dafnis y Cloe. “Estáis consagrados a Amor y Amor cuida de vosotros”, les manifiesta. Esto alegra a la inocente pareja, que pregunta qué poder tiene Amor, si es un pájaro o un niño.

Amor es un dios, dice Filetas. Es joven y hermoso, y tiene alas. Porque le gusta la juventud, busca la belleza y encanta las almas. Reina sobre los astros y los elementos, gobierna al mundo y conduce a los demás dioses como vosotros con el cayado guiais vuestros rebaños. Las flores son hijas de Amor así como las plantas y los árboles. Gracias a él corren los ríos, manan las fuentes y los vientos soplan… [Por eso,] no hay remedio, ni filtro, ni hechizo, ni canto, ni palabras que curen el mal de amor, como no sean los besos y abrazos y acostarse juntos y desnudos…

El consejo es directo pero ineficaz, pues provoca nuevas dudas. Los ingenuos amantes suponen incluso que la desnudez les haría sufrir por el frío.

En La llama doble: amor y erotismo, el poeta Octavio Paz alude diversos poemas y novelas que ofrecen visiones sombrías del amor (celos, traiciones, abandono, muerte) o que abordan un erotismo negro; a estos grupos contrapone la pasión solar de las obras que celebran el triunfo del amor. “Un ejemplo es Dafnis y Cloe, la pequeña obra maestra de Longo”, escribe (Obras completas, FCE, 2013).

Una novela singular

El romance entre Dafnis y Cloe no sólo enfrenta la inexperiencia y la ignorancia de estos enamorados, sino también diversos obstáculos que van desde lo más coloquial (la vendimia de otoño, las nevadas de invierno) a las amenazas mayores como la aparición de rivales en el amor, ataques bélicos, intrigas, saqueo de delincuentes, así como intentos declarados por separar a la joven pareja.

Lycenia, a fuerza de ver pasar todos los días a Dafnis cuando salía por la mañana al llevar el rebaño al monte y por la tarde cuando iba a encerrarlo en la majada, se enamoriscó del mozo y entró en ganas de tomarlo por amante…

Un boyero de las cercanías llamado Lampis, de carácter maligno y atrevido, deseaba casarse con Cloe y había hecho regalos a Drías para lograrlo…

Dafnis y Cloe es una de las pocas novelas griegas y latinas, refiere el experto en literatura Francisco Montes de Oca, al lado de Nino y Semíramis; Las aventuras de Quereas y Calírroe, de Caritón de Afrodisia; Efesíacas o Historias de Antías y Abrócomes, de Jenofonte de Efeso; Babilónicas, de Jámblico; Leucipa y Clitofón, de Aquiles Tacio; Etiópicas o Historia de Teagnis y Cariclea, de Heliodoro de Emesa; Historia verdadera, de Luciano; el Satiricón de Petronio y El asno de oro de Apuleyo. “El carácter de estas novelas está determinado en amplísima medida por las aventuras de viajes y por el sentimentalismo erótico”, señala Montes de Oca.

A diferencia de esas primeras novelas, todo lo que ocurre a Dafnis y Cloe se da en un solo sitio: el idílico entorno campestre de Mitilene.

“La singularidad de esta obra, en comparación con las demás de su género, reside en haber dejado en segundo término la peripecia y haber dado relieve a las vicisitudes sentimentales de los protagonistas. Por vez primera en la historia de la novela, la intriga se desarrolla sobre un plano psicológico y los acontecimientos exteriores no son utilizados más que para acelerar la evolución de los héroes”, explica Montes de Oca.

Afrodita recibió una manzana por premio de su belleza; bien mereces igual distinción –dijo Dafnis-. Diciendo estas palabras dejó la manzana en su regazo y Cloe, al acercársele Dafnis, le besó tan suavemente que él no se arrepintió de haber subido tan alto, por un beso que, a su juicio, valía más que las manzanas de oro…

El entusiasmo de Goethe

Uno de los grandes admiradores de Dafnis y Cloe fue el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe. La consideraba una obra maestra en la que “el arte y el buen gusto alcanzan su más alto nivel”.

Y añadía: “Esta obra revela el arte más sublime y la más refinada cultura. Todo en ella está pensado de tal forma que no se echa de menos ningún motivo y todos son de la mejor calidad; como, verbigracia, aquel tesoro junto al delfín que se pudre en la marina. Y campea en toda la obra un buen gusto y una delicadeza de sentimientos que la ponen a la altura de lo mejor que hayamos podido leer en nuestra vida”.

Un mediodía, mientras los rebaños yacían a la sombra, durmióse Cloe al son de la flauta de Dafnis y éste, al advertirlo, cesó de tocar y contemplándola embelesado, sin sentir vergüenza alguna, dijo estas palabras: “¡Cómo duermen sus ojos! ¡Cómo alienta su boca! ¡Ni las manzanas ni el romero florido exhalan un perfume tan suave!…

En opinión del escritor alemán, las situaciones y los pormenores en la obra revelan “una inteligencia perspicaz” de Longo. Goethe exhortaba a leer Dafnis y Cloe “todos los años una vez por lo menos, para aprender siempre algo de ella y poder sentir nuevamente esa sensación de pura belleza”.

