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Carlos Monsiváis… el recuerdo de una conciencia crítica

Ensayista, escritor y cronista, Carlos Monsiváis falleció el 19 de junio de 2010 a causa de una insuficiencia respiratoria. Tenía 72 años y se había ganado el reconocimiento como uno de los intelectuales mexicanos más progresistas, agudos y solidarios. Nació el 4 de mayo de 1938 en la Ciudad de México y dedicó la mayor parte de su vida al análisis crítico y mordaz del acontecer cultural, social y político en México.

2015: ¿Qué se extraña más de Monsiváis?

Antonio Helguera, caricaturista político:
“Se extraña muchísimo su agudeza crítica, su implacable precisión para hacer la autopsia nacional. Yo no soy escritor, pero como monero reconozco un legado innegable para quienes hacemos crítica-sátira política. Monsi era un gran caricaturista, pero no gráfico sino verbal”.

Verónica Murguía, escritora:
«Extraño sus comentarios políticos, sus artículos. Extraño el humor certero con el que diseccionaba el discurso oficial hasta dejarlo expuesto como lo que es: palabrería mal redactada debajo de la cual hay ambición, ignorancia, torpeza, misoginia y homofobia. Era capaz de hacernos reír ante las tonterías más egregias y no se le iba una, pero también sabía señalar con toda seriedad asuntos de los que no se puede hacer chistes, como la violencia y la pobreza. Intuyó con mucha perspicacia y pragmatismo que las puertas que se le abrían podrían servir para hablar de cosas urgentes, que poca gente se atrevería a señalar. Es decir, no importó lo famoso que llegó a ser: si le daban un espacio después del noticiero de López Dóriga, lo usaba para hablar de lo que se necesitaba discutir. Era muy reconfortante leerlo, escucharlo, ver fotos de él rodeado de gatos. Me dejó claro que el humor es un arma perfecta para no dejarnos hundir por el absurdo tragicómico que nos rodea”.

Rapé, caricaturista político:
«Lo que más extraño de Monsi es su impecable e implacable sentido del humor en momentos de crisis y de estupidez política o social. No encuentro en ninguno de los nuevos talentos ese estilo, pero sí hay muy buenos escritores y ensayistas con sus propios estilos, como Juan Villoro, Paco Taibo II, Fabrizio Mejía y Jenaro Villamil”.

Leo Eduardo Mendoza, escritor y guionista:
“Lo que más se extraña es su ironía, su capacidad para encontrar los fenómenos de la cultura popular que con el paso del tiempo se convirtieron en tendencia, y su sentido del humor no exento en ocasiones de mala leche. Su inteligencia, que se reflejaba en la forma como intentaba aprehender el mundo. Monsiváis fue una personalidad singular, única. Una de sus principales cualidades fue esa voluntad de conocerlo todo: elevó a la altura del arte a la lucha libre y a muchas más expresiones de la cultura popular. Era un profundo conocedor del cine mexicano y un lector voraz. Puso el listón muy alto para quienes quieren dedicarse a la crónica y al ensayo: seguidores de él hay muchos, incluso imitadores; discípulos, creo que no”.

Alejandro Calvillo, activista social:
“De Monsiváis se extraña su presencia, su acompañamiento, estar en todas partes con su mirada, su lenguaje, su crónica, su postura frente al acontecer, su independencia. Perdimos el sentimiento de que Monsiváis siempre estaba ahí; nos dimos cuenta de que no [era para] siempre”.

Monsiváis en tres tiempos, en medio siglo

En El arte de la fuga, Sergio Pitol describe a Monsiváis en tres momentos.

1957: Atento a fenómeno nacientes.
«La caja idiota es una columna muy ácida sobre la televisión y sus efectos entontecedores. Son las cosas desconcertantes de Carlos. ¡La televisión! ¿A quién diablos le importa la televisión? Por lo menos a nadie de la gente a quien yo trato”.

1962: Impulsor del humor como arma revolucionaria.
“La lucha contra la solemnidad que ha emprendido, me dice, no es un mero entretenimiento, ni un puro acto de diversión, aunque mucho tenga de eso […] Está convencido de que los años vividos en el pasado reciente, esos en que los granaderos fueron usuarios de las calles de tiempo completo, sólo pudieron producirse gracias a una petrificación de las mentalidades y, por ende, de las instituciones […] La mentalidad de los políticos se ha vuelto parte de esa misma estructura pétrea. Hay que comenzar a reírse de todo, llegar al caos si es necesario, y hacer posible que los bienpensantes se intranquilicen, ya que buena parte de sus males y de los nuestros proceden de sus limitaciones. Reírse de ellos, ridiculizarlos, hacerlos sentir desamparados; sólo así podría cambiar algo”.

