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El hombre menguante, de Richard Matheson

Escritor y guionista, Matheson (20 febrero 1926 – 23 junio 2013) dejó un gran legado literario por sus notables historias en los géneros de ciencia-ficción, fantasía y terror.

El hombre menguante es:
uno de los grandes relatos de la ciencia-ficción;
una novela que desborda imaginación e ingenio;
una historia intrigante, que combina la tragedia con la aventura;
una aguda crítica a los parámetros sociales;
un complejo drama que incluso puede leerse como una metáfora existencialista, por el crudo y melancólico retrato de la fragilidad humana.

El personaje, Robert Scott Carey, enfrenta una condición atroz e inexplicable, que progresivamente lo aísla de la sociedad y de sus seres cercanos.

Cuando se lo dijo, lo primero que ella hizo fue echarse a reír.
No rió demasiado tiempo. Casi inmediatamente la risa cesó y ella guardó silencio frente a él, mirándole. Porque el rostro de él no sonreía, porque su rostro era una máscara tensa e inexpresiva.
-¿Menguando? –articuló la palabra en un tembloroso murmullo…
-Es lo que él dijo. Dijo que mi estatura había disminuido más de un centímetro durante los últimos cuatro días –tragó saliva-. Pero no sólo estoy perdiendo estatura. Todas las partes de mi cuerpo parecen estar menguando. Proporcionadamente…

Con una prosa ágil y una mirada humanista, Richard Matheson recrea el proceso psíquico y práctico de un individuo que se enfrenta a la gradual pérdida de todo y el impacto que eso le produce en el plano emocional, biológico, físico. No sólo deberá reinventar constantemente sus formas de vida, sino que incluso retornará poco a poco a la condición humana más básica y concentrarse únicamente en sobrevivir.

Aunque experimenta una progresiva disminución de su talla, no se modifican sus pensamientos, sus sentimientos, sus deseos, lo cual le atormentará constantemente. “Una mente trastornada es capaz de muchos giros”, admitirá Scott, consternado.

Hacía mucho tiempo que no era consciente del sexo. Su cuerpo había sido algo que debía mantenerse con vida, nada más –algo para alimentar, vestir, y mantener caliente-… Ahora no podía apartar los ojos de la mujer… Se estremeció lleno de impotencia… ¡Había tantas clases de hambre!…

Cada día, el mundo se torna más abrumador y hostil. Al cambiar sus circunstancias, lo que antes le parecía irrelevante se vuelve fundamental. Cada etapa genera nuevas formas de angustia y desesperación, una crisis diferente que exige imaginativas soluciones. Incluso en su núcleo más cercano: “El complejo molde de sus relaciones, alterado día tras día”, con un manto de terror cayendo sobre toda su familia.

La realidad era relativa. Cada día que pasaba estaba más convencido de ello. Al cabo de seis días la realidad se borraría para él, pero no por la muerte, sino por un acto de desaparición…

EL INFIERNO SON LOS OTROS
Conocedor de la naturaleza humana, Matheson advierte que el intento de ayudar por parte de quienes rodean a una persona en desgracia no siempre genera los mejores resultados para el afectado. Por lo general, los demás buscan el alivio propio, de ahí que coloquen la esperanza por encima de la fatalidad, confiando en que surgirá una solución (médica o mágica) que pondrá fin a la pesadilla y permitirá restablecer la “normalidad”.

Él sabía exactamente lo que ella quería oír y mencionó el Centro Médico y las pruebas. El alivio hizo desaparecer las arrugas de preocupación que surcaban la piel rosada de su cara. “Magnífico –dijo su madre-, magnífico”. Los médicos le curarían. Los médicos lo sabían todo en aquellos días; todo…

Para su esposa Lou era una tortura vivir con aquella tremenda ansiedad, en la continua espera de una llamada telefónica del Centro Médico, un telegrama, una carta que le devolviera la esperanza y que nunca llegaba…

Ante la incertidumbre surge el empecinamiento (personal o colectivo) de aferrarse a lo convencional, a lo cotidiano, a lo rutinario con el ancla del recuerdo, aunque cada vez funcione menos.

¿Por qué tenía que haber visto aquel periódico y realizado otro inútil viaje al pasado? La memoria era, realmente, algo que no servía para nada. Nada de lo que recordaba le era asequible. Sólo constaba de actos y sentimientos fantasmales, de todo lo que era inasequible excepto el pensamiento. No proporcionaba ninguna satisfacción. Sólo hería…

La otra e inevitable respuesta social es la hostilidad, el repudio, el morbo, conductas que exacerban en Scott la inseguridad y el temor, que le provocan impotencia, humillación, rabia, frustración, oleadas de ansiedad y arrebatos de inútil rebeldía.

