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Bodas de sangre, de Federico García Lorca

Con esta obra inicia la “trilogía dramática de la tierra española”, escrita por el poeta granadino.

Cantaban,
cantaban los novios
y el agua pasaba…
Galana,
galana de la tierra,
mira cómo el agua pasa.
Porque llega tu boda
recógete las faldas
y bajo el ala del novio
nunca salgas de tu casa.
Porque el novio es un palomo
con todo el pecho de brasa
y espera el campo el rumor
de la sangre derramada…

Bodas de sangre es una obra trágica acerca de un amor soterrado, prohibido; es la furia desatada por el choque entre la ilusión y el engaño; es el resentimiento como la más intensa de las pasiones; es el reconocimiento de que la fatalidad suele permanecer agazapada a la espera de las flaquezas humanas.

Además de crear una excelente tensión dramática en progresivo ascenso, García Lorca deleita al lector con una prosa exquisita donde destacan momentos poéticos, bellos diálogos de timbre andaluz y una dulce sensualidad. La musicalidad está presente a lo largo de la obra con parlamentos que suenan a tangos o bulerías gitanas; incluso en situaciones premonitorias o de duelo, surgen rimas y canciones tradicionales, esas que le enseñaron al niño Federico las sirvientas Dolores la Colorina y Anilla la Juanera.

Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua…

“Los niños de 1905 de la plazuela granadina jugaban ‘a cantar’ romances clásicos; a ‘vestir’ cruces de mayo y a representar viejos pasos de comedia que tenían una tradición antiquísima. ¿Se iniciará aquí la génesis de una obra magnífica, mitad tragedia clásica, mitad romance de plazuela y canción heroica de serranía brava: esas Bodas de sangre que la pasada temporada teatral han puesto el mirto sobre la frente privilegiada?”, aventuraba la prensa española en 1933 tras el revuelo causado por esta obra lorquiana.

A Luis Cardoza y Aragón le gustaba el teatro de su amigo Federico García Lorca por “su proyección, por ser la continuación en el tiempo de sus óptimos poemas”, y destacaba el apego a la tradición: “La mejor elegancia del mejor folklore la trastocó Federico y la devolvió cargada de las dos fuerzas lorquianas: su plasticidad y su pasión de amor y de muerte” (El río, FCE, 1986).

Pasiones encontradas

El argumento de Bodas de sangre se desarrolla en el entorno rural, donde los prolíficos campos, también han sido abonados con resentimientos y deudas pendientes… y la cosecha se aproxima.

Oigo de los Félix y se me llena de cieno la boca, y tengo que escupir, tengo que escupir por no matar… (la madre)

Aunque sus personajes se esfuerzan por no pensar en el origen de sus rencores, siempre hay algo que aviva la memoria pues pertenecen a una comunidad donde nada se olvida y todos están al tanto de cuanto ocurre: “¡Pero cuántas cosas sabéis las gentes!”, exclama la madre del novio.

Es además un poblado donde la violencia es un felino al acecho, dispuesto a lanzar un zarpazo en la primera oportunidad. Por ello, todos van armados:

Malditas sean todas las navajas y el bribón que las inventó… Todo lo que puede cortar el cuerpo del hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca… Cien años que yo viviera, no hablaría de otra cosa. Primero, tu padre; que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos. Luego, tu hermano. ¿Y es justo que una cosa pequeña como una navaja pueda acabar con un hombre que es un toro? Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos… Dos hombres que eran dos geranios… (la madre)

La ilusión y la sensualidad habita sobre todo en la imaginación de los testigos del enlace nupcial, cuyo entusiasmo les impide reconocer la presencia de amantes atormentados. Decía Luis Cardoza y Aragón: “García Lorca es trágico y su sensualidad es dolorosa y funesta”.

-¡Dichosa tú que vas a abrazar a un hombre, que lo vas a besar, que vas a sentir su peso!
-Calla.
-Y lo mejor es cuando te despiertes y lo sientas al lado y que él te roza los hombros con su aliento, como con una plumilla de ruiseñor.
-¿Te quieres callar?… (áspero diálogo de la novia con su criada)

Es una historia de intenciones oscuras, sentimientos torcidos y arrebatos apasionados, donde el amor tiene tanta fuerza como el odio.