1996: Mr. Memory.
“A su modo, Carlos Monsiváis es un polígrafo en perpetua expansión, un sindicato de escritores, una legión de heterónimos que por excentricidad firman con el mismo nombre. Si a usted le surge una duda sobre un texto bíblico no tiene más que llamarlo; se la aclarará de inmediato […] si necesita un dato sobre alguna película […] pintura […] o la fidelidad de un verso que le esté bailando en la memoria […] Es Mr. Memory. Es también un incomparable historiador de las mentalidades, un ensayista intensamente receptivo y agudo; léanse si no las páginas que ha escrito sobre Onetti, Novo, Beckford, Hammettt; un crítico de cine notable, un estudioso de la pintura mexicana que ha producido páginas excelentes sobre Diego, Tamayo, Gerzso, María Izquierdo y Toledo, un lúcido ensayista político. Es el cronista de todas nuestras desventuras y prodigios, más de las primeras. Sus columnas atrapan semanalmente las declaraciones de los grandes de nuestro minúsculo universo; hablan en ellas los financieros, los obispos, los senadores, diputados y gobernadores, el Presidente de la República, los ‘comunicadores’, las cultas damas. El resultado es demoledor […] A estos atributos se suman otros más: bibliófilo, coleccionista de mil cosas heterogéneas, gatófilo, sinólogo si nos descuidamos. Todo esto es Carlos Monsiváis. Y además, ya lo habrán descubierto los lectores, mi más entrañable amigo”.

Un universo condensado
Hugo Contreras, promotor cultural, amplía:
«Si ahora el mundo contemporáneo se caracteriza porque todo está sucediendo a la vez, Monsiváis fue un ejemplo anticipado.

«Su omnipresencia era bien (re)conocida. Ese don de ubicuidad que lo hacía estar en todas partes. Ser ingrediente indispensable de todos los moles. Y darles a todos un sabor sin igual. No tenía rival —como cantaban las tiples de principios del siglo XX mexicano que tanto admiró—. Su presencia siempre te hacía el día. Los moles mexicanos ya no son lo mismo sin Monsiváis.

«Lector voraz, desde pequeño. La única característica de su infancia fue la lectura. Como él mismo lo describió a sus 28 años, en aquella lúdica autobiografía precoz: “En el Principio era el Verbo, y a continuación tradujeron la Biblia, y acto seguido aprendí a leer”.

«Si para Octavio Paz en el principio fueron los árboles, para Monsiváis es la Biblia de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. En varios de los pasajes de esta célebre traducción protestante encuentra Monsiváis —como varias veces él mismo lo dijo— unos de los más altos momentos de la lengua castellana. De ahí deriva su amor primero por el lenguaje. Un afecto que marcará su propia narrativa: una prosa de ideas que aviva las posibilidades poéticas de la memoria.

«Ese amor por el lenguaje debe ser uno de los derroteros a seguir por las nuevas generaciones de ensayistas, cronistas y escritores. Porque, como recuerda Margo Glantz en uno de sus tuits: ‘Hasta hace medio siglo era imperioso que los escritores escribieran bien: Monsi’.

«Y qué decir de la mordacidad y gracia de sus palabras. Su humor inteligente —¿hay auténtico humor que no lo sea?—. Con su “Por mi madre, bohemios” y sus crónicas, Monsiváis nos encaminó a reír para no llorar o, mejor incluso, a reír llorando —como Pedro Infante—. Nos ayudó a combatir la monotonía de la vida pública en México, en un país donde prácticamente no existía la crítica.

«Cultura y sociedad fueron sus grandes dominios. El activismo social de nuestros días y la conformación de lo que ahora se conoce como la sociedad civil tiene mucho que ver sin duda alguna con la inteligencia, el humor y el entusiasmo de sus esfuerzos.

«Era increíble su capacidad para acompañar, cobijar y apoyar movimientos sociales y proyectos culturales. Los integrantes de varias generaciones pueden dar múltiples testimonios de ello. Acompañó a mi generación, por ejemplo, en el movimiento estudiantil del CEU de finales de los años ochenta, y en la aventura de publicar la primera revista sobre medios de comunicación en México.

«Su afecto por la Ciudad de México nos reafirmó la condición primigenia de peatones como premisa fundamental de ciudadanía. Porque como escribiría Musil: “A las ciudades, como a las personas, se les conoce caminando”. Su rotunda negativa para aprender a manejar nos invitó a estimular un menor uso del automóvil, a mejorar la calidad del transporte público y anhelar una movilidad sustentable.

«En el país más peligroso para ejercer el periodismo, Monsiváis ejerció la premisa de que la libertad se ejerce y no sólo se proclama.

«Echamos de menos su valor cívico, su independencia crítica, su temple creativo, su curiosidad intelectual».

[ Gerardo Moncada ]

 

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