ESPÍRITU HUMANO
En el centro de la pesadilla, a pesar del vertiginoso descenso hacia la nada, prevalece una chispa que impulsa a Scott a adaptarse y sobrevivir.

¿Por qué todo aquel esfuerzo? ¿Por qué aquella pretensión de continuar una existencia que ya estaba condenada?…

No iba a dejarse caer a ningún sitio… No iba a caerse por su propia voluntad bajo ninguna circunstancia…

Él no pensaba dejarse morir sin luchar…

El hombre menguante se puede leer como una metáfora existencialista acerca del declive de la imagen propia, de las expectativas no alcanzadas o de la pérdida de valor ante la sociedad.

Los poetas y filósofos podían hablar todo lo que quisieran acerca de que el hombre era algo más que carne, acerca de su valor esencial, acerca de la inconmensurable talla de su alma… ¿Acaso habían tratado alguna vez de abrazar a una mujer con unos brazos que no podían rodear su cuerpo?…

Este relato podrían reconocerlo como propio las personas que padecen enfermedades crónico-degenerativas, e incluso se puede asociar a una condición ineludible para toda la humanidad: el proceso del envejecimiento.

La progresiva soledad lleva al personaje a un intenso diálogo interior que, si bien por momentos resulta tortuoso, en general le conduce a un profundo conocimiento de sí mismo.

Tras un largo rato el dolor cesó y se concentró en la base del cráneo, como si tuviera un millar de púas hundidas en la carne. Se preguntó si tendría el cráneo fracturado, y después llegó a la conclusión de que, en tal caso, no estaría en condiciones de preguntarse nada…

Scott contempla, día tras día, la irremediable y progresiva pérdida de su mundo, que física y emocionalmente le va resultando cada vez más inalcanzable. Sin embargo, mantiene viva su chispa vital.

Era cierto: seguía siendo un hombre. Después de vivir tanto tiempo bajo el degradante peso de su aflicción, lo había olvidado. Después de perderse en consideraciones sobre su matrimonio y en los problemas que su tamaño le planteaba, lo había olvidado. Después de tanto tiempo de reflexionar sobre su vida y la esterilidad de sus realizaciones en ella, lo había olvidado…

La novela, escrita en 1956, incorpora temas de incipiente discusión pública en esa época como los efectos en el cuerpo humano tanto de la radiación nuclear como de los plaguicidas químicos. Tras las fases críticas del proceso de empequeñecimiento, el personaje logrará trascender sus propios parámetros mentales para descubrir cuál es la posición que ocupa en el vasto universo.

DE PERFIL
El estadounidense Richard Burton Matheson nació en Nueva Jersey el 20 de febrero de 1926. Fue soldado de infantería durante la Segunda Guerra Mundial.

En 1949 se graduó en periodismo, pero sus intereses estaban en la literatura. Comenzó a publicar relatos en la muy joven The Magazine of Fantasy and Science Fiction (F&SF), publicación que pronto se convertiría en un referente de esos géneros literarios.

Para fortuna de Matheson, su primer relato publicado en F&SF lo catapultó a la fama. Fue “Nacido de hombre y mujer” (1950). Posteriormente, su novela Soy leyenda (1954) se convirtió en un clásico del terror cuya influencia se mantiene hasta ahora. Dos años después publicó El hombre menguante.

Como guionista participó en las famosas series televisivas The Twilight Zone («La dimensión desconocida») y «La hora de Alfred Hitchcock». Además, continuó escribiendo relatos. Uno de ellos fue “Duelo” que, en 1971, él mismo adaptó para un telefilme de bajo presupuesto que sería premiado por su sorprendente clima de tensión con pocos personajes y sus tomas audaces y efectivas. La película estuvo bajo la dirección de un joven que con este filme inició en forma exitosa su carrera cinematográfica, era el entonces desconocido Steven Spielberg.

Richard Matheson murió en California, el 23 de junio de 2013.

Fue “uno de los escritores más importantes del siglo XX”, afirmó categórico el célebre Ray Bradbury.

Y no es exagerado. Matheson ha sido inspiración para los amantes del suspenso, el terror, la ciencia ficción y la fantasía. El escritor Stephen King, por ejemplo, ha declarado su admiración y ha dicho que El hombre menguante fue su libro favorito durante la infancia. Como reconocimiento al legado de Matheson, King le dedicó la novela The Cell, publicada en 2006. (Y también ha sido señalada la enorme similitud de algunas historias de King con relatos de Matheson, como ocurrió con La caja de botones de Gwendy.)

Gran variedad de programas televisivos y películas han hecho referencia a Richard Matheson (con nombres de personajes, calles y poblados), como una manera de rendir homenaje a su talento creativo y a la influencia que dejaron sus historias.

[ Gerardo Moncada ]

Obras relacionadas:
Soy leyenda, de Richard Matheson.
Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.

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