-¡Han huido! ¡Han huido! Ella y Leonardo. En el caballo. Van abrazados, como una exhalación… (mujer de Leonardo)
-¡Anda! No. No vayas. Esa gente mata pronto y bien… pero ¡sí, corre, y yo detrás!… Vamos a ayudar a mi hijo. Por todos los caminos. Ha llegado otra vez la hora de la sangre… (la madre)

García Lorca comentó a los periodistas en 1933 que el tema de esta tragedia no era de su invención. “Lo vio el poeta entre los sucesos en un periódico y se quedó en suspenso. Allí había una obra, pero había que darle la propia sustancia íntima: el alma, el sentimiento. Impresionado por el tema olvidó el suceso, y la obra poética fue tomando forma en su ser. Cuatro años de latir juntos, tema y verbo… Así surgió Bodas de sangre”, relataban los diarios.

Del mundo helénico al siglo XX

-Hay que seguir la inclinación…
-Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más… (diálogo de leñadores)

Según la antigua tragedia griega, los dioses definían el destino de los seres humanos y a éstos correspondía descifrar el designio divino y acatarlo; quienes intentaban subvertirlo sufrían graves consecuencias. García Lorca actualiza este esquema en Bodas de sangre y hace un planteamiento terrenal: es el corazón el que marca el destino de los individuos y aquellos que intentan ignorar sus propios sentimientos se condenan al abismo. Así se aprecia en el diálogo entre la recién casada y su antiguo novio:

-Estas manos que son tuyas,
pero que al verte quisieran
quebrar las ramas azules
y el murmullo de tus venas.
-Cuando te vi de lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta…
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas.
-¡Ay qué sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba…
-También yo quiero dejarte
si pienso como se piensa.
Pero voy donde tú vas…
Clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas…

Por orgullo, él eligió a otra por esposa; por despecho, ella aceptó a otro pretendiente. Ambos intentaron pensar en una relación conveniente y creyeron que podrían sepultar sus más profundos sentimientos, su pasión arrebatada:

Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes… ¡Tu hijo era mi fin, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar!…

Un hombre feliz

¿Es usted feliz?, le pregunta un periodista a García Lorca.

“Sí. Siempre estoy alegre. He tenido una infancia muy larga, y de esa infancia prolongada me ha quedado esta alegría, mi optimismo inagotable”.

Su amigo Luis Cardoza y Aragón recordaba: “Federico entusiasmaba a la vida optimista con alegría rotunda. Así palpitaba la poesía en él, respiraba, circulaba, transpiraba, imantaba, germinaba, vivía y resucitaba en él y en nosotros… Qué antigüedad, qué fervor, qué refinamiento, qué zafiro, qué nube, qué suculenta sensualidad y furiosa ternura tremolaba cuando leía o cantaba” (El río).

Cuando la vida se enturbió en España, Lorca no huyó al extranjero. Como si se tratara de un personaje trágico, a mediados de julio de 1936, dijo: “Me voy a Granada y que sea lo que Dios quiera”. Un mes después, ahí sería arrestado y fusilado “por socialista y masón”, según consignó la Jefatura Superior de Policía de Granada.

Una fuerza telúrica

Mis lágrimas vendrán cuando yo esté sola, de las plantas de los pies, de mis raíces, y serán más ardientes que la sangre… (la madre)

Lorca recreaba la vida campesina con autenticidad y sentimiento.

“Amo la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles. De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre. Este amor a la tierra me hizo conocer la primera manifestación artística”. Así lo declaraba a Juan Chabás en 1934.

Callar y quemarse es el castigo más grande que nos podemos echar encima. ¿De qué me sirvió a mí el orgullo y el no mirarte y el dejarte despierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió para echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y que las paredes tapan, y no es verdad. ¡Cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque!… (Leonardo)

El orgullo con que García Lorca defendía su raíz granadina no resultó del agrado de los escritores que identificaban las vanguardias literarias con lo cosmopolita, tampoco fue del agrado de los grupos españoles que veían con desprecio la gitanería andaluza. Los primeros pondrían en duda la calidad artística de la obra lorquiana, en tanto los segundos aprobarían el asesinato del poeta por los fascistas en agosto de 1936.

Ni unos ni otros lograron silenciar el legado de García Lorca.

Y esto es un cuchillo,
un cuchillito
que apenas cabe en la mano;
pero que penetra frío
por las carnes asombradas
y allí se para, en el sitio
donde tiembla enmarañada
la oscura raíz del grito…

Los fascistas fracasaron. La obra lorquiana sigue viva, reverberando y cantando hondo.

[ Gerardo Moncada ]

Otras obras de Federico García Lorca:
Yerma.
Romancero gitano.

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