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Desayuno en Tiffany’s, de Truman Capote

El escritor estadounidense Truman Streckfus Persons, mejor conocido como Truman Capote, nació el 30 de septiembre de 1924 en Nueva Orleans y murió el 25 de agosto de 1984 en Los Angeles.

Desayuno en Tiffany’s es una exquisita novela corta acerca de los sueños, los anhelos de vida, la libertad y, aunque parezca paradójico, la búsqueda de un refugio.

“El gato es independiente y yo también. No quiero poseer nada hasta que sepa que he encontrado el lugar que me corresponde y donde las cosas me correspondan. Todavía no sé con certeza dónde está tal lugar. Pero sé cómo es. -Sonrió y dejó caer el gato al suelo-. Es como Tiffany’s -dijo-. Las joyas me importan un comino. Los diamantes, no. […] Pero no es por eso que estoy loca de ganas de ir a Tiffany’s. Oye, ¿sabes tú lo que son las horas negras? […] Las horas negras son horribles. Uno está asustado y suda como un demonio, pero no sabe de qué tiene miedo. Sólo tiene el presentimiento de que algo malo va a suceder, pero no sabe lo que es. ¿Has sentido eso alguna vez?
-Muy a menudo. Algunos lo llaman angst.
-Muy bien. Angst. ¿Qué haces en ese caso?
-Pues, un buen trago lo alivia a uno.
-Lo he probado. […] El mejor remedio que he encontrado es tomar un taxi e ir a Tiffany’s. El soberbio aspecto de aquello y la tranquilidad que se respira allí dentro me calman completamente; allí no puede sucederle a una nada malo…”

Quien habla es Holly (Holiday) Golightly, una joven volátil, inasible, de apariencia elegante pero con espíritu montuno y salvaje, de quien se enamora su vecino, un escritor en ciernes, el narrador de la historia.

“Inmediatamente me sentí bien en la estancia, me gustaba su aire de provisionalidad”, dice él, la primera vez que entra al departamento de ella.

Esta obra consolidó a Truman Capote como un narrador solvente, poseedor de una prosa cálida aunque vertiginosa, eficaz creador de atmósferas y de personajes con densidad psicológica a pesar de ser aparentemente frívolos o convencionales.

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Con notable éxito desde que publicó sus primeros relatos, Capote fue considerado uno de los principales escritores de la escuela neorromántica del Sur de los Estados Unidos. Con Desayuno en Tiffany’s comenzó a explorar otros estilos y líneas temáticas. Observador agudo, con trazos rápidos lograba perfilar a sus personajes.

Por ejemplo, Mag Wildwood:

“Ella era un triunfo contra la fealdad, con frecuencia más seductor que la verdadera belleza, aunque sólo sea por la paradoja que contiene. En su caso concreto, el truco consistía en oponerse al método escrupuloso del sencillo buen gusto y el arreglo científico y, por el contrario, en exagerar los defectos; reconociéndolos atrevidamente, la joven los había hecho ornamentales”.

O la pareja que formaban Holly y Mildred:

“Una personalidad ordinaria se reforma con frecuencia, incluso nuestros cuerpos se renuevan por completo periódicamente, cada pocos años -deseable o no, es cosa natural que cambiemos-. Bien, he aquí dos personas que nunca cambiarán. Esto era lo que tenían en común Mildred Gossman y Holly Golightly. Nunca cambiarán porque adquirieron su carácter demasiado prematuramente; lo cual, como el súbito enriquecimiento, produce una falta de proporción: una se ha concedido el papel de pesada realista y la otra de romántica desequilibrada”.

Sin precisar que habla de sí misma, Holly dice al cantinero en un pasaje magnífico:

“No se enamore nunca de un ser salvaje, señor Bell. Ese fue el error de Doc. Siempre llevaba seres salvajes a su casa. Un halcón herido en un ala. Otra vez fue un gato montés enorme, con una pata rota. Pero no se puede entregar el corazón a un ser salvaje: cuanto más se hace, más fuertes se vuelven. Hasta que son lo bastante fuertes para huir a los bosques. O volar a un árbol. Después a un árbol más alto. Después al cielo. Así terminaría, señor Bell, si se dejara arrastrar por el amor a un ser salvaje. Terminaría mirando al cielo […] un lugar tan vacío, tan vago. Es un país donde estalla el trueno y las cosas desaparecen”.

Más adelante insistirá:

“La patria de una es el lugar en donde te sientes bien. Y todavía lo ando buscando”.

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Otros ángulos

“Con Desayuno en Tiffany’s, Capote abandonó el cuento sureño para crear una encantadora novela dulce”: Robert F. Kiernan, Literatura Estadounidense Contemporánea, Estudio crítico a partir de 1945 (1985).

“Obra deliciosamente humorística, aunque un poco acicalada”: Arthur Voss, La novela corta americana (1973).

Norman Mailer, a pesar de sus disputas con Capote, llegó a decir que Desayuno en Tiffany’s era un pequeño clásico. Años después, en 1980, describió con dureza a Truman Capote: «Un estilista y un escritor muy bueno, pero últimamente no ha hecho nada memorable».

Al publicar Desayuno en Tiffany’s, en 1958, Capote ya había alcanzado fama y fortuna, se codeaba con la alta sociedad de Manhattan y se había construido una imagen de genio rebelde. «Soy borracho, soy drogadicto, soy homosexual, soy un genio».

Tennessee Williams, amigo de Capote, alguna vez dijo: «Truman es un mitómano, lo sabes. Esa es una manera educada de decir que inventa. Lo amo demasiado como para decir que es un mentiroso. Eso es parte de su profesión» (The Washington Post, 27 agosto 1984).

En la introducción a su último libro publicado, Música para Camaleones, Capote escribió sobre el comienzo de su carrera: «Un día comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un maestro noble pero despiadado. Cuando Dios te entrega un don, también te da un látigo, y el látigo está destinado únicamente para la autoflagelación».

[ Gerardo Moncada ]

 

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