A cuatro siglos de distancia, ¿qué le dicen a los jóvenes las obras de Shakespeare?
William Shakespeare nació el 26 de abril de 1564 y murió el 23 de abril de 1616. ¿Qué pueden encontrar los jóvenes de hoy en la literatura del escritor más importante en lengua inglesa? Quizá para muchos las obras de este autor sólo significan tareas enfadosas de la preparatoria, la obligación de leer textos anacrónicos. ¿Es eso todo?
El espejo implacable
Juan Jacinto Silva, ex director de Noticias en Canal 22, opina:
“Shakespeare es la hipérbole, el exceso, el esplendor, acuña Jorge Luis Borges. El menos inglés de los poetas ingleses, añade.
«¿Qué le puede decir Shakespeare a los jóvenes mexicanos del siglo 21? La tragedia, la comedia, la condición humana. En una palabra es una fuerza indescriptible que te puede llevar a los excesos del amor, a los territorios de la miseria, a los vórtices de la locura, a la podredumbre. Es una lección permanente de lo que es, ha sido y será el ser humano.
“Me gusta quedarme con sus excesos y al final descubrir que detrás de cualquier tragedia se esconde la sencillez de la comedia en la que nos representamos de cuerpo entero sin artilugios ni malabares. En la inteligencia de nuestra soledad”.
La eterna e inconsciente representación
Para el escritor y guionista Leo Eduardo Mendoza:
“Shakespeare lo cambió todo, dice Stephen Marche; Harold Bloom lo ha considerado como primero entre los primeros, el gran inventor de lo humano y le ha dedicado un grueso volumen donde analiza obra por obra al gran dramaturgo isabelino. No es para menos. Shakespeare –como Borges quería- es en sí mismo una literatura. No hay pasión humana que no se encuentre contenida en sus obras y, por lo mismo, ha pasado a formar parte de la cultura popular. Sin conocer a Shakespeare lo citamos, sabemos quiénes fueron Romeo y Julieta, de los celos enfermizos de Otelo.
“Todos los días, lo temas shakesperianos están en los periódicos y, como Borges lo pensó, quizá todos los días representamos alguna de sus obras. Por eso sus obras son absolutamente contemporáneas. Le hablan al presente. La representación de Hamlet en Polonia en los años sesenta del siglo XX –cuentan los tratadistas- estaba llena de espías, de agentes de seguridad que perseguían al pálido príncipe de Dinamarca. Y he visto alguna adaptación cinematográfica donde Hamlet es el hijo de un rico empresario.
“Shakespeare –de quien conocemos tan poco aunque eso es lo que necesitamos saber, nada más- es también un revolucionario del lenguaje. Si le hacían falta palabras, las inventaba. Y sus textos están cargados de sexualidad. En ocasiones son hasta procaces en sus continuos juegos de palabras.
“Creo que lo que supo hacer de la mejor manera posible fue mezclar lo sublime del hombre con lo terrenal. Mostrarnos como criaturas frágiles pero a la vez terriblemente resistentes, débiles pero infinitamente fuertes. Falstaff es un personaje entrañable aunque sea un ladrón, un pillastre a quien Orson Welles dio vida, fijándolo para siempre en nuestra memoria.
“Shakespeare supo desnudar al hombre y presentárnoslo como un sujeto llevado y traído por las pasiones pero a la vez capaz de alcanzar lo sublime. Y en la pintura de esas contradicciones sigue siendo nuestro contemporáneo. Es muy posible que Shakespeare -dice Marche- haya inventado a los ruidosos adolescentes que hoy vemos en las calles y que sin duda se parecen mucho a Romeo y Julieta: inmersos en sí mismos, temerosos ante el mundo, inseguros del lugar que les corresponde y, a la vez, atrevidos, capaces de enfrentarse a todo y a todos.
“Cada nueva lectura de Shakespeare, como cada nueva lectura de Cervantes, abre nuevas interrogantes, ilumina alguna parte desconocida de las pasiones y de lo que somos los seres humanos. Por eso sigue siendo nuestro contemporáneo”.
Un faro
La escritora Verónica Murguía se pregunta: ¿Qué le puede ofrecer Shakespeare a los jóvenes? Y se responde: “Les puede ofrecer todo. Si alguien desea, por ejemplo, asomarse a la película Romeo + Julieta de Baz Luhrmann (que ocurre en Venice, California, y la boda es en esa iglesia rarísima en la colonia Del Valle de la Ciudad de México), verá que todo lo que sucede sigue pasando ahora: el amor entre jóvenes, la hipocresía de los adultos, la violencia, el orgullo, todo.
“Cuando se le quita el anuncio de ‘No se acerque: clásico de la literatura’, Shakespeare es un faro”.
Todos podemos ser o no ser Shakespeare
El promotor cultural Hugo Contreras añade:
“Cada época encuentra en Shakespeare lo que busca. Quizá porque en Shakespeare está todo. Él desnudó nuestro comportamiento, reveló los fundamentos de nuestra condición como humanos y por ello es tan vigente.
“A través de sus obras descubrimos mucho de nosotros mismos y de nuestro entorno. Tiene el poder del espejo —que concentra la fuerza del sol y revela nuestra identidad, como diría Carlos Fuentes— o de la selfie multiplicada en el ciberespacio por las redes sociales.
“En algunas de las páginas de Shakespeare encontramos el dilema entre la voluntad y las circunstancias. Muchas de sus historias y personajes encajan como un guante en el drama del mundo que vivimos hoy. La crueldad, el engaño, la hipocresía, la traición, la capacidad infinita para conspirar, la paranoia, los miedos, la impunidad y el hambre de poder de muchos de sus personajes van mucho más allá de donde transcurre la acción original de sus obras. La dramaturgia del poder y el asesinato shakespearianos llega a nuestros días para decirnos que la podredumbre de los poderosos sigue ahí, intacta. Y a veces además de estar ante una tragedia de la sangre estamos ante una tragedia de la verdad. Pero de algún modo, también nos enseña que nada de lo creado por la violencia perdura.
“Por otra parte, leer a Shakespeare es una experiencia siempre nueva, fresca y emocionante. Porque él es lenguaje. Los mexicanos, por ejemplo, encontramos en los estimulantes discursos previos a la batalla final una retórica bélica que nos resulta muy cercana: por si acaso osa un extraño enemigo profanar con su planta nuestro suelo y enturbiar con su mirada nuestro cielo.
“Shakespeare permite que cada generación lo ponga al día, que haga lo que Ezra Pound definió como el make-it-new, o que redescubra la novedad. (Ese es el milagro recurrente que propician los clásicos.)
“Porque en Shakespeare todo parte de circunstancias ordinarias: el delirio de Lear, las intrigas de Yago, los celos de Otelo, la pasión de Julieta, el ingenio de Falstaff o las cavilaciones de Hamlet. Por eso todos somos o podemos ser Shakespeare”.
[Gerardo Moncada]
Una pincelada refrescante para los jóvenes, sin duda éstos comentarios que harán que las lecturas obligadas de Shakespeare en educación media superior, al menos en Preparatorias de la UNAM sean recibidas con más agrado al descubrirse ellos mismos en sus retadoras acciones y arrebatadas y ciegas pasiones. Felicidades a todos por ésta aportación. Carmen Ruiz,
Ojalá que así sea. Gracias por tu comentario Carmen. Saludos.