A veces, estando a solas, Cloe se sumía en estos pensamientos: “Estoy enferma y desconozco mi enfermedad… Cierto que Dafnis es hermoso; pero las flores lo son también; si el canta de un modo agradable, cantan asimismo las avecillas, pero no me acuerdo después de ellas como ahora me acuerdo de él. ¡Ah! ¡Quién fuera flauta para que él soplase en mí! ¡Quién fuera una corderilla para que me apacentase! ¡Oh, Ninfas, que me visteis nacer y vivir entre vosotras! ¿Por qué permitís que muera?…

A finales del siglo XIX, Juan Valera afirmaba: “Más que novela bucólica, se puede calificar de novela campesina, novela idílica o idilio en prosa; y lejos de pasar de moda, da la moda y sirve de modelo para infinidad de novelas que se han escrito en los siglos siguientes”.

Si bien Longo convalida diversos prejuicios de su época que dan soporte a varios pasajes de la trama, para el lector actual no pasarán desapercibidas ideas anacrónicas como sostener que superan en inteligencia: los hombres a las mujeres, los habitantes de la ciudad a los del campo y los amos a los siervos; asimismo, se infiere que la belleza física está asociada al status socio-económico. Sin embargo, resultan plenamente vigentes otros aspectos relacionados con la delincuencia, con la creencia masculina de que se puede mandar en el corazón de las mujeres, con el intento de comprar los afectos del ser deseado, con el menosprecio de los citadinos por los campesinos, con el estrecho vínculo que suele desarrollar la gente del campo con los elementos de la naturaleza. En especial, prevalece hasta hoy la fuerza que el amor sigue imprimiendo a todas las historias.

A través de los tiempos

Del escritor Longo se sabe casi nada, lo cual ha dado pie a infinidad de especulaciones. Se le ha llamado Longo de Lesbos, simplemente porque en esa isla se desarrolla la trama de Dafnis y Cloe. También se le ha llamado Longo El Sofista, porque se presume que su obra surge de esa escuela.

“Generaciones de eruditos sólo han sabido ver en esta obra uno de tantos ejercicios elaborados en el aula de una escuela sofística, en la que a partir de la simulada ingenuidad de unos sentimientos dulzones se combinan con maestría aliteraciones, homoteleusis, homofonías y toda aquella cauda de recursos retóricos”, refiere Montes de Oca.

En contraste, otros no dudaron en calificarla como “la mejor novela que se escribió en la antigüedad clásica”. Así lo afirmó Juan Valera, escritor que realizó la primera traducción al español de Dafnis y Cloe, y a quien se le llegaron a reprochar algunas licencias creativas (“lo licencioso lo hemos suprimido o cambiado”, se excusaba ante la recia censura de su tiempo).

Francisco Montes de Oca considera innegable que Longo, quienquiera que fuese, revelaba un amplio conocimiento de los poetas griegos. Dafnis y Cloe “está plagada de reminiscencias de los poetas líricos, en particular de Teócrito y de Safo. Es un verdadero poema en prosa, exquisitamente pulido, constelado de alusiones”.

Todos los acompañaron a la cámara nupcial, unos tocando flautas y zampoñas, otros llevando antorchas; y cuando estuvieron a la puerta de la sala donde se levantaba el Tálamo, cantaron a Himeneo con voces destempladas y roncas como el ruido que producen los azadones al dar contra los pedruscos…

Dafnis y Cloe despertó el interés de traductores y editores que publicaron traducciones de esta obra en Francia e Italia, en el siglo XVI; en Inglaterra, en el siglo XVII; en España, en el siglo XIX. Al día de hoy, es la novela griega que más traducciones ha tenido. Asimismo, ha sido fuente de inspiración para multitud de novelas, desde el Renacimiento hasta nuestros días.

Y Cloe comprendió entonces que lo que antes hicieron en el bosque y al amparo de los arbustos no había sido más que juegos de pastorcillos…

La popularidad de esta obra trascendió el campo de las letras. Dafnis y Cloe ha sido llevada a la ópera, a la opereta y al ballet, pues resultó una trama especialmente emocional para compositores como Offenbach y Ravel. De igual manera, este romance ha sido plasmado por pintores y escultores.

De hecho, cualquier lector encontrará en este relato la base de múltiples dramas cinematográficos y sobre todo televisivos. Una influencia inimaginable para el propio Longo, que en la presentación de su obra escribió con humildad:

Estos cuatro libros consagro al Amor, a las Ninfas y a Pan, con la esperanza de que la narración sea del agrado de mucha gente, cure acaso al enfermo, consuele al afligido, traiga amables recuerdos amorosos al que amó en otro tiempo e instruya en el amor a quien no ha amado nunca…

[ Gerardo Moncada ]

Otras obras de la antigua Grecia:
La Ilíada, de Homero.
La Odisea, de Homero.
Safo, la eterna